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Columna
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Creciendo (poco) contra viento y marea

La recuperación de la economía mundial sigue adelante a trancas y barrancas. Los datos de EE UU, Alemania y Japón de la primera parte del año pintan un cuadro en el que por una vez las mejores noticias vienen de Japón. Pero incluso éstas están ligadas a las exportaciones (elemento particularmente inestable) mientras la inversión productiva -anunciadora de una verdadera recuperación- sigue languideciendo igual.

Parece, por tanto, que esta fatiga de la economía viene sobre todo del otro lado del Atlántico, pues tanto Alemania como Japón esperan estímulos del sector exterior y no los crean con su demanda interna.

Lo milagroso es que esa economía se mantenga en pie, pues cuando estaba en plena recesión (más profunda y duradera, como ahora se sabe, de lo que se creía) recibió dos duros golpes: los trágicos sucesos del 11 de septiembre y la serie de escándalos contable-financieros de importantes empresas que se iniciaron con el caso Enron y han continuado hasta la fecha.

El comienzo de año había sido muy esperanzador, con un crecimiento impetuoso del PIB, de la productividad y un consumo privado sin muestras de desfallecimiento. Pero la acumulación de decepcionantes indicadores, en especial la inquietante caída del ritmo de crecimiento el segundo trimestre, alimenta los temores de recaída.

Sin embargo, lo realmente preocupante es que detrás de este deterioro hay un impulso de la política económica sin precedente. Basta pensar que en el primer trimestre el PIB americano creció 160.000 millones de dólares, pero el déficit público lo hizo 180.000, y es evidente que la causalidad va del déficit a la economía y no a la inversa. Y todo esto cuando la economía está bajo la tienda de oxígeno de los tipos de interés más bajos de los últimos 40 años.

Esto no quiere decir que la economía estadounidense sea un enfermo que se mantiene en pie sólo por los estímulos monetarios y fiscales. En EE UU hay puntos de fuerza (una revolución tecnológica y organizativa a la que le queda todavía mucho camino que recorrer), pero también los hay, tan abundantes o más, de debilidad (importante desahorro interno y elevado y creciente déficit corriente exterior que genera un fuerte y a la larga insostenible endeudamiento exterior) que están llevando a una depreciación del dólar y a la volatilidad y caída de los índices bursátiles.

A principios de julio muchos analistas estimaban que el fin de la caída de las Bolsas a ambos lados del Atlántico estaba próximo, pero julio y agosto han sido de los peores de todos los tiempos. Podría iniciarse así un circulo vicioso peligroso: la Bolsa cae temiendo la recesión causada precisamente por la caída de la Bolsa, lo que apunta la necesidad de resolver el problema del gobierno de las empresas (sobre todo de algunas) y también los de sus gestores.

Pero el verdadero problema en estos momentos es el macroeconómico, es decir, el Gobierno de la economía. Y eso se está poniendo de manifiesto en este lado del Atlántico, en Eurolandia, donde la recuperación no acaba de coger fuerza. Lo primero que habría que hacer sería reconstituir la confianza y la credibilidad de los agentes económicos en las instituciones que gobiernan la UE, empezando, por ejemplo, por corregir el incumplimiento del Pacto de Estabilidad por parte de algunos países miembros.

Hace unos meses fue Alemania, que ahora aprovechando que el Elba pasa por Dresde confirma su incumplimiento. Le tocó después a Portugal; Italia está en capilla y Francia lo incumplirá el año próximo si aplica la rebaja de impuestos prometida en las elecciones presidenciales. Claro que hay países que cumplen el pacto gracias a la creatividad en las cuentas públicas, lo que dada la complejidad de sus conceptos y definiciones es un juego de niños comparado con lo que se puede hacer en la contabilidad empresarial.

Para salir de esta persistente atonía de la economía europea cabe la tentación de aplicar un recorte del tipo de interés, aunque de hecho, en términos reales, el tipo a corto era últimamente de sólo el 1,3% aparte de que los dos pilares en que el BCE basa su estrategia, la M3 y el índice de precios (especialmente si se toma el más significativo de la inflación subyacente), superaban ampliamente los valores de referencia.

Además, el propio BCE reconocía en su último boletín mensual que 'tanto la brecha monetaria nominal como real en los últimos cuatro meses apuntan a una situación holgada de nitidez en la zona euro'. Por último, habría que decir que la dolencia que parece aquejar a la economía -la pérdida de confianza de los agentes económicos- no se suele curar con un recorte de tipos, que incluso podría ser contraproducente.

Es natural, a la vista de lo anterior que los organismo económicos internacionales hayan empezado (con cierto retraso) a revisar a la baja (menos, como es costumbre, de lo que realmente piensan) las previsiones de crecimiento para este año y el próximo de prácticamente todos los países. Las autoridades económicas españolas han hecho lo mismo con las previsiones para este año, pero sorprende sobre manera que hayan mantenido la del año próximo, pues, eso supone una aceleración del ritmo de crecimiento aun mayor que la implícita que en la previsión anterior que ya era significativa.

Sería interesante saber de dónde puede venir el necesario e importante impulso adicional para que esa previsión se haga realidad, pero el detalle y profundidad que merece el análisis de esta cuestión aconsejan dejarlo para otra ocasión.

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