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Columna
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La necesidad de crear más empleo

Joaquín Trigo afirma que la mejor herramienta para suavizar el impacto de un entorno económico adverso, como el actual, es el entendimiento entre los sindicatos y las empresas

La creación de empleo sigue siendo el tema central de la economía europea y especialmente de la española. Los datos de los primeros seis meses de 2002 indican que el vigor en la nueva ocupación se mantiene, puesto que al cierre del mes de julio el número de afiliados a la Seguridad Social estaba un 3% por encima del mismo mes del año pasado y, desde diciembre, aumentó en 577.800 personas.

Según la encuesta de población activa (EPA), en el primer semestre de 2002, la tasa de variación anual de los asalariados con contrato indefinido creció un 3,8%, mientras que la de los temporales lo hizo un 1,9%. Son cifras altas, especialmente por estar afectadas negativamente por la desaceleración económica y la incertidumbre respecto a las expectativas. Para reducir el 11,1% de paro que subsiste y para contrarrestar el impacto de las expectativas conviene reconsiderar el proceso de generación de las nuevas ofertas de empleo.

La empresa, antes de ofrecer ocupación, compara dos cifras: el valor actual de la corriente de costes que significa emplear a una persona y el valor actual del flujo de ingresos imputables a su actividad laboral. Como la primera cifra debe ser inferior a la segunda, la reducción de la primera y el aumento de la segunda favorecen la decisión de contratar, pero esto debe ser compatible con la continuidad. o aumento, en el poder adquisitivo de las retribuciones y con el mantenimiento de los ingresos del sector público en forma de cotizaciones a la Seguridad Social y de impuestos.

Aunque a primera vista compaginar estos aspectos parezca un intento de rizar el rizo, es posible si se desglosan los componentes de coste, tanto los que implican pagos explícitos como los que comportan obligaciones contingentes, a fin de conseguir la sostenibilidad en la oferta de ocupación.

En los costes laborales entran dos conceptos de pagos previsibles y cuantificables, el sueldo y las cotizaciones a la Seguridad Social. Acerca del primero, las negociaciones sobre incrementos salariales suelen basarse en el IPC y el aumento de la productividad suele ser el referente básico.

Sin embargo, el IPC del país es más un problema que un referente, por lo que debe usarse la media de los tres países con más estabilidad. La productividad es más sólida siempre que se tengan presentes los grupos con derecho a participar en las mejoras que se obtengan que, además de los trabajadores, incluyen a los inversores, el sector público, los clientes (en forma de aumento de calidad que exceda el de los precios, más garantía y mejor servicio etcétera), los trabajadores de nuevo en forma de reducción paulatina de jornada (compatible con el aumento retributivo y las condiciones de competencia) y los parados, a quienes conviene reducir las barreras de entrada en la ocupación. La proporción que se asigne a cada grupo es desigual y cambiante, pero lo importante es que nadie quede fuera del reparto.

La cuantía de las cotizaciones a la Seguridad Social perjudica especialmente a las personas de menores ingresos y de baja cualificación, con funciones que pueden mecanizarse, lo que explica la tasa de paro que les afecta.

La reducción de ingresos por cuotas se compensa con aumento de cotizantes y con ingresos por impuestos directos e indirectos de quienes evitan el desempleo.

La posibilidad de aprovechar la unificación del IVA para adecuarlo a la media europea, permite compensar el descenso de ingresos sin alterar el equilibrio del sistema.

El siguiente capítulo de costes está representado por el impacto de las bajas por enfermedad, indemnizaciones en caso de despido, etcétera. La generalización del modelo de contrato propuesto en los acuerdos interconfederales de 1997 permitiría que el conjunto de trabajadores pudiera acceder a los efectos benéficos que ya ha supuesto para los que cumplían los requisitos para acceder a ellos.

Las medidas de reforma aprobadas en 2002, como las que se han hecho en el mismo sentido en el Reino Unido, más recientemente en Alemania, Italia y las que se postulan en Francia, tratan de incentivar la búsqueda de empleo, de modo que la mayor oferta se acompañe de más demanda.

En el lado de los ingresos empresariales la clave está en el necesario crecimiento económico. La estabilidad monetaria y la fiscal ya han dado sus frutos y por lo tanto sería arriesgado relajarlas. Las expectativas, sin embargo, en la actualidad dependen de factores externos no controlables y de los que, en una economía abierta, es imposible aislarse.

De todos modos, aunque los problemas sean comunes, su incidencia puede minimizarse significativamente y, en lo que concierne al mercado laboral, el entendimiento entre sindicatos y empresas es la mejor herramienta para suavizar el impacto de un entorno adverso.

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