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Rescate

EE UU cambia de política para evitar una crisis de más magnitud en Latinoamérica

El préstamo concedido por el FMI el pasado miércoles a Brasil es inusual en su monto (30.000 millones de dólares, el mayor aprobado nunca) y por el momento en el que ha sido anunciado (a sólo dos meses de las elecciones presidenciales). Pero todo ello responde a un giro de 180 grados que se ha apreciado la semana pasada en Washington y que ha coincidido con la visita del secretario del Tesoro, Paul O'Neill, a la región. El cambio de actitud comenzó con la concesión a Uruguay de un crédito puente de 1.500 millones de dólares, algo inédito en la Administración estadounidense.

'Dado el potencial impacto negativo sobre la economía estadounidense, creo que estamos viendo un enfoque más favorable del que existía antes', afirma Ricardo Amorim, responsable de investigación latinoamericana de Ideaglobal.

Antes de iniciar su gira, O'Neill descartó entregar nuevas ayudas acusando a sus Gobiernos de que destinarían el dinero a cuentas suizas. Pero el temor a la extensión de la crisis cambió la actitud de Washington.

La operación de rescate a Brasil es una muestra de 'la evidente necesidad de EE UU de evitar otra crisis financiera que hubiera hundido todavía más la confianza de los inversores a un nivel global', señala Paul Erdman, de CBS.Marketwatch.com.

Amorim coincide al afirmar que 'el potencial del impacto se habría sentido en la economía de EE UU, como resultado de lo que se juegan las compañías norteamericanas en la región, pero también en la economía global'.

El movimiento tuvo su efecto y la vuelta de la confianza en Brasil nada más anunciarse el crédito, por ejemplo, se hizo notar en los mercados internacionales, que en España se tradujo en una subida del 5% del Ibex.

Los analistas creen, sin embargo, que el efecto positivo sólo se notará a corto plazo, mientras persiste la incertidumbre a largo. En el caso de Brasil se debe a que este año sólo se recibirán 6.000 millones de dólares, mientras que los 24.000 millones restantes se desembolsarán el próximo año, cuando ya haya nuevo presidente.

Los riesgos persisten

Pese a que los dos candidatos de la izquierda, Luiz Inácio Lula da Silva y Ciro Gomes, han apoyado el acuerdo con el Fondo, continúan los temores a que la victoria de uno de ellos, como muestran las encuestas, termine en suspensión del pago de la deuda, que alcanza los 260.000 millones de dólares.

Además, los expertos creen que mientras no haya una solución en Argentina, epicentro de la inestabilidad de la región, Brasil no conseguirá salir adelante. De momento, algunos bancos extranjeros, como Citigroup, ya han señalado que el crédito no es suficiente para calmar los temores y conceder nuevos préstamos a los brasileños.

Argentina lo tiene aún más difícil. Los analistas dudan de un acuerdo inmediato con el FMI, que en cualquier caso sólo serviría para reprogramar su deuda, pero no aportaría fondos nuevos. En la calle, los argentinos protagonizaron el pasado viernes nuevas protestas por la retención de sus depósitos, bajo el llamado corralito.

Algo similar empieza a suceder en Uruguay, donde el Gobierno ha aplazado hasta tres años la devolución de los depósitos a plazo fijo en la banca pública. La ayuda recibida de EE UU ha servido para garantizar la devolución del resto de los depósitos, pero el FMI ya ha manifestado que para crecer a medio plazo es indispensable que Uruguay continúe las privatizaciones y la desregulación.

Por su parte, México cayó en recesión a la vez que Estados Unidos, a quien destina el 86% de las exportaciones. Según un estudio elaborado por el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, 'la caída en las Bolsas del mundo arroja ya una pérdida de riqueza que afectará al comportamiento del consumo y la inversión'.

En Chile, el presidente, Ricardo Lagos, se ha apresurado a destacar la fiabilidad del sistema financiero, aunque ha advertido que la región va a sufrir una mayor caída del flujo de capitales extranjeros, que ya se ha contraído un 73% respecto a 2001.

El préstamo concedido por el FMI el pasado miércoles a Brasil es inusual en su monto (30.000 millones de dólares, el mayor aprobado nunca) y por el momento en el que ha sido anunciado (a sólo dos meses de las elecciones presidenciales). Pero todo ello responde a un giro de 180 grados que se ha apreciado la semana pasada en Washington y que ha coincidido con la visita del secretario del Tesoro, Paul O'Neill, a la región. El cambio de actitud comenzó con la concesión a Uruguay de un crédito puente de 1.500 millones de dólares, algo inédito en la Administración estadounidense.

'Dado el potencial impacto negativo sobre la economía estadounidense, creo que estamos viendo un enfoque más favorable del que existía antes', afirma Ricardo Amorim, responsable de investigación latinoamericana de Ideaglobal.

Antes de iniciar su gira, O'Neill descartó entregar nuevas ayudas acusando a sus Gobiernos de que destinarían el dinero a cuentas suizas. Pero el temor a la extensión de la crisis cambió la actitud de Washington.

La operación de rescate a Brasil es una muestra de 'la evidente necesidad de EE UU de evitar otra crisis financiera que hubiera hundido todavía más la confianza de los inversores a un nivel global', señala Paul Erdman, de CBS.Marketwatch.com.

Amorim coincide al afirmar que 'el potencial del impacto se habría sentido en la economía de EE UU, como resultado de lo que se juegan las compañías norteamericanas en la región, pero también en la economía global'.

El movimiento tuvo su efecto y la vuelta de la confianza en Brasil nada más anunciarse el crédito, por ejemplo, se hizo notar en los mercados internacionales, que en España se tradujo en una subida del 5% del Ibex.

Los analistas creen, sin embargo, que el efecto positivo sólo se notará a corto plazo, mientras persiste la incertidumbre a largo. En el caso de Brasil se debe a que este año sólo se recibirán 6.000 millones de dólares, mientras que los 24.000 millones restantes se desembolsarán el próximo año, cuando ya haya nuevo presidente.

Los riesgos persisten

Pese a que los dos candidatos de la izquierda, Luiz Inácio Lula da Silva y Ciro Gomes, han apoyado el acuerdo con el Fondo, continúan los temores a que la victoria de uno de ellos, como muestran las encuestas, termine en suspensión del pago de la deuda, que alcanza los 260.000 millones de dólares.

Además, los expertos creen que mientras no haya una solución en Argentina, epicentro de la inestabilidad de la región, Brasil no conseguirá salir adelante. De momento, algunos bancos extranjeros, como Citigroup, ya han señalado que el crédito no es suficiente para calmar los temores y conceder nuevos préstamos a los brasileños.

Argentina lo tiene aún más difícil. Los analistas dudan de un acuerdo inmediato con el FMI, que en cualquier caso sólo serviría para reprogramar su deuda, pero no aportaría fondos nuevos. En la calle, los argentinos protagonizaron el pasado viernes nuevas protestas por la retención de sus depósitos, bajo el llamado corralito.

Algo similar empieza a suceder en Uruguay, donde el Gobierno ha aplazado hasta tres años la devolución de los depósitos a plazo fijo en la banca pública. La ayuda recibida de EE UU ha servido para garantizar la devolución del resto de los depósitos, pero el FMI ya ha manifestado que para crecer a medio plazo es indispensable que Uruguay continúe las privatizaciones y la desregulación.

Por su parte, México cayó en recesión a la vez que Estados Unidos, a quien destina el 86% de las exportaciones. Según un estudio elaborado por el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, 'la caída en las Bolsas del mundo arroja ya una pérdida de riqueza que afectará al comportamiento del consumo y la inversión'.

En Chile, el presidente, Ricardo Lagos, se ha apresurado a destacar la fiabilidad del sistema financiero, aunque ha advertido que la región va a sufrir una mayor caída del flujo de capitales extranjeros, que ya se ha contraído un 73% respecto a 2001.

La inestabilidad política obstaculiza la recuperación

 

A los problemas financieros que atraviesa América Latina hay que sumar los graves desequilibrios políticos, un factor determinante que pesa sobre la confianza que muestran los inversores.

 

 

 

 

 

 

 

En Brasil, aunque la nueva ayuda concedida por el FMI supuso un rebote del real del 3% el jueves, el viernes volvieron las dudas por las elecciones de octubre y la divisa brasileña cayó esa misma proporción.

 

 

 

En Argentina, las revueltas sociales contra la política del Gobierno de Eduardo Duhalde no han cesado y la campaña electoral frente a los comicios de marzo no ha hecho más que aumentar el malestar de la población.

 

 

 

La exposición de Venezuela a los conflictos sociales se volvió a poner de manifiesto la semana pasada. Diez personas resultaron heridas de bala cuando los simpatizantes del presidente, Hugo Chávez, salieron a la calle para protestar por la decisión del Tribunal Supremo de no procesar a los acusados de intentar un golpe de Estado en abril.

 

 

 

Pero los sucesos más graves han tenido lugar en Colombia. El día de la investidura del nuevo presidente, Álvaro Uribe, el pasado jueves, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) lanzaron 14 proyectiles contra el Congreso que dejaron 17 muertos. La guerrilla ha rechazado además la mediación de la ONU en el conflicto, que había solicitado Uribe, por lo que el fin de la violencia se prevé muy lejano.

 

 

 

Tampoco México y Perú quedan exentos de la inestabilidad política. Sus dos presidentes, Vicente Fox y Alejandro Toledo, respectivamente, han tenido que dar marcha atrás en sus planes políticos por protestas de la población.

 

 

 

Fox tuvo que anular la semana pasada los decretos expropiatorios para la construcción de un nuevo aeropuerto, mientras que Toledo se vio obligado a interrumpir la privatización de dos empresas eléctricas del sur del país.

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