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Opinión
Columna
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¿No es demasiado tarde?

Tendremos elecciones anticipadas en Argentina, nos ha dicho Duhalde, ahora sólo nos queda firmar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) de modo que el nuevo presidente y el nuevo Gobierno surgido de las elecciones se encuentren con una situación despejada y sea posible iniciar la reconstrucción nacional del país. Política de diseño para un futuro en el que la mayoría de los ciudadanos argentinos no creen en casi nada. La crisis argentina ha servido para poner de manifiesto la nueva filosofía y el nuevo método de trabajo del FMI para hacer frente a las crisis económicas. En línea con la visión de la Reserva Federal y de la Administración republicana, las reglas del juego ya no son las mismas que la época anterior: los rescates financieros de un país en crisis se tienen que merecer, no habrá decisiones de carácter político o influidas por la política, el rescate financiero es un premio para quien previamente ha hecho sus deberes y, finalmente, el tratamiento de las crisis se hará país por país en función de sus méritos.

Parecía que Argentina era el gran experimento de esta nueva filosofía del FMI y un aviso general de que así se haría siempre en el futuro. Además, el método escogido se revelaba como un éxito: el contagio de la crisis argentina no se había producido. Era una crisis de un solo país, este país debía hacer sus deberes, tendría el rescate financiero cuando acumulase los suficientes méritos y no influiría en las decisiones económicas el gran problema político de la práctica desarticulación de la sociedad argentina. Durante más de un semestre las autoridades del FMI se sentían seguras, el caso argentino estaba encapsulado y no había el menor riesgo de desbordamiento al resto de países latinoamericanos, ni siquiera a los vecinos del Mercosur. Otra política de diseño que ofrece la sensación contraria: la situación se está tornando muy preocupante y el Fondo y sus principales financieros, norteamericanos y europeos, temen un contagio al área latinoamericana y a partir de ahí un serio problema mundial.

Que la crisis argentina ha empezado a contagiar a los vecinos no se puede negar. Uruguay se ha visto obligado a realizar un severo ajuste fiscal hace apenas un mes y la situación paraguaya está cada vez peor. No importa, se nos ha dicho, se trata de dos pequeñas economías y el fenómeno de contagio es por tanto controlable. Bolivia ha realizado sus elecciones en un contexto económico muy grave. No hay que inquietarse. En Perú, imposible proseguir con el plan de privatizaciones del sector eléctrico por el levantamiento de Arequipa y Toledo tiene grandes dificultades para gobernar. Alarmas exageradas. La economía de Perú no es capaz de disparar una crisis generalizada. A través de este sistema consistente en ir aparcando los temas menores se nos ha llevado a la consideración elemental: el límite del nuevo método de trabajo del Fondo se llama Brasil. Si Brasil se contagia entonces estaremos ante un escenario diferente y esta situación nos obligará a intervenir con presteza y flexibilidad. Todo induce a pensar que estamos atravesando la frontera de las inquietudes. Así, no nos sorprendió que el propio Aznar en la pasada Cumbre del G-8 pidiera una mayor flexibilidad del FMI en el caso argentino, cuando en la Cumbre UE, América Latina y Caribe le explicó a Duhalde que debía cumplir las condiciones de la nueva filosofía del Fondo y no esperar gestiones políticas. Seguramente, el presidente del Gobierno español cayó en la cuenta del susto que puede producir en los consejos de administración de nuestras empresas que Brasil entre en una fase de crisis económica durante un proceso electoral que podría llevar al Gobierno al célebre Lula.

La cuestión es muy seria y hay que tomárselo en serio. Brasil está en una situación muy delicada. El eterno perdedor, Lula, aparece hoy como un posible vencedor. La herencia de Cardoso se ha dilapidado en disputas internas entre los partidarios de Serra y Rossana Sarney. La fractura entre los sectores políticos que apoyaron al presidente Cardoso es tan fuerte que es difícil imaginar que puedan recomponerse de aquí a las elecciones. Entretanto la calificación de riesgo- país de Brasil coloca a la economía brasileña en una situación muy difícil sabiendo además que, gane Lula o gane Serra en septiembre, el nuevo presidente no tomara el poder hasta el 1 de enero de 2003, ya que así lo establece la Constitución brasileña. Un segundo semestre pues en plena interinidad y sin una autoridad clara para abordar una situación económica que se degrada día a día. Lo que está pasando en Brasil no era imprevisible. Se suponía que podía ocurrir. Nos contaron que un nuevo método de trabajo del FMI inspirado por la Reserva Federal norteamericana no permitiría el contagio del mal argentino. Ahora han entrado las urgencias para intervenir. Me pregunto si no será demasiado tarde.

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