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Comercio

La industria textil de EE UU reclama la misma protección que el acero

Las tarifas a la importación del acero han abierto una crisis comercial entre EE UU, Europa y Asia pero no es éste el producto que más recaudará por cruzar la frontera de EE UU, donde el primer puesto lo ostentan los textiles y el calzado. Los grandes distribuidores quieren que los aranceles se recorten o desaparezcan pero la industria del textil, en una grave crisis, trata de impedirlo. En una reciente reunión con el sector, la Secretaría de Comercio se reconoció que había similitudes entre los mercados del acero y el textil.

En marzo, el secretario de comercio, Donald Evans, dijo a los representantes de la industria textil que podían confiar 'en esta administración' y lejos de hablar del libre mercado buscó las similitudes entre esta industria y la del acero. Y las hay. La primera es la crisis que la industria textil sufre en EE UU y que se ha agudizado desde que Asia vive la suya. La fortaleza del dólar y la depreciación de las divisas asiáticas permite que desde hace años se inunde este mercado de productos de Oriente.

La segunda es que al igual que los comicios de noviembre para renovar el Congreso han sido decisivos a la hora de imponer aranceles al acero, los votos de dos estados (Carolina del Norte y del Sur) con fuerte peso de la industria textil, dificultan la apertura del mercado.

El ex legislador republicano Cass Ballenger decía recientemente que el presidente George Bush está dando los pasos necesarios 'para ayudar a los fabricantes en lo que necesiten en estos momentos tan duros'. Ballenger ejemplificaba con el intento de Bush de minimizar el impacto que causa en EE UU un acuerdo comercial con Pakistán. Este país, que había pedido una apertura comercial para sus textiles a cambio de su apoyo a la guerra contra el terrorismo, ha obtenido un intercambio de cuotas que le permite exportar 142 millones de dólares más sobre sus actuales cifras. Menos de la décima parte de lo solicitado, según The Economist.

'Creanme, ningún presidente habría dado al textil este nivel de consideración'. Las palabras de Ballenger se enmarcan dentro de la campaña que se libra para conseguir que a Bush se le conceda la plena capacidad negociadora comercial, conocida por sus siglas TPA, y que será debatida el próximo lunes por el Senado.

Los distribuidores, especialmente las cadenas de ventas con descuento como Wal Mart, se temen que eso signifique una larga vida a las tarifas de las prendas de vestir importadas que componen la mayor parte de su oferta. Algunos exportadores calculan que la media ronda entre el 15% y el 18%. En el caso del calzado, algunos empresarios reconocen que a veces es imposible la rentabilidad.

Las excepciones se derivan en parte de los convenios comerciales con los países y perjudica a las naciones más pobres, cuyos productos se venden a consumidores de clase media y baja y que pagan más arancel que los desarrollados. Según recuerdan en la asociación de grandes distribuidores, el año pasado Bangladesh exportó prendas por valor de 2.400 millones de dólares y pagó 330 millones de dólares en aranceles. Francia, vendió 10 veces más y pagó lo mismo en concepto de tarifas.

La textil es la única industria que sigue un esquema de cuotas, algo que está previsto que finalice en 2005 pero se pueden imponer medidas arancelarias para frenar las importaciones si se trata de parar la competencia desleal, algo que ya ha sido esgrimido en el caso del acero.

Jonathan Gold de la asociación de distribuidores dijo recientemente que si el presidente quería realmente 'aliviar al consumidor americano, la eliminación de las tarifas es la mejor manera de hacerlo, más importante que una rebaja de impuestos'.

Según Gold, la protección tarifaria a los productos hechos en EE UU no ha funcionado. Esto es lo único que tienen en común esta asociación y la que aglutina a los productores, muchos de cuyos asociados han recurrido a la suspensión de pagos o quiebra en los últimos años. Desde 1997 se han cerrado 240 fábricas y desde el 11 de septiembre se han perdido 67.000 puestos de trabajo. El portavoz para asuntos de comercio del Instituto de productores textiles americanos, asegura que 'el mayor problema para nuestra industria es que el 80% de los textiles que se venden en EE UU son importados y con la devaluación en Asia los productos de estos países son un 38% más baratos . Al final la devaluación ha funcionado como un recorte de tarifas'.

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