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Columna
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La responsabilidad social corporativa, ¿moda o necesidad?

Kofi Annan, secretario general de la ONU, presenta hoy en España una iniciativa que él mismo se ha encargado de poner en marcha y alentar desde su inicio, el Pacto Mundial de Naciones Unidas sobre Responsabilidad Social. Concebido por el propio secretario general en el Foro Económico de Davos en el año 1999, este pacto pretende fomentar el cumplimiento, por parte de las organizaciones, de nueve principios relacionados con los derechos humanos, las normas laborales y el respeto por el medio ambiente.

En España, el Pacto Mundial ya fue presentado el 1 de noviembre de 2001 en la sede del Grupo Inditex en la localidad coruñesa de Arteixo. Este respaldo a la iniciativa de Annan venía motivado por la adopción del grupo de dos códigos de conducta, uno interno difundido en 15 idiomas a todos los trabajadores del grupo y otro en el que se recogen 11 puntos concretos por los que se implica y obliga a todos los proveedores a cumplir con los valores generales que promueve el Pacto Mundial.

La multinacional textil gallega fue la primera empresa española en adherirse al mencionado acuerdo, marcando la pauta para que, en la fecha de la puesta de largo del pacto en España, sean cerca de 200 las organizaciones que han adoptado el planteamiento del Pacto Mundial.

Aunque la responsabilidad social corporativa pueda ser una concepción que, en primera instancia, parezca más adecuada para empresas multinacionales, transnacionales o globales, las iniciativas de puesta en marcha de este tipo de proyectos pueden ser emprendidas por cualquier clase de organización. De este modo, no es imprescindible realizar grandes planteamientos sobre la responsabilidad empresarial en el ámbito social; todas aquellas organizaciones, sobre todo empresariales, que pretendan una adecuada inserción social, pueden optar por acciones más modestas en la línea de la denominada acción social.

La acción social empresarial, la cual hace referencia a la dedicación de los recursos humanos, técnicos o financieros a proyectos de desarrollo de la sociedad en beneficio de personas desfavorecidas o a proyectos de interés social en general es, quizás, la derivada más inmediata de la responsabilidad social de las empresas, así como aquella que precisa su concreción más directa en acciones específicas. Podemos considerarla, pues, un área exenta dentro de la responsabilidad social corporativa, debido a que no sólo importa a las propias organizaciones, sino que también involucra a los miembros de las mismas.

La acción social corporativa se concreta en: programas corporativos, programas relacionados con productos y servicios y programas en colaboración con personas de la empresa. En numerosas ocasiones, estos programas no suelen tener una alta relevancia externa y es por ello que las empresas no sólo deben incentivarlos, sino que también han de hacerlos públicos así como darlos a conocer al conjunto de la sociedad. Es más, estudios realizados recientemente demuestran que al ciudadano le parece bien que las empresas difundan sus logros en temas de acción social, aunque las firmas no lo publiciten debido a que consideran que ello puede dar lugar a malas interpretaciones.

De este modo, para la correcta implantación de iniciativas y actividades de acción social en las empresas, lo más adecuado es diseñar y poner en marcha un plan de acción social. Como todo plan empresarial, precisa de una estrategia, unos objetivos, unas líneas de acción específicas, la determinación de los procesos que concurran, la elaboración de un presupuesto y, por último, la evaluación del impacto de lo puesto en funcionamiento. Para ello, la empresa debe desarrollar un proceso que permita cubrir tres etapas esenciales para el correcto uso del plan de acción social:

Evaluar la acción social histórica de la organización.

Analizar las necesidades, expectativas y posibilidades en función del entorno.

Estimar cuál puede ser la acción social más idónea.

Una vez completado el proceso anterior, se diseñará e implantará el plan de acción social correspondiente. Como podemos observar, las organizaciones ya no tienen excusa para evitar sus obligaciones para con el entorno en el que están radicadas. Con ello podrán llegar con dignidad a 2005, periodo que la ONU quiere que se convierta en el año de la responsabilidad social corporativa.

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