¿Aranceles? No, gracias
La economía suele definirse como aquella ciencia social que asigna unos recursos, por definición limitados (o escasos), a unas necesidades ilimitadas. No obstante, me gusta añadir en mis clases que esta asignación se produce bajo dos criterios, eficiencia y equidad.
Durante este último mes hemos asistido a una demostración más de hasta qué punto esta definición ha caducado. La imposición por parte de EE UU de unos aranceles de hasta un 30% a las importaciones de acero ni es eficiente ni introducirá más equidad en el sistema económico.
La ya denominada guerra del acero ha hecho correr ríos de tinta que van camino de aumentar su caudal, a tenor de las intervenciones de los mandatarios europeos, chinos y japoneses, entre otros. La historia ni es nueva ni tampoco se repite; sólo sus constantes.
æpermil;rase una vez una Administración preocupada por la mala situación de un sector. æpermil;sta, después de mucho reflexionar, decidió ayudarlo, colocando un impuesto entre un 8% y un 30% a los productos importados (arancel) para que de esta forma los bienes fabricados por los productores nacionales fueran más baratos relativamente.
No hace falta haber estudiado economía para saber que esta solución no es eficiente, puesto que los compradores estadounidenses de estos productos deberán pagar más que antes, los productores del resto del mundo ingresarán menos de lo que esperaban y sólo los productores estadounidenses, sus trabajadores y el Estado se beneficiarán. Con todo, esta ganancia no compensará la pérdida de los otros agentes, por lo que... se reducirá el bienestar no sólo en los otros países, sino incluso dentro del mismo país.
No obstante, 'la medida de salvaguarda sólo se aplicará a algunos productos y a algunos países', por lo que sería posible que el arancel introdujera más equidad en la economía mundial. No esperen demasiado, tampoco será así. Sólo un dato: EE UU era, junto con China, el principal importador de acero, por lo que imaginen qué sucederá si uno de esos dos mercados es prácticamente cerrado al resto de países.
Los principales beneficiarios de las medidas serán los Estados de Virginia Occidental, Pensilvania y Ohio (necesarios para la posible reelección del presidente Bush), el Congreso de EE UU (puesto que podrá cambiar ciertos cromos con el presidente), Canadá, México, Argentina, Tailandia, Turquía y los países emergentes (ya que a ninguno de estos países se les aplicará el arancel). Perjudicados: el resto del mundo.
No es la intención del autor aburrirles con las distintas acepciones de equidad presentes en la literatura económica o filosófica, pero la de la Administración americana cabe calificarla como mínimo de curiosa; siendo defensora del libre comercio cuando son competitivos y proteccionistas cuando no.
Luego, ¿qué otra solución tiene EE UU? Se me ocurren dos, una interna y otra externa. Uno de los principales problemas de las siderúrgicas estadounidenses es, en palabras de Paul Krugman, los legacy costs (costes heredados), puesto que prometieron unas prestaciones sociales (sanitarias y de jubilación) a los trabajadores muy elevadas, lo que se ha traducido en una carga importante para esas empresas. La solución interna pasaría por el Estado, que podría hacerse cargo de una parte o de la totalidad de ese coste, aunque eso aumentaría el déficit público y..., pero ésa es otra historia.
La solución externa vendría por el lado de operar en el mercado monetario para rebajar la fortaleza del dólar.
¿Y qué opciones tiene Europa? Unas van en la dirección de pedir unas compensaciones inmediatas y recurrir las medidas estadounidenses al comité de salvaguarda de la Organización Mundial del Comercio (OMC); aunque según las últimas declaraciones cruzadas no tienen demasiados visos de prosperar. Otras se dirigen a la ley del talión. Por desgracia, se dejaría ciego a todo el mundo.
Como pueden observar, en pleno siglo XXI, después de milenios de historia, tras siglos de análisis de la ciencia económica, seguimos tropezando con las mismas piedras.
En una de las últimas entrevistas a Grant Aldonas, subsecretario del Departamento de Comercio, publicada en Financial Times, argumentaba la necesidad de la imposición de los aranceles para garantizar la recuperación de sectores importantes de la economía americana que podía verse frenada por los obstáculos a sus exportaciones que suponen el bajo crecimiento en la UE, la recesión del Japón y 'la fortaleza del dólar'.
O sea, una especie de acicate a que los países de la UE y Japón hagan más esfuerzos para reflotar sus economías. Me hubiera gustado preguntarle si los aranceles nos ayudarán a incrementar nuestro crecimiento industrial. En cuanto a los incentivos de este tipo, sólo dos palabras: no, gracias.