La importancia de la Cumbre de Monterrey
José Antonio Ocampo analiza la agenda de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre Financiación y Desarrollo que se celebra en Monterrey. El autor destaca la carencia de fuentes de financiación de los países de economía más débil
Desde ayer y hasta el próximo viernes se celebrará en Monterrey (México) la Cumbre de las Naciones Unidas sobre Financiación para el Desarrollo. La preparación de este evento incluyó más de un año de debates orientados a la generación de consensos, cinco conferencias regionales y una amplia participación de la sociedad civil y del sector privado, y cuenta en su etapa final con la participación de más de medio centenar de jefes de Estado.
Conjuntamente con la Ronda de Desarrollo de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que se lanzó en Doha (Qatar) a finales del año pasado, y la Cumbre de Desarrollo Sostenible, que tendrá lugar en Johanesburgo en septiembre, representa un verdadero diálogo global sobre los problemas del desarrollo en la globalización.
El momento no puede ser más oportuno. En efecto, la crisis asiática de 1997 representó para los países en desarrollo una quiebra entre la fase de abundancia de capitales privados, que se había iniciado a comienzos de los noventa, y otra caracterizada por la menor disponibilidad de financiamiento externo, en condiciones de mucha mayor volatilidad, y costes y plazos menos favorables.
En 2002 se cumple en América Latina el cuarto año consecutivo durante el cual la entrada neta de capitales es inferior a los pagos de intereses de la deuda externa y remesas de utilidades de las empresas extranjeras. El impacto de esta disminución del financiamiento externo ha sido pronunciado. El crecimiento económico de América Latina durante el lustro 1998-2002 alcanzará sólo un 1,5% anual, es decir, un monto apenas similar al crecimiento de la población.
La crisis asiática desencadenó, por ello, un debate profundo sobre la necesidad de reformar el sistema financiero internacional. Sin embargo, el proceso de reformas ha sido lento y parcial y se ha caracterizado por la ausencia de consensos sobre áreas críticas e incluso sobre el contenido mismo de la agenda de reformas. De hecho, el Consenso de Monterrey ofrece, por primera vez, una agenda común.
Esta agenda es comprensiva en muchos sentidos: incluye tanto las acciones necesarias a nivel nacional, como aquellas que se deben realizar a escala global; tanto los flujos privados, como los oficiales; y tanto las necesidades de financiamiento a largo plazo, como los problemas que genera a corto plazo la inestabilidad de los flujos de capital.
El ahorro nacional es la principal fuente de financiamiento de la inversión en todos los países. La importancia de aumentar los niveles de ahorro nacional es particularmente evidente en América Latina, donde los niveles de ahorro nacional son muy bajos, de hecho inferiores a los de hace dos décadas. También es importante fortalecer los sistemas financieros para proporcionar recursos de largo plazo a los inversionistas, financiamiento adecuado a las micro y pequeñas empresas y a los hogares pobres, y evitar la excesiva frecuencia de crisis financieras nacionales. En todas estas dimensiones, América Latina también tiene déficit importantes.
A nivel internacional, la agenda de Monterrey señala, en primer lugar, la importancia de la estabilidad de los flujos privados de capital que reciben los países en desarrollo, tanto a través de inversión extranjera directa como de flujos financieros. En materia de recursos oficiales, la cumbre reiterará la meta de las Naciones Unidas sobre asistencia oficial para el desarrollo (0,7% del PIB de los países industrializados), la principal fuente de financiamiento externo de los países más pobres del mundo.
Hoy la asistencia oficial sólo alcanza una tercera parte de dicha meta y es necesario, por lo tanto, adoptar acciones concretas para cumplirla en un plazo prudente. La cumbre resaltará también el papel esencial de los bancos multilaterales de desarrollo, que constituyen una de las pocas fuentes de financiamiento de los países en desarrollo durante épocas de sequía en los mercados privados de capitales, como la actual.
La agenda de Monterrey incluye también una visión integral de cómo prevenir y manejar crisis, cuyos altos costes económicos y sociales conocemos ampliamente los latinoamericanos. Este enfoque integral incluye políticas económicas más preventivas durante los periodos de abundancia, más información y mejor regulación de los mercados financieros, una adecuada disponibilidad de financiamiento excepcional del Fondo Monetario Internacional durante las crisis, mecanismos multilaterales para hacer frente a los problemas de sobreendeudamiento, un papel activo para los organismos financieros regionales y la necesidad de limitar el alcance de la condicionalidad con la cual las instituciones financieras facilitan sus recursos.
A todo lo anterior se agrega el llamamiento a una participación más equitativa de los países en desarrollo en los organismos financieros multilaterales. He ahí la rica agenda que nos deparará esta cumbre para fortalecer la cooperación financiera internacional.