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PRESENTE
Columna
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Unilateralismo

La defensa de sus intereses económicos ha sido pieza básica de la política exterior de EE UU. Carlos Solchaga asiste con preocupación al nacimiento de una onda de unilateralismo norteamericano

La defensa a ultranza de los intereses económicos norteamericanos ha sido uno de los componentes básicos de la política exterior de los Estados Unidos. Se dirá que esto es un rasgo común a la política exterior de cualquier país y más si éste tiene pretensiones de ser una potencia a nivel regional o global y, sin duda, ello es cierto. La diferencia estriba en que en otros muchos países, particularmente los europeos, el peso dado a los intereses económicos en la configuración de su política exterior es bastante menor que en los Estados Unidos. Consideraciones globales de alineamiento o alianza ante posibles enemigos comunes, o consideraciones puramente políticas tienen una importancia mucho mayor en su elaboración de la estrategia exterior de nuestros países.

A este hecho contribuye de manera muy significativa la circunstancia de que en nuestros países las líneas maestras de la política exterior no son objeto del debate parlamentario de todos los días, sino que suelen formar parte, en las épocas de normalidad, del área de los consensos de la política de Estado entre las diversas fuerzas políticas que sólo muy raramente se rompen a consecuencia de las presiones de un grupo corporativo (económico o no económico, nacional o extranjero) o cuando la política exterior de nuestros países en relación con un tema concreto entra en colisión con nuestras creencias democráticas o nuestro respeto por los derechos humanos.

Casi nada de esto es cierto en el caso de los Estados Unidos. Allí muy pocos puntos de la política exterior son materia reservada para el consenso entre los partidos (lo cual no quiere decir que no haya posiciones comunes reconocibles o que no haya habido a lo largo de los últimos 50 años, por ejemplo, constantes en la estrategia de la política exterior norteamericana) y es evidente que el cambio de signo de la Administración acaba teniendo profundos efectos en la orientación de su política exterior. Del mismo modo, todos los aspectos comerciales, financieros y económicos relacionados con la política exterior (aranceles y comercio internacional, ayuda a otros países, relaciones con los organismos financieros internacionales, etc.) tienen el mismo tratamiento parlamentario y son objeto de debate tan implacable, por encima de lo que algunos podrían suponer intereses generales del Estado en relación con la comunidad internacional, como cualquier otro asunto de política interior de obras públicas, educación o seguridad.

Estas características facilitan enormemente el triunfo de las estrategias unilaterales en la orientación de la política exterior norteamericana ya sea en materia económica, como hemos visto ahora con la elevación de los aranceles a la importación de acero o en materia política y de defensa, como se está viendo en la preparación de una posible intervención norteamericana en Irak o en la reticencia de los Estados Unidos a implicarse en un arreglo del problema por excelencia de Oriente Próximo, el conflicto palestino-israelí. A ello contribuye igualmente la mala conciencia de una potencia que se niega a jugar el papel que otras jugaron en el pasado (particularmente las potencias imperialistas europeas de antes de la Primera Guerra Mundial), pero que al no poder evitar comportarse como lo que es, la gran potencia planetaria, siente siempre la tentación de la vuelta al aislacionismo poniendo en dificultad el desarrollo de las relaciones multilaterales.

Desgraciadamente estamos asistiendo al nacimiento de una onda de unilateralismo norteamericano. Esto siempre será motivo de preocupación, pero lo es ahora con mucha mayor razón cuando, por hablar sólo del campo de lo económico, los principios positivos de la globalización están siendo fuertemente contestados (y no sólo por los globófobos), el sistema financiero internacional parece más vulnerable que nunca y la economía internacional está atravesando una crisis importante cuya salida, aunque pudiera parecer cercana a algunos, dista mucho de representar un escenario de desarrollo sostenible para la mayoría. Sin embargo, dada la diferencia de poder de los Estados Unidos con el resto de los países, quizá tengamos que asistir a un periodo en el que se cumplirá aquel viejo adagio inglés: might is right.

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