Los factores internos y externos no ayudan a Pastrana
Una de las principales características de la evolución de la economía latinoamericana en los últimos meses es la disparidad que se puede observar entre los distintos países. Colombia destaca entre el grupo que podría sufrir en el corto plazo un deterioro de su calificación crediticia, motivado tanto por factores internos como externos.
En primer lugar, el anuncio el pasado 20 de enero del fin de las negociaciones con las FARC ha incrementado la inestabilidad política de forma importante y los secuestros a dirigentes políticos ha introducido nuevos factores de riesgo, a pocos meses de las elecciones. Esta situación se combina con un claro deterioro del crecimiento económico. La producción industrial, excluyendo café, cedió de nuevo en diciembre, arrastrando la tasa interanual de contracción hasta el 1,3% y aunque el ritmo de cesiones mensuales se está moderando, las expectativas para el corto plazo no son positivas. No sólo por la falta de dinamismo de la economía mundial, sino por el efecto negativo de la devaluación del bolívar.
Venezuela es el segundo socio comercial de Colombia, con un peso cercano al 15%. Desde el anuncio de la ruptura del régimen cambiario, el bolívar se ha depreciado contra el dólar un 35%, mientras que el peso colombiano ha permanecido bastante estable. Esta pérdida de competitividad será especialmente dura para la industria que a corto plazo no encontrará mercados alternativos.
A pesar de que, como señalan las propias agencias de calificación, no es previsible una rebaja del rating de Colombia (ha completado prácticamente su totalidad las necesidades de financiación externa de 2002), si persiste la inestabilidad política y la economía no da muestras de recuperación, sí podrían observarse recortes desde el actual BB que actualmente ostenta.
Desde el 20 de septiembre, el diferencial del índice EMBI colombiano ha repuntado 50 puntos, hasta los 650 puntos, lo que supone niveles inéditos desde hace un año. Este repunte del riesgo-país ha venido motivado por los tenedores extranjeros, ya que los domésticos muestran una gran estabilidad. Los fondos de pensiones tienen materializado un 50% de sus carteras en referencias públicas, lo que supone el máximo permitido por la ley.
Brasil tiene la casa en orden
Los datos del balance público brasileño de enero mostraron una contracción del déficit público nominal y una leve caída del superávit primario. Pero ésta no debe interpretarse como un peor desempeño del sector público, ya que se debe exclusivamente a un efecto extraordinario generado por una pérdida de Petróleos Brasileños por unos 2.500 millones de reales (1.043 millones de euros).
Sin este efecto, las cuentas públicas deberían mostrar la positiva evolución de los últimos meses. Desde principios de 2001, la mejor eficiencia en la recaudación de impuestos y el control de los gastos permitieron al fisco mostrar sostenidos aumentos en el superávit primario pese a la desaceleración. De hecho, en octubre ya se había cumplido la meta de superávit primario pactada con el Fondo Monetario Internacional para todo el año. Pero el hecho de que casi un 30% de la deuda pública esté denominada en dólares implicó que la depreciación del real ampliara el déficit nominal.
En 2002, a pesar de la leve depreciación del real observada en enero, el movimiento a la baja de la divisa debería interrumpirse a lo largo del año, por lo que los incrementos en el déficit primario deberían traducirse en una contracción del déficit nominal. Estas buenas perspectivas para las finanzas públicas han sido en gran parte responsables de la desvinculación de la economía brasileña de Argentina y han favorecido una reducción del riesgo-país de 450 puntos desde su máximo en octubre. Incluso, las revisiones a la baja de los ratings podrían estar cercanas, como lo indica la reciente mejora de perspectiva de estable a positivo por Moody's.