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Columna
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La Cumbre de Barcelona, apuestas y restricciones

Según cifras de la UE, en 2001 la renta per cápita de EE UU, expresada en equivalente de poder de compra, era del 155,9% de la correspondiente a la propia Unión. En 1975 la relación era de 141,8%. Visto al revés, la renta per cápita de la UE, medida en poder de compra ha pasado del 70,5% en 1975 a menos del 60% un cuarto de siglo después. En lo que concierne al desempleo, las cifras estimadas por la OCDE para 2001 son del 6,2% en EE UU, 8,1% para la UE y 8,9% en la zona euro, con lo que la convergencia en materia de empleo sigue siendo un tema pendiente.

En la Cumbre de Lisboa de marzo de 2000 se apostó porque la UE se convirtiera en 'la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, capaz de un crecimiento económico sostenido con más y mejores empleos y mayor cohesión social'. En esa cumbre se fijó la cifra de 20 millones de empleos a crear antes de 2010. Entrado 2002 y tras el éxito de aceptación popular y la brillantez logística de la introducción del euro y la retirada de los billetes y monedas antiguas, los mercados financieros siguen considerando que las expectativas de crecimiento de EE UU son más sólidas que las de una UE en proceso de desaceleración. Con lo que la revitalización del impulso lisboeta está en primer plano y así se plantea por parte de la presidencia española para la Cumbre de Barcelona de mediados de marzo. La organización empresarial europea Unice retomó la carta abierta enviada por el empresariado de Alemania, Reino Unido e Italia al presidente de la UE, señor Aznar, instándole a tomar medidas decisivas para avanzar en la construcción real del mercado único europeo. æpermil;se y otros temas están presentes en la agenda de Barcelona, especialmente en lo relativo al transporte por ferrocarril, portuario y aéreo, a los mercados de red como el gas, electricidad y telecomunicaciones junto con el mercado financiero único, la remoción de obstáculos a la movilidad laboral y la coordinación en la lucha contra el terrorismo, por citar algunos.

Las ventajas del euro no cobran realidad práctica por la segmentación de los mercados que reduce la competencia. El Libro Verde por ejes sobre el transporte, por ejemplo, menciona muchas de las barreras existentes en los distintos segmentos, de forma que los problemas y las vías de actuación se conocen perfectamente. Lo que falta es la voluntad política y ésta se ve afectada negativamente por las elecciones convocadas en este semestre y el próximo.

Las posibilidades de conseguir logros sustantivos son limitadas. La presidencia Europea puede reforzar algunos asuntos como el de la regulación de los mercados financieros de valores. El llamado Committee of wise men on the regulation of european securities markets ha logrado un consenso previo que puede permitir su plasmación en resultados en un plazo muy inferior a lo habitual en la UE, lo que -incluso- ha generado expectativas de que pueda ayudar al descenso de los tipos de interés.

Esa expectativa es poco realista, porque el margen de intermediación de las entidades financieras ya es muy reducido y, además, porque, de aplicarse los criterios de provisiones sugeridos por el grupo de Basilea, se anularían con creces los efectos de la mayor competencia.

Otros temas son muy sugerentes, como la posibilidad de que los trabajadores puedan ir a otros países llevándose su pensión, pero los resultados requieren tiempo.

En otros asuntos la oposición sólo permite, en el mejor de los casos, avances parciales, como ocurre en la liberalización plena de mercados de energía eléctrica. Sin embargo, las dificultades ni son insalvables ni deben reducir la intensidad del esfuerzo por avanzar.

La presidencia española puede mostrar su cumplimiento de estabilidad presupuestaria, a pesar de que el crecimiento del PIB real en 2001 quedó unas ocho décimas por debajo de lo previsto. Esto evidencia que la confianza asociada al equilibrio financiero del sector público es benéfica para el empleo y refuerza su asunción del liderazgo en la construcción real de la UE.

Paradójicamente, el Gobierno centrista español y el laborismo británico están mostrando más cumplimiento y empuje que los socialistas de Francia y Alemania, que en el pasado lideraron el proceso. La presidencia española, además, debe insistir en estos aspectos, porque la renta per cápita y el empleo en España, a pesar de las mejoras de los últimos ejercicios, necesita esforzarse por converger en renta y empleo con la UE, del mismo modo en que ésta debe hacerlo con EE UU.

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