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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El precio de la transparencia

La quiebra de la estadounidense Enron ha puesto al descubierto muchos entresijos ocultos hasta ahora en el sistema que ha cultivado durante los últimos años el capitalismo popular. Y la realidad destapada por el potente foco del escándalo no va a complacer al pequeño inversor.

Al poder público corresponde la urgente tarea de devolver la confianza al mercado. Pero no sólo en EE UU, sino en todas las economías, porque el caso de la compañía energética ha puesto de manifiesto que en el mundo globalizado se contagian los desequilibrios de la confianza. La mejor receta para acabar con casos como el de Enron es taparlos con un manto de transparencia. Transparencia contable en todas las empresas que busquen recursos en los mercados y en sus vínculos con los auditores, pero también en las autoridades reguladoras.

La UE ha colocado, con razón, este objetivo en lo más alto de su agenda política. Para Bruselas, el primer paso debe ser la aplicación obligatoria por todas las empresas cotizadas en Europa de las normas internacionales de contabilidad conocidas por la sigla IAS, unos estándares elaborados en Londres por un comité internacional. El Parlamento Europeo y los 15 Estados miembros están discutiendo el reglamento de aplicación de esas normas, que debería entrar en vigor en 2005.

Tras el escándalo de Enron, la Comisión Europea ha decidido aumentar su apuesta. El comisario de Mercado Interior, Frits Bolkestein, no ha dudado en señalar la superioridad de las normas IAS sobre las US GAAP, que exige obligatoriamente la autoridad bursátil estadounidense.

Bruselas, con el apoyo de la presidencia española, exige que las normas de origen europeo se conviertan en el parámetro internacional.

Es evidente la conveniencia de un marco normativo global para unos mercados financieros internacionales profundamente entrelazados. A los especialistas les corresponde dilucidar cuál es el mejor punto de partida para alcanzarlo. El debate, en cualquier caso, exigirá transparencia para que el inversor confíe en su resultado.

Bolkestein hace bien en defender de entrada la supremacía de una norma de origen europeo. Pero debe hacerlo con honestidad y poniendo todas las cartas sobre la mesa. Entre ellas, el hecho de que las normas US GAAP, a diferencia de las IAS, obligan a revelar detallada información sobre los salarios y beneficios de los directivos, desde el presidente a todo el consejo de cada compañía. Las empresas europeas, que en su mayoría ocultan esa información al accionista local, deben facilitarla en EEUU si desean cotizar allí. Esas mismas empresas presionan desde hace años para que se reconozcan en EE UU las normas IAS, lo que les evitaría desvelar información que consideran privada.

La Comisión Europea debe informar de todo esto. De otro modo, se puede sospechar que su cruzada por una normativa global bajará el tono tan pronto como EE UU reconozca la norma europea. Y la credibilidad de todo el proyecto quedaría erosionada.

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