El Ibex sube un 7,6% en noviembre y recupera el 34% desde mínimos
En los próximos días, como sucede siempre en la recta final del año, los especuladores más fantásticos pondrán de moda el viejo término del rally de fin de año, en alusión a movimientos alcistas interesantes. Se trata de mantener encendida la llama de la Bolsa, aunque la estadística niegue esta premisa. Un estereotipo que colea y coleará en el tiempo, pero que en contadas ocasiones se hace realidad.
Los mercados encaran sin remedio la recta final del año con el ánimo de encontrar, al menos, el equilibrio en los índices, aunque en las últimas semanas se dispararon las apuestas entre los más osados especuladores sobre un Ibex entre los 9.000 y los 9.500 puntos para el final del ejercicio. Mucho deben madrugar los compradores, mucho deben ondear las banderas, para que la apuesta no falle, porque, entre otras cosas, quedan muy pocas sesiones hábiles para el final de 2001.
Apuestas aparte, los mejores gestores del mercado consideran que desde hace cuatro semanas el mercado de acciones ha dado muestras suficientes de cansancio. De ahí las fuertes resistencias al alza y la mayor presión del papel (sube el volumen) cuando los precios se desmarcan con fuerza.
Una vez más, los fundamentos internos y externos empeoran y con ello las valoraciones de las Bolsas. De puertas adentro, los resultados de las empresas han pasado de ser malos a pésimos, con perspectiva de llegar a ser horribles en el último trimestre del año. El inversor final, asimismo, permanece ausente, con lo que el mercado queda en manos de las operaciones intradía, siempre animadoras de la volatilidad.
En el exterior las cosas han empeorado. La economía sigue en coma y las perspectivas que manejan los mejores analistas no son, precisamente, halagüeñas. Hasta hace muy poco se especulaba con la idea de que la economía de Estados Unidos tocaría fondo al final de la primavera de 2002. El sentimiento de última hora es que la recesión puede durar un año más.
Sólo queda el consuelo, aunque hasta ahora ha servido para muy poco, de un nuevo recorte de los tipos de interés.
'Opamanía' y quiebras empresariales
Se han desgañitado algunos analistas, nacionales y extranjeros, en los últimos días con pregones de que hay empresas susceptibles de ser objeto de una OPA, como el cuento del lobo. Pero el lobo no llega. Y parece que no va a llegar, porque la situación económica en el mundo no está para apuestas.
Contaba hace unos días un analista de prestigio que las OPA siempre se producen en situaciones de ebullición de los mercados y gran crecimiento económico. Las OPA en tiempo de crisis, añadía, es algo así como un funámbulo que trabaja sin red.
Hay medios que recogen con mucho entusiasmo la oleada de opamanía que se ha detectado en círculos muy concretos del mercado, pero las operaciones no se ejecutan y, lo que es más sugerente, nadie les presta especial atención.
Este fenómeno tiene en contra el fuerte deterioro de los resultados de las empresas y su traslación a otros segmentos del mercado, entre los que destacan los bancos y los fondos de inversión.
El caso de Enron, compañía dedicada a distribución de electricidad y gas natural, está en quiebra después de fracasar la fusión con Dynegy. Antes, las grandes compañías de telecomunicaciones europeas reconvirtieron la deuda. Hay quien dice que lo peor está por llegar en materia de resultados.