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Otro recorte de tipos de interés en la UE dañaría el control de la inflación

El Banco Central Europeo está atrapado en sus decisiones inmediatas sobre política monetaria. Por una parte, por la presión de la Reserva Federal norteamericana, que baja los tipos para estimular la demanda y evitar una recesión prolongada, y por otra, la que suponen las tensiones inflacionistas todavía presentes en Europa, así como los temores a que se disparen los déficit fiscales.

La bajada desde el 3,5% al 2,5% de los tipos de interés en los Estados Unidos, precipitada por los atentados terroristas del 11 de septiembre para evitar que la crisis económica en la que ya ha entrado EE UU sea prolongada, está dejando en una posición incómoda a Europa y su banco central.

Si el día 17 todos los grandes bancos concertaron una reducción del precio del dinero, además de inyecciones abultadas de liquidez para sosegar los mercados financieros, la segunda reducción del precio del dinero de Alan Greens-pan en los Estados Unidos no ha sido secundada, salvo por el Reino Unido, que tiene los tipos más altos de Europa, en el 4,5%.

Los gestores de la política monetaria europea, muy influidos por las tesis germánicas, han mostrado gran resistencia a reducir los tipos de interés en los últimos tiempos, por entender que la inflación no está bajo control desde hace dos años, que ha marcado siempre tasas superiores al 2%, barrera que marca la estabilidad.

Fuentes del Banco Central Europeo admiten que en los próximos meses las tensiones inflacionistas pueden ceder, dado que los precios de las materias primas lo han hecho y lo harán en mayor proporción debido a la debilidad de la demanda mundial. Por tanto, el banco "podrá dedicar más atenciones a su segundo pilar, a fomentar el crecimiento económico", asegura la fuente.

Dos políticas monetarias

En todo caso, primero domeñar la inflación, y después bajar los tipos para estimular la actividad económica. En Estados Unidos, sin perder de vista el control de la inflación, la tradición exige cuidar el crecimiento económico, y en tal práctica se ha embarcado la Reserva Federal, bajando los tipos incluso por debajo de la inflación, y dejando entrever que pueden bajar más, hasta niveles desconocidos desde el año 1958.

Esta circunstancia, que puede ser un problema menor si es puntual, también se produce ya en la unión monetaria europea. Con la bajada concertada del día 17, tres países de la Unión, Grecia, Holanda y Portugal, gozan ahora (o sufren) de tipos reales negativos.

Pero Irlanda y España pueden estar en la misma situación si se produce una nueva rebaja del precio del dinero y antes no cede la inflación. Así las cosas, la mitad de las economías de la UE estarían en grave riesgo de perder el control de la inflación por acometer una rebaja de tipos de estimule el crecimiento.

Una medida encaminada en una dirección puede provo-car, en el medio plazo, lo contrario: un rebote de los precios generalizado que dañaría el crecimiento y el empleo.

Sin embargo, algunos analistas dudan que una bajada de tipos tenga un efecto inmediato sobre la actividad cuando los agentes económicos han perdido la confianza y persiste la amenaza de conflicto bélico. Por tanto no temen que se pueda avivar la inflación.

En España el Gobierno ha pasado meses enteros considerando que una bajada de tipos de interés no era necesaria, porque la tasa de inflación no bajaba del 4%. Y no bajaba no por la presión de los precios de las materias primas, sino por la espiral inflacionista que se había encendido en los componentes subyacentes del índice, que ponen más caro su control.

Poca presión del consumo

Lo que ocurra en los meses que restan de 2001 y en 2002 es un enigma, como lo es lo que suceda con el crecimiento y el empleo. Pero pese al optimismo que muestran las previsiones económicas del Ejecutivo en materia de consumo privado y crecimiento, hay expertos que apuntan a un comportamiento del consumo prácticamente pegado a cero.

El dinamismo mostrado este año, más moderado en el segundo semestre, amparado en parte en la afloración de dinero negro (cuantificado en más de un billón de pesetas), pone difícil que en 2002 se produzca un crecimiento del consumo de los hogares.

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