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Génova arranca con la primera víctima antiglobalización

Los líderes de los siete países más industrializados del mundo reconocieron ayer lo evidente: la desaceleración mundial es más intensa de lo previsto. Pero confiaron en las buenas perspectivas que a medio y largo plazo ofrecen sus economías. El G-7 expresó su apoyo explícito a Japón, Turquía y Argentina y su preocupación por el alto precio del crudo.

El Grupo de los Siete (Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Japón, Francia, Italia y Canadá) reconoce que la economía mundial "se desaceleró más de lo previsto a lo largo del pasado año", pero aseguran que los buenos fundamentos económicos propician "una base sólida para un fuerte crecimiento".

Con la clara impronta de Washington en el comunicado inicial de la reunión (todos los países tienen deberes excepto EE UU), los Siete se comprometen a seguir avanzando en las reformas para promover el crecimiento a través de los incrementos de productividad, un entorno macroeconómico saneado, el libre comercio, las reformas estructurales y la cooperación internacional.

La zona euro, a juicio de los Siete, deberá promover rebajas de impuestos, reformas estructurales y el control de precios "para que aumente su potencial de crecimiento".

En el caso de Japón, el comunicado constata la "extrema debilidad" de su economía e insta al Gobierno de Junichiro Koizumi a "una aplicación más vigorosa de reformas financieras y empresariales", aunque se felicita de los anuncios realizados por el nuevo equipo.

Especial mención merecen en esta ocasión Argentina y Turquía. Las crisis que atraviesan estos países demuestran "la necesidad de avanzar en el refuerzo de los sistemas financieros y las posiciones fiscales" en los mercados emergentes. El G-7 destaca que estos Gobiernos "han adoptado medidas positivas" en la dirección correcta. Y más aún, el presidente francés, Jacques Chirac, aseguró ayer que el G-7 no dejará caer a Argentina y adoptará las medidas necesarias para evitar el colapso del país, que, de producirse, provocaría una crisis como la de 1997-98.

El único capítulo en el que los Siete se muestran especialmente críticos es en "los altos y volátiles precios del crudo", que son "motivo de preocupación para la economía mundial". Frente a las críticas del G-7, la Organización de Países Exportadores del Petróleo (OPEP) constató ayer una crisis de demanda energética, lo que les lleva a plantearse la posibilidad de convocar una reunión extraordinaria antes de septiembre para acordar un nuevo recorte de la producción. Tras estos comentarios, el precio del barril de crudo empezó a subir y se cerró ayer cerca de los 25 dólares.

La reunión que ayer comenzó en Génova, a la que hoy y mañana se une Rusia (G-8), tuvo un marcado tono social, presionado por las protestas que surgen en todo el mundo contra las cada vez mayores diferencias entre ricos y pobres.

Tinte social

El G-7 se comprometió a lanzar una nueva ronda comercial en la reunión de noviembre de la Organización Mundial del Comercio (OMC), cuya agenda será "equilibrada" y "recogerá las prioridades de los países menos desarrollados".

Asimismo, acordaron contribuir con 1.200 millones de dólares (algo menos de 230.000 millones de pesetas) al Fondo Mundial para la Salud lanzado por Naciones Unidas para luchar contra las enfermedades del tercer mundo, en especial el sida. El secretario general de la ONU, Kofi Annan, había estimado que este fondo debía empezar a funcionar con una dotación de entre 7.000 y 10.000 millones de dólares.

Los Siete se comprometieron también a condonar deuda de los países menos desarrollados por valor de 53.000 millones de dólares (unos 10 billones de pesetas), dentro de los 74.000 millones de dólares que supone la deuda externa de los 23 países más endeudados (HIPC, por sus siglas en inglés) y para ello estos países deben "aplicar rápidamente las necesarias reformas económicas y sociales" en cooperación con las instituciones financieras internacionales.

 

La policía mata a tiros a un manifestante

Después de dos años de protestas contra los países que lideran el mundo, la cumbre de Génova se saldó ayer con la primera víctima de los grupos antiglobalización. Una verdadera batalla campal protagonizada por la policía y los grupos más radicales se cobró la vida de un manifestante. Fuentes presentes durante el enfrentamiento confirmaron que la víctima murió a causa de dos disparos en la cabeza realizados por la policía, que respondió a tiros a las provocaciones del manifestante, quien intentaba lanzar un extintor contra la furgoneta policial.

Una vez producidos los disparos, la furgoneta de la policía atropelló al joven que resultó muerto. El hecho de que fuera indocumentado impidió en un principio su identificación, aunque a última hora de la noche, el Ministerio del Interior de Italia confirmó que era Carlo Giuliani, un joven romano de 23 años residente en Génova.

El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, lamentó lo sucedido y el mandatario británico, Tony Blair, criticó el asedio al que estaban sometidos por los manifestantes.

Los duros enfrentamientos dejaron además más de 80 heridos, algunos de ellos policías, y cerca de 70 detenidos. El despliegue policial y militar sin precedentes ordenado por Berlusconi puso a la ciudad en una situación lo más parecida a un estado de sitio. Pero ni los 20.000 policías y militares desplegados por las calles de esta ciudad portuaria ni los estrictos controles de seguridad pudieron evitar lo inevitable. Los grupos más radicales, de ideología anarquista y de los que se habían desmarcado la mayor parte de los 800 grupos antiglobalización que han acudido a Génova, ya habían avisado: rienda suelta a los actos violentos. La quema de coches, los ataques a escaparates y contenedores de basura sumieron al centro de la ciudad en un caos durante horas.

Unos 500 manifestantes intentaron vencer la valla metálica que envuelve la Zona Roja, el área de entrada prohibida donde se encuentra el Palacio Ducal, sede de la cumbre, pero fueron reprimidos con chorros de agua y gases lacrimógenos.

La violencia de ayer contrastó con la manifestación del día anterior, cuando en un ambiente festivo decenas de miles de personas recorrieron las calles de la ciudad denunciando pacíficamente la respuesta de los países ricos a la inmigración, la pobreza y las enfermedades epidémicas como el sida.

Los cerca de 800 grupos antiglobalización, reunidos bajo el paraguas del Foro Social de Génova, esperaban reunir hoy a más de 100.000 manifestantes para protestar pacíficamente. Ahora ya es más difícil que lo logren.

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