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Bush viaja a Europa para limar tensiones con sus socios

Estados Unidos y Europa son aliados tradicionales de la política internacional, pero la llegada de George Bush a la Casa Blanca ha tensado las relaciones con sus socios europeos en muchos ámbitos. Bush inicia mañana un viaje de cinco días por Europa para intentar limar esas diferencias.

El presidente Bush inicia mañana en Madrid su primera gira europea con una larga lista de entuertos que enderezar. En apenas cinco meses en la Casa Blanca las divergencias se han hecho patentes y sólo en los últimos tiempos, con la pérdida de la mayoría republicana en el Senado, parece que las relaciones transatlánticas se empiezan a reconducir.

Los países de la Unión Europea recibieron en marzo, con notable malestar, el rechazo estadounidense al Protocolo de Kioto. Y eso que ninguno de sus Gobiernos había ratificado el tratado de reducción de emisiones contaminantes y subsistían fuertes diferencias en su seno respecto a las cuotas asignadas a cada país.

La presión doméstica e internacional ha obligado a Bush a suavizar sus posiciones al respecto y ya ha anunciado que presentará en esta gira su alternativa a Kioto, aunque no sé prevé nada más allá de encendidos alegatos sobre "la responsabilidad que afronta el mundo" ante el cambio climático.

El unilateralismo que caracterizó la gestión exterior de Bush en los primeros meses ha dado paso a claras rectificaciones. El presidente de EE UU defiende ahora la vuelta al diálogo entre las dos Coreas, suspendido tras su investidura, y el mantenimiento de las fuerzas estadounidenses de pacificación en Bosnia y Kosovo, un tema duramente criticado a Bill Clinton por los republicanos.

Sin embargo, George Bush sigue decidido a llevar adelante su plan para construir un escudo antimisiles que no gusta nada a sus socios europeos. El presidente francés, Jacques Chirac, advirtió el viernes que esta decisión amenaza con desatar una carrera armamentística y propuso que la UE privilegie las relaciones con los países que renuncien a dotarse de un sistema balístico propio. Sin duda, ése será unos puntos fuertes de discusión en la reunión que mantendrá el jueves en Gotemburgo con sus homólogos europeos.

Pero no todo en Europa es unidad frente a EE UU. Con su política interna, el tejano también ha conseguido abrir algunas brechas entre los Gobiernos europeos. La recuperación de la energía nuclear como fuente alternativa ha cambiado el equilibrio de fuerzas en el seno de la UE en esta materia. Francia, con fuerte capacidad energética nuclear, defiende con entusiasmo su uso, mientras que Alemania acaba de aprobar su total desaparición a partir de 2003. La UE deberá decidir ahora si se suma a la decisión de Bush o se plantea una política energética propia.

 

Aznar y Berlusconi frente a la tercera vía

Las discrepancias entre la UE y la actual Administración estadounidense han dejado atrás la luna de miel que disfrutaban las relaciones con Bill Clinton. Más allá del talante personal de cada uno, el cambio esconde también diferencias ideológicas. Clinton fue uno de los grandes impulsores de la tercera vía socialdemócrata, que tanta aceptación ha tenido entre los Gobiernos de centro-izquierda europeos. Tony Blair, Gerhard Schröder y, en menor medida, Lionel Jospin, se sentían próximos a las tesis de Clinton con quien compartieron en más de una ocasión grandes foros de debate.

Ahora, con el republicano Bush al frente de la Casa Blanca, las cosas han cambiado y es el centro-derecha el que cuenta con las preferencias de Bush. José María Aznar será el primer presidente europeo en recibir a su homólogo estadounidense en su "rancho", según califica la Casa Blanca al Palacio de la Moncloa. El presidente electo de Italia, Silvio Berlusconi, ha sido el único en respaldar el rechazo de Bush a Kioto y será quien acoja en julio la reunión del G-7 en Génova.

No obstante, el poder es el poder y los presidentes del Reino Unido y de Alemania ya han sido recibidos por George Bush en Washington.

 

Bruselas y Washington se disputan la primacía comercial en América Latina

A. G. / L. A. Madrid / Nueva York

Uno de los cambios más evidentes con la llegada de Bush a la Casa Blanca es el relativo a la política comercial. América Latina ha pasado a ser objetivo prioritario de la Administración republicana. No en vano, México fue su primer viaje al extranjero y la Cumbre de las Américas su primera reunión internacional.

Bush es consciente, además, del creciente peso de esta comunidad en EE UU y ha convertido sus conocimientos básicos de español en una baza diplomática.

El líder estadounidense persigue la creación en 2005 del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que unirá todo el continente desde Alaska a Tierra de Fuego. Pero la pérdida de mayoría en el Senado reduce considerablemente la posibilidad de que consiga ahora la autoridad para negociar rápidamente los acuerdos comerciales (el antiguo fast track), lo que hará más difícil la consecución de acuerdos comerciales y más éste.

En los últimos años, la Unión Europea, y en particular España, ha cobrado un notable protagonismo en la región. España es el primer inversor en la mayoría de los países suramericanos, por delante de Estados Unidos, lo que explica que Madrid sea la primera parada de la gira europea de Bush, según fuentes gubernamentales españolas.

Este hecho condiciona el papel europeo, y concretamente el español, en las crisis financieras internacionales, como ha sucedido recientemente en Argentina, una línea que Bush apuesta por potenciar en el futuro.

Además, España pretende cerrar durante su presidencia acuerdos comerciales entre la UE y Chile y Mercosur, lo que reforzaría aún más su posición en la zona.

La UE y EE UU mantienen importantes discrepancias en materia comercial. La última en encrespar los ánimos europeos es el anuncio de medidas proteccionistas para el acero. Bruselas sostiene que "el coste de la reestructuración del acero estadounidense no debe ser financiado por el resto del mundo", informa Bernardo de Miguel.

Pese a ello, también han sido capaces de resolver cuestiones largo tiempo enquistadas, como el conflicto de los plátanos y las sanciones a la carne hormonada. En este caso, la buena sintonía personal entre Pascal Lamy y Robert Zoellick ha resultado decisiva.

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