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El Foco
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Electrificación: ¿La mayor oportunidad del capitalismo?

La transición a un sistema energético electrificado constituye una nueva revolución industrial y tecnológica exponencial

energías renovables
La empresa Magtel, a través de sus divisiones de Energía e Infraestructuras, está trabajando en la construcción de un parque fotovoltaico en Zaragoza para la compañía OPDEnergy, en el marco de un proyecto que supone "una oportunidad para generar energía limpia y contribuir al proceso de descarbonización que la sociedad persigue, con una capacidad para abastecer a aproximadamente 35.000 hogares y un impacto ambiental que equivaldría a la plantación de 140.000 árboles". ANDALUCÍA ESPAÑA EUROPA CÓRDOBA ECONOMIA MAGTELMAGTEL (Europa Press)

La necesidad de un suministro seguro a bajo coste ha sido un imperativo estratégico para la mayoría de los gobiernos nacionales, un aspecto clave del desarrollo económico y una parte esencial en nuestro estilo de vida. Pero el crecimiento económico también ha estado históricamente vinculado al aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Esto se debe a que el 80% de nuestro consumo energético se basa en combustibles fósiles, obtenidos mediante procesos de combustión que generan el 73% de las emisiones mundiales. Estas emisiones son las externalidades negativas más acuciantes y complejas a las que aún no se han puesto un precio adecuado. Peor aún, sus efectos recaen desproporcionadamente sobre las personas que viven en los países en desarrollo, y su impacto también lo sufrirán las generaciones futuras.

Sin embargo, la innovación tecnológica está ofreciendo ahora soluciones limpias que a menudo son más baratas que sus homólogas alimentadas con combustibles fósiles. Ya lo hemos visto en otras transiciones tecnológicas. Suelen seguir un patrón en forma de S. Al principio, el cambio es casi imperceptible, pero cuando las empresas empiezan a invertir, los costes caen en picado y la adopción aumenta rápidamente.

Mientras hablamos, las tecnologías limpias en el lado de la demanda de energía están alcanzando puntos de inflexión socioeconómicos, que surgen cuando las condiciones permiten que las nuevas tecnologías o prácticas superen a las tradicionales en términos de coste, funcionalidad y acceso. El punto de inflexión ya se ha alcanzado en el transporte por carretera y la calefacción residencial en muchos países, y es probable que otros lo alcancen pronto.

Del mismo modo, los precios de la energía eólica y solar se han desplomado en la última década, hasta el punto de que esta es ahora la fuente de electricidad más barata de la historia. El abaratamiento de la electricidad dispara instantáneamente la demanda de vehículos eléctricos y bombas de calor.

Como resultado, las cosas están cambiando rápidamente en nuestras carreteras. Las ventas de coches eléctricos alcanzarán más de 10 millones en todo el mundo en 2022, alrededor del 13% de las ventas totales de automóviles, frente a los escasos 2 millones de 2019 (apenas el 2% de las ventas). Sin embargo, el crecimiento en un sector tiene ramificaciones a nivel de sistema, especialmente en lo que respecta a los costes. Por ejemplo, el descenso de costes en la producción de baterías para vehículos eléctricos (un 90% desde 2010) está permitiendo la adopción masiva de baterías en la red eléctrica. Del mismo modo, a medida que se aceleran las ventas de bombas de calor residenciales, cabe esperar los mismos bucles de retroalimentación en la electrificación del calor industrial.

La transición de los combustibles fósiles a los metales reciclables de la “electrificación” traerá consigo un rediseño completo del tablero geopolítico. Será necesario crear nuevas cadenas de suministro y conjuntos de nuevos servicios para extraer, procesar, fabricar, instalar y mantener los nuevos activos electrificados, especialmente en lugares de gran demanda. Aunque esto creará nuevas oportunidades de empleo para una mano de obra “verde” altamente cualificada, también significará que algunas naciones perderán su dominio del panorama energético actual. Por ejemplo, mientras que Estados Unidos es el mayor productor de petróleo del mundo, China se ha erigido en líder indiscutible de la cadena de suministro de baterías. Para invertir la tendencia, EE.UU. aprobó el mayor paquete de medidas climáticas nacionales de la historia, la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), con una financiación sustancial para la cadena de suministro nacional de baterías. Europa le sigue de cerca.

A la luz de estas tendencias, podría afirmarse que los motores de combustión interna han concluido su papel en el desarrollo económico. Dado que son las principales fuentes de consumo de combustibles fósiles, su uso cotidiano también disminuirá inevitablemente. Solo hay que ver las inversiones. En 2022, la inversión mundial en tecnologías energéticas bajas en carbono superó el billón de dólares. Además, por primera vez, se está inyectando más capital en energías renovables en lugar de en petróleo y gas. Esto significa que las energías renovables, las redes de energía eólica y solar y el almacenamiento de energía representan ahora más del 80% de la inversión total en el sector energético. En el caso de algunas tecnologías, las inversiones crecen a un ritmo compatible con la consecución de cero emisiones netas en 2050.

A pesar de estos claros signos de progreso, creemos que los mercados aún no están valorando las oportunidades que se avecinan. De hecho, la naturaleza de la transición energética es compleja, afecta a distintos sectores y modifica rápidamente la dinámica entre oferta y demanda. El resultado es que algunas empresas aprovechan los beneficios de sectores diferentes pero adyacentes. Pueden hacerlo porque los sectores están repentinamente conectados a través de su uso común de la electricidad. Por ejemplo, los fabricantes de automóviles pueden aprovechar los beneficios del sector energético (infraestructura de recarga de vehículos eléctricos, energía solar en tejados, fabricación de baterías, etc.), los beneficios del sector tecnológico (software, etc.) y, en última instancia, los servicios de transporte (una flota de vehículos autónomos para transportar personas y mercancías, etc.). Como esta realidad transversal aún no se ha integrado en la sabiduría convencional, surge el “alfa verde”: una fuente de rendimiento potencial superior, vinculada a la transición medioambiental pero aún no valorada por el mercado.

Estimamos que de aquí a 2030 se desencadenarán inversiones de capital por valor de 25 billones de dólares para impulsar la electrificación de la economía mundial. Para poner esta cifra en contexto, equivale al PIB de Estados Unidos en 2022. Este enorme despliegue de capital dará lugar a cambios sorprendentemente rápidos en los grupos de ingresos. Por ejemplo, en 2030 las ventas de vehículos eléctricos se convertirán en un mercado de 1,7 billones de dólares que crecerá a un ritmo del 20% anual, mientras que el mercado de vehículos de combustión disminuirá a un ritmo del 8% anual hasta alcanzar los 700.000 millones de dólares ese mismo año. Además, la demanda de las tecnologías que están creando este cambio histórico, como los semiconductores, los metales de transición o las empresas de software, también experimentará un crecimiento exponencial.

Estas realidades constituyen un claro mensaje para los inversores: Alinearse con el abrumador consenso científico en torno al crecimiento exponencial de la electrificación, observar los signos ya visibles del declive de los combustibles fósiles y aprovechar la mejora de la competitividad de costes de tecnologías de gran consumo como la generación de energía renovable, los vehículos eléctricos o las bombas de calor residenciales e industriales. Las revoluciones tecnológicas son exponenciales, no lineales.

José Lazuen es Senior Sustainability Analyst de Lombard Odier

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