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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El comportamiento de burbuja del oro puede indicar un cambio de paradigma

Un poco de exuberancia racional por parte de los inversores privados y el metal realmente despegaría

Los activos que suben deprisa por encima de su tendencia a largo plazo suelen estar abocados a una caída. Eso es lo que le ocurrió al oro después de alcanzar su máximo a finales de 1979. Durante los cinco años siguientes, su precio cayó casi dos tercios. Este año, ha subido más de un 60% en términos de dólares, su mejor rendimiento en 46 años. Ajustado a la inflación, el oro nunca ha estado tan caro. O bien estamos asistiendo a otra burbuja o se trata de un cambio de paradigma.

El metal precioso conocido como la reserva de valor eterna ha conservado su poder adquisitivo durante milenios. Si lo analizamos, su valoración en el mercado tiende a reflejar diferentes regímenes monetarios. El oro se reajustó al alza tras el colapso crediticio de la década de 1920 y dio un salto en la segunda mitad de los 70, cuando se afianzó la llamada “gran inflación”; durante las dos décadas siguientes, se mantuvo en horas bajas, ya que los aumentos de precios remitieron y los tipos de interés reales se mantuvieron altos; después de que la Reserva Federal de Alan Greenspan recortara los tipos a principios de los 2000, el oro disfrutó de una larga racha alcista. Durante la era de tipos de interés cero y flexibilización cuantitativa, de 2008 a 2022, el precio fue volátil, pero su tendencia al alza continuó.

A principios de esta década, se había convertido en una verdad aceptada que el oro se mueve de forma inversa a los tipos reales a largo plazo. Por tanto, su valor se desplomó en 2022, cuando los bancos centrales endurecieron el coste de los préstamos y subieron los rendimientos de los bonos. Entonces ocurrió algo inesperado: el oro comenzó a subir exponencialmente, incluso cuando la inflación bajó y los rendimientos de los bonos ajustados a la inflación subieron.

Daniel Oliver, de Myrmikan Capital, una empresa que invierte en mineras de oro de microcapitalización, afirma que este cambio de régimen se debió a la decisión del entonces presidente de Estados Unidos, Joe Biden, de confiscar las reservas de divisas rusas tras la invasión de Ucrania por Vladímir Putin en febrero de 2022. Esta medida sacudió los cimientos del sistema monetario internacional, en el que el dólar estadounidense había sido durante mucho tiempo el eje central. Los gestores de reservas de varios bancos centrales comenzaron a buscar un activo que no pudiera ser confiscado y que no fuera responsabilidad de otro soberano. Volvieron al activo de reserva original: el oro.

En cada uno de los últimos tres años, los bancos centrales han comprado más de mil toneladas de lingotes. Goldman Sachs espera que estas compras oficiales continúen durante el próximo año. Varios bancos centrales de los países emergentes siguen poseyendo relativamente poco oro. A principios de este año, por ejemplo, las reservas declaradas por China como porcentaje de sus reservas totales de divisas se situaban en solo el 6,5%, aunque algunos analistas creen que las reservas oficiales de oro de Pekín subestiman enormemente el tamaño real de su acervo.

A primera vista, el gráfico del oro de los últimos tres años parece una clásica burbuja de inversión. Pero la exuberancia irracional que suele acompañar a una manía está ausente. Los especuladores están demasiado ocupados obsesionados con las criptomonedas y todo lo relacionado con la inteligencia artificial como para prestar mucha atención a la reliquia bárbara.

El número de onzas de oro que se mantienen en fondos cotizados en Bolsa sigue estando más de un 10% por debajo del máximo alcanzado en octubre de 2020, según Caesar Bryan, gestor de cartera del Gabelli Gold Fund. Además, el número de acciones en circulación del ETF VanEck Gold Miners, que invierte en cotizadas dedicadas a extraer oro y plata, ha caído alrededor de un tercio desde el máximo de 2020.

Bryan observa que Wall Street sigue sin mostrar entusiasmo por las perspectivas del oro. El precio consensuado para 2028 proyectado por los analistas de inversión es casi 1.000 dólares inferior al precio al contado actual. El mercado alcista de los 70 fue extremadamente volátil, con una serie de dolorosas caídas. Los inversores en oro se han estado preparando para una corrección, pero hasta ahora cada pequeño revés se ha revertido rápidamente. Bryan ha sido testigo de muchos mercados alcistas y bajistas a lo largo de sus cuatro décadas en el negocio del oro, pero, según afirma, “esta vez se nota la diferencia”.

El contexto monetario y presupuestario de la burbuja de 1979 y el actual no podrían ser más diferentes. A finales de los 70, EE UU era un importante acreedor internacional. Hoy es el mayor deudor del mundo. En aquel entonces, la deuda soberana del país rondaba el 30% del PIB. Hoy es casi cuatro veces mayor. Durante los últimos tres años, el déficit presupuestario de EE UU ha sido, de media, de alrededor del 6% del PIB, unas cuatro veces superior al de 1979.

A finales de ese año, el tipo de interés de los fondos federales era del 14% y seguía subiendo. Hoy el tipo oficial es inferior al 4% y sigue bajando. El entonces presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, era un halcón de la inflación. Donald Trump ha dejado claro que eso no es lo que busca en el próximo jefe del banco central. Además, el alto apalancamiento del sistema financiero del país y las elevadas valoraciones de los activos sugieren que cualquier intento de emular la dura postura monetaria de Volcker acabaría en desastre.

Oliver, de Myrmikan, señala que el balance de la Fed en 1979 era sólido. En aquellos días, sus activos se invertían principalmente en valores del Estado a corto plazo y, gracias al alto precio del oro, el valor de sus reservas de este metal superaba sus pasivos monetarios. Hoy el balance del banco central de EE UU está repleto de valores a largo plazo, incluidos bonos hipotecarios, que han generado grandes pérdidas contables en los últimos años. El valor de mercado de las reservas de oro de la Fed ha crecido, dice Oliver, pero solo cubre el 16% de sus pasivos, muy por debajo de la media histórica.

Por tanto, no es descabellado concluir que el aumento del precio del oro refleja una serie de incertidumbres presupuestarias, financieras y geopolíticas. Pero, para que la tendencia alcista persista, es necesario otro cambio de paradigma. Los bancos centrales han aumentado significativamente sus reservas, pero la mayoría de los inversores no. Eso ha resultado ser un caro error. Según Goldman Sachs, la cartera óptima durante los últimos 10 años habría tenido la mitad de sus activos en oro.

Los gestores de activos suelen considerar los bonos del Estado como un activo seguro para compensar la volatilidad de las acciones. Pero, en los últimos años, los bonos se han correlacionado positivamente con las acciones. Durante los episodios de turbulencias financieras, ambas clases de activos tienden a bajar. El oro ha proporcionado una mejor protección: cuando la Bolsa de EE UU se desplomó en el primer trimestre de este año, el oro brilló. Los entusiastas no dejan de recordarnos que es el único activo verdaderamente libre de riesgo. Los inversores privados tienen una exposición insignificante al metal precioso. Un poco de exuberancia racional por su parte y el oro realmente despegaría.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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