Compañías exitosas con trajes legales estrechos
Fundaciones de las cajas (La Caixa), mutuas de seguros (Mutua Madrileña) y clubs de fútbol (Real Madrid) son algunos casos

El anuncio de Florentino Pérez de reforma de los estatutos del Real Madrid con el fin de dotarse de una estructura jurídica y organizativa que permita “hacer frente a los retos de los próximos 50 años” recuerda que en España hay modelos societarios que requieren una revisión y actualización cada cierto tiempo, de manera que puedan seguir avanzando siendo fieles a su objeto fundacional. El origen de los clubs de fútbol, las mutualidades, los montepíos, las cajas de ahorros o las cooperativas de crédito tenía que ver con iniciativas románticas, un tanto amateur, que daban respuesta a aficiones y necesidades de colectivos o gremios concretos. Aquellos inicios se han visto desbordados por la evolución económica y social, con etapas de crecimiento y crisis, que ahora demanda gobiernos corporativos robustos y una gestión sometida a algún sistema de escrutinio real.
Modelos jurídicos más de fundación-empresa que de la tradicional sociedad anónima han permitido éxitos tan sonados como el del Real Madrid, la Mutua Madrileña y La Caixa. Pero hay que reconocer que su brillante evolución está ligada a la capacidad de gestión de personas muy concretas, y que al lado de esos ejemplos hay sonoros fracasos. Por eso es muy relevante el papel de los reguladores y supervisores de estas compañías y que se revisen sus estatutos sociales y su gobierno corporativo para que sus órganos de dirección estén en manos de personas cuyos intereses estén alineados con el propósito de la compañía. Esto es especialmente relevante en sociedades con liderazgos muy largos y exitosos, pero que están muy cerca de su retiro, como es el caso de los presidentes de las tres compañías mencionadas: Florentino Pérez (78 años), Isidro Fainé (83) e Ignacio Garralda (74).
El cambio anunciado por el presidente del Real Madrid se enmarca en la profunda transformación del fútbol europeo. Pérez quiere dejar un legado que va más allá de títulos y un gran estadio; quiere que el club no acabe en manos de autarquías (el Manchester City es propiedad de Abu Dabi, y el Paris Saint-Germain, de Qatar), de sociedades de capital riesgo (Apollo va a tomar la mayoría del Atlético de Madrid) cuyo objetivo es la rentabilidad pura y dura o de empresarios de cuestionada reputación (Peter Lim, propietario del 70% del Valencia).
En España únicamente quedan cuatro clubs de fútbol que son propiedad de sus socios (Real Madrid, Barcelona, Athletic Club y Osasuna), el resto se transformaron en sociedades anónimas deportivas (SAD) a finales del siglo pasado, obligados por su desastrosa situación económica. Para evitar algo así, en los próximos meses se va a convocar una asamblea extraordinaria en la que propondrá una nueva estructura jurídica que permita al club seguir evolucionando manteniendo a los socios como dueños. Habrá que ver si la nueva gobernanza del club puede evitar que acabe en manos de personas con demasiadas debilidades.
La gran obra empresarial de Florentino Pérez es ACS, de la que tiene un 15%, y donde se ha asociado con La Caixa, que posee casi el 10% a través de CriteriaCaixa, participación que permite a Isidro Fainé ser vicepresidente primero de la constructora. Fainé, gran amigo de Pérez, pasará a la historia como el gran arquitecto de La Caixa, al que le tocó pilotar la segregación de la Caja de Ahorros y de Pensiones de Barcelona, hoy convertida en Fundación Bancaria La Caixa, y de la actividad financiera (CaixaBank), de la que la fundación posee el 31%, que le da el control.
La transformación de las cajas de ahorros es una respuesta a sucesivas crisis; la última, la de la primera década de este siglo, que se llevó por delante a buena parte de ellas, de las que 18 acabaron en CaixaBank. Desde 2014, La Caixa es una fundación bancaria de la que cuelgan el banco y CriteriaCaixa, al igual que la Fundación Ibercaja controla Ibercaja; la Fundación Unicaja a Unicaja Banco, y tres fundaciones vascas son propietarias de Kutxabank. El poder de estas fundaciones está en su patronato, cuyos miembros son elegidos a propuesta de él mismo, pero con el visto bueno del protectorado. ¿Quién es ese protectorado? Salvo en el caso de las cajas vascas, que es el Gobierno vasco, en los otros tres casos corresponde al Ministerio de Economía, porque tienen más del 40% del negocio fuera de su comunidad de origen. El patronato de La Caixa está integrado por 15 miembros, de los que 9, entre ellos Isidro Fainé, tienen que renovar o no su cargo el año que viene. Qué personas se incorporen va a ser clave en los designios del principal grupo financiero e industrial de este país. Los próximos pasos serán claves para preservar la independencia de la entidad.
Uno de los socios de La Caixa, a través de CaixaBank, es la Mutua Madrileña, ya que ambas entidades financieras comparten la propiedad de SegurCaixa Adeslas: 50,01% la mutua y 49,99% el banco. Esta operación, que se realizó en 2011 en medio de la crisis de las cajas de ahorros españolas, supuso un salto cualitativo para la Mutua Madrileña, que ya factura más por primas de salud que del automóvil. El autor de esta transformación es Ignacio Garralda, que alcanzó la presidencia de la Mutua en 2008. Sustituyó a José María Ramírez-Pomatta, que promovió la expansión territorial y de actividades de la compañía y quiso llevar a cabo planes muy ambiciosos de viabilidad dudosa, como la construcción de la Ciudad de la Salud, un proyecto de más de 500 millones de euros de inversión, que fue cancelado por Garralda nada más tomar el mando.
El directivo, que ha arriesgado 1.105 millones en la compra del 8% de El Corte Inglés y el 50,01% de sus dos aseguradoras, tiene también el reto de dar continuidad a una compañía de seguros que aún mantiene una estructura jurídica, la mutua de seguros, en extinción. La Mutua se ha planteado en varios momentos de su historia esa desmutualización, un proceso para el que Garralda tiene el perfil, dada su enorme experiencia en el mercado bursátil, donde desarrolló buena parte de su carrera profesional como agente de cambio y Bolsa y fundador de AB Asesores.
En 2006, Mapfre, que era la mutua más grande, dio el paso de transformarse en sociedad anónima. Desde entonces, la compañía está controlada por la Fundación Mapfre, que tiene casi el 70% del capital de la aseguradora, y el resto está en manos de pequeños accionistas. La desmutualización y cotización en Bolsa ha permitido a Mapfre un mayor acceso a los mercados de capitales y la expansión internacional, pero además se tiene que adaptar su gobierno corporativo al de las empresas cotizadas, y su gestión está sometida al escrutinio del mercado.
Las sociedades anónimas cotizadas no serán el modelo perfecto, como ocurre con las sociedades democráticas liberales, pero de momento no hay un modelo que obligue a mayor transparencia en su gobierno y escrutinio de su gestión. Hay que tener muy presente que éxitos pasados, como los de Pérez, Fainé o Garralda, no garantizan éxitos futuros.

