Es hora de anteponer el euro digital a los intereses bancarios
Tener que vincularlo a una cuenta privada y poner un límite demasiado bajo puede hacer fracasar el proyecto
El Banco Central Europeo se siente desafiado en su papel de arquitecto de la política monetaria de la zona euro. La amenaza de las monedas estables basadas en el dólar y la disminución del uso del efectivo han llevado a los responsables de fijar los tipos a acelerar los planes para un “euro digital”, una nueva forma de dinero del banco central que estaría a disposición del público. Si tiene éxito, millones de europeos podrían utilizar una cartera online del BCE para sus pagos diarios. Deutsche Bank, BNP Paribas y otras entidades temen que esto pueda agotar sus depósitos. Es un riesgo que vale la pena correr: un euro digital justifica dar un golpe en la mesa a algunos banqueros reacios.
La reciente adopción de la denominada Ley Genius en Estados Unidos ha centrado la atención en la sede del BCE. Esa ley regula la emisión y el uso de monedas estables denominadas en dólares, una forma de criptomoneda que utiliza activos seguros, como letras del Tesoro, para mantener una paridad con el dólar. Un régimen de supervisión estable allana el camino para un crecimiento más rápido de monedas como USDT, de Tether, y USDC, de Circle. Hay 280.000 millones de dólares en stablecoins en circulación. Esa cifra podría aumentar hasta los 2 billones de dólares en 2028, y el 99% de las monedas estables están denominadas en dólares, ha señalado un economista del BCE.
El riesgo, desde la perspectiva de Fráncfort, es que los consumidores y las empresas europeas se aficionen a estas formas de dinero rápidas y sin comisiones, lo que llevaría el dólar a las costas del continente. Eso podría hacer que el BCE perdiera el control sobre la moneda, erosionando la soberanía monetaria del bloque.
Mientras, el declive gradual de las monedas y billetes tradicionales es otro reto para la misión fundamental del BCE. La institución lleva décadas funcionando bajo un sistema de dos niveles, en el que el dinero del banco central –como el efectivo físico y las reservas que mantienen los bancos comerciales– coexiste con el privado, como los euros depositados en una cuenta bancaria.
El economista jefe del BCE, Philip Lane, ha observado que los billetes y las monedas juegan un papel clave en el mantenimiento de la confianza en los depósitos, que pueden retirarse a la vista en forma de algo con el sello de aprobación de Fráncfort. El declive de la moneda física –el efectivo se redujo del 54% del valor de las transacciones en 2019 al 39% el año pasado– añade así otro riesgo monetario, al romper el vínculo más visible entre los euros emitidos por el sector privado y el banco central.
Un euro digital evitaría esos dos grandes riesgos. También evitaría los inconvenientes de las monedas estables. El Banco de Pagos Internacionales argumentó en un informe que estas no cumplen las tres características de una moneda verdadera. No superan la prueba de la “unicidad del dinero”, ya que una unidad de USDT no está garantizada por activos subyacentes como los bonos del Tesoro, cuyo valor fluctúa. Tampoco superan el criterio de “elasticidad”: los emisores de monedas estables, a diferencia de los bancos, no pueden ampliar sus balances a voluntad. Por último, suspenden en “integridad”, debido a su uso delictivo.
Sin embargo, la estabilidad financiera y la soberanía monetaria no son precisamente argumentos de venta para los 350 millones de ciudadanos del bloque. Por ello, los responsables del BCE se empeñan en destacar la creación de un sistema de pagos europeo seguro, instantáneo y gratuito. Esto hace que los bancos entren en escena. El proyecto debe equilibrar su atractivo para el público con su impacto en los operadores tradicionales. Y, hasta ahora, el BCE se ha mostrado demasiado dispuesto a escuchar los argumentos de los banqueros.
Ya ha decidido que las cuentas en euros digitales no devengarán intereses, lo cual es sensato si se aplica la analogía con el efectivo. Pero también ha declarado que habría un límite a la cantidad de moneda digital que los particulares podrían tener en un momento dado: el antiguo miembro del comité ejecutivo del BCE Fabio Panetta mencionó la cifra de 3.000 euros. Algunos bancos franceses han presionado para que se fije un límite ridículamente bajo de 100 euros.
Esto plantea dos cuestiones. La primera es si los euros digitales deben estar vinculados a una cuenta bancaria. No hay ninguna razón lógica para que así sea. Si el BCE crea un monedero electrónico individual, accesible sin conexión y que funcione en todos los sistemas de pago nacionales, no hay razón para que Société Générale, CaixaBank u otros tengan que controlar su uso. Tal y como está, el proyecto del BCE creará una conexión entre una cuenta bancaria y la cartera de euros digitales de su titular, lo que permitirá flujos de ida y vuelta en función de las necesidades del consumidor.
La segunda pregunta es si el límite propuesto es lo suficientemente alto y cuál podría ser la fuga de depósitos. El BCE no ha publicado estimaciones, pero un informe de la Cámara de los Lores del Reino Unido sobre una “libra digital”, por ejemplo, ha mencionado un límite mucho más alto, de entre 10.000 y 20.000 libras, lo que podría llevar a los bancos a perder alrededor del 20% de los depósitos. Si estas estimaciones son correctas, el límite máximo contemplado por la zona euro crearía una fuga mucho menor en la base de depósitos.
Lo que más pueden temer los bancos de la región –donde no remuneran la mayoría de los depósitos, sino que cobran comisiones a muchos titulares de cuentas– es que los consumidores huyan hacia un sistema de pagos transfronterizos sencillo y gratuito, y gestionado por el banco central. Es un temor válido, pero la alternativa puede no ser mejor: un euro digital con un límite máximo bajo es menos atractivo para los usuarios, que podrían utilizar en su lugar las stablecoins estadounidenses. Socavar el proyecto local solo hace más probable ese escenario.
El BCE está en camino de dar luz verde a su diseño a finales de año, tras lo cual corresponderá al Parlamento Europeo y a los Gobiernos proporcionar el marco jurídico y normativo. La mejor opción sería desconectar el euro digital de las cuentas bancarias. Si ese tren ya ha partido, al menos sería posible duplicar el límite de tenencia hasta, por ejemplo, el doble del salario medio mensual del continente, es decir, 6.000 euros. Otra opción es permitir a los ciudadanos tener todo lo que quieran. Un sistema escalonado podría entonces aplicar una especie de tipo de interés negativo por encima de un determinado nivel, para evitar una fuga masiva de depósitos.
Un lanzamiento fallido comprometería el control del BCE sobre la política monetaria y pospondría la modernización de los sistemas de pago europeos. El banco central debe hacer que su proyecto de dinero electrónico resulte muy atractivo, incluso a costa de perjudicar a algunos bancos.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

