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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La pasión del Tío Sam por las ‘stablecoins’ tiene una lógica poco sólida

Hay argumentos comerciales para potenciarlas, pero los presupuestarios que aduce la Casa Blanca son flojos

Jeremy Allaire, CEO y cofundador de Circle, el 5 de junio, día del debut de la compañía en la Bolsa de Nueva York.

El Tío Sam apuesta fuerte por las stablecoins. Donald Trump respaldó las criptomonedas de emisión privada cuyo valor está vinculado al dólar a los pocos días de su toma de posesión en enero. Ahora, el Congreso está a punto de legislar, después de que el Senado aprobara la semana pasada la Ley de Orientación y Establecimiento de la Innovación Nacional para las Stablecoins de EE UU (Genius, por sus siglas en inglés).

El nuevo entorno regulatorio favorable ha despertado un gran interés entre los posibles emisores, desde grandes bancos hasta minoristas como Walmart y Amazon, según los medios. Mientras, el especialista en stablecoins Circle, que cotiza en Nueva York desde este mes, tiene un sucedáneo digital del dólar, el USDC, que ya cuenta con monedas en circulación por valor de más de 60.000 millones de dólares.

El interés comercial no es nada nuevo. Las empresas de EE UU con conocimientos tecnológicos llevan mucho tiempo reconociendo las stablecoins como la única especie de dinero digital con un uso generalizado atractivo. La primera generación de criptos, como el bitcoin, no solo ofrecía una forma de almacenar y transferir valor digitalmente, sino también la posibilidad de denominarlo en sus propias unidades estándar. Ese modelo tuvo éxito entre los operadores especulativos, pero nunca llegó a cuajar en el mundo de los pagos digitales. Las monedas estables, por el contrario, combinan la novedad de la disponibilidad global en tiempo real y la programabilidad con la familiaridad de las unidades monetarias nacionales. Esto las hace poco interesantes como apuestas especulativas, pero muy adecuadas como métodos de pago.

Una simple comparación muestra cómo los dos modelos sirven a fines diferentes. Bitcoin, la cripto original y, con diferencia, la más grande con su propio estándar, tiene tokens en circulación por valor de 2,1 billones. Eso es casi 10 veces el valor de las dos stablecoins más grandes, USDT y USDC, juntas. Sin embargo, en lo que respecta a las transacciones, la clasificación se invierte. Menos del 3% de esos bitcoins cambian de manos en un periodo de 24 horas, frente a casi el 40% de las dos stablecoins.

El negocio de los pagos es un gran objetivo para la disrupción. Visa y Mastercard, los dos mayores procesadores de pagos en moneda fiduciaria, registraron unos ingresos combinados de 74.000 millones en 2024, y disfrutan de unos márgenes de beneficio neto de alrededor del 50%. Es un mercado bastante atractivo al que apuntar. Además, los emisores de monedas estables cobran intereses por las garantías que respaldan sus monedas digitales, además de las comisiones por el procesamiento de las transacciones. Así es como Circle obtuvo unos ingresos de 1.700 millones el año pasado.

No es difícil entender por qué los posibles emisores de stablecoins llevan años haciendo cola. Pero los primeros proyectos fracasaron, en particular Libra, de Meta. Esto se debe a que los reguladores y los bancos centrales no se han mostrado tan entusiastas. Tres posibles obstáculos han ocupado sus mentes.

Obstáculos

El primero es qué pasaría si las stablecoins no estuvieran respaldadas por garantías líquidas de alta calidad suficientes para que pudieran canjearse a la par a demanda. Entonces circularía una plaga de pseudodólares estadounidenses con diferentes descuentos respecto al dólar real. Eso socavaría la denominada “unicidad del dinero” y destruiría la función coordinadora del dólar como unidad de cuenta.

El segundo fantasma de los reguladores es la economía sumergida. Les preocupa que, dado que las monedas estables son, en la práctica, valores al portador, al igual que los billetes físicos, solo están sujetas a las normas de conocimiento del cliente y de lucha contra el blanqueo de capitales cuando sus usuarios quieren convertirlas en depósitos bancarios tradicionales. Mientras, pueden utilizarse para hacer pagos de forma anónima, al igual que el dinero físico.

Por último, existe el riesgo de que las monedas estables erosionen la eficacia de la política monetaria. Los billetes físicos pueden ser difíciles de rastrear, pero siguen siendo emitidos por la Reserva Federal. Una moneda estable emitida por Amazon o Walmart podría liquidar un volumen macroeconómicamente significativo de transacciones entre sus clientes y proveedores sin llegar a tocar formalmente el dólar. Eso podría entorpecer los intentos de la Fed de controlar la inflación restringiendo la liquidez.

Pero ninguna de estas objeciones es nueva. Los riesgos prudenciales ya son una preocupación para los fondos del mercado monetario y los bancos tradicionales. El anonimato de las transacciones es una característica de los billetes físicos. La dilución de la política monetaria es una queja habitual de los bancos centrales de los mercados emergentes, donde las divisas extranjeras, como el dólar o el euro, suelen circular junto con la moneda nacional. Lo que asusta a los reguladores del mundo desarrollado no es tanto la novedad de los riesgos como la aterradora escala, el alcance y la velocidad que permite la digitalización. Esto implica que probablemente se puedan encontrar soluciones, especialmente si se adopta un protocolo unificado de compensación y liquidación que conecte las monedas estables al sistema financiero tradicional, como el concepto de Ubyx, anunciado la semana pasada.

Hasta este año, la cautela de los reguladores prevalecía sobre los intereses comerciales de los posibles emisores de monedas estables. Lo que ha contribuido a desbloquear la Ley Genius es que la Casa Blanca cree haber detectado un beneficio presupuestario.

El secretario del Tesoro, Scott Bessent, explicó su razonamiento inmediatamente después de que el Senado aprobara la ley. “Un ecosistema próspero de monedas estables impulsará la demanda del sector privado de bonos de EE UU, que respaldan las stablecoins”, escribió. “Esta nueva demanda podría reducir los costes de financiación del Gobierno y ayudar a frenar la deuda nacional”. Es más, argumentó, las monedas estables podrían “atraer a millones de nuevos usuarios de todo el mundo a la economía de activos digitales basados en el dólar”, lo que abriría en la práctica una nueva frontera de financiación exterior para el déficit presupuestario de EE UU.

Bessent citó proyecciones según las cuales el mercado de las stablecoins podría superar los 3,7 billones en 2030. Sin duda, no es una cantidad insignificante. Sería más que suficiente para absorber los 3 billones que, estiman expertos independientes, la ley One Big Beautiful Bill añadirá a la deuda nacional en los próximos 10 años.

Por desgracia, las cosas no son tan sencillas. El Tesoro ya disfruta en la práctica de financiación extranjera gratuita a través de la demanda exterior de billetes en dólares. La Fed estima que circulan más de 1 billón de dólares en el extranjero. Si las stablecoins respaldadas por el dólar simplemente sustituyen la demanda de billetes físicos, no habrá ningún beneficio presupuestario neto.

Otra objeción es que, si bien la compra de monedas estables puede ayudar a financiar la deuda nacional, los tokens podrían facilitar más pagos que pasen desapercibidos para el Servicio de Impuestos Internos (IRS). En 2022, el IRS estimó que casi el 12% de los impuestos estadounidenses se pierden debido a la incompletitud de las declaraciones, lo que implica un déficit de alrededor de 600.000 millones en el último año fiscal. Un aumento en el uso de las monedas estables podría fácilmente empeorar la situación.

Dado el convincente argumento comercial y la probabilidad de que los riesgos regulatorios puedan gestionarse, resulta irónico que el dividendo presupuestario potencial que finalmente ha convencido al Gobierno de EE UU de apostar por las monedas estables sea el argumento más débil para adoptarlas.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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