Las claves: llamémoslo, o no, genocidio. Pero hagamos algo
España es el país europeo más rotundo en su denuncia de las matanzas, lo que es honroso
Las acciones de Israel contra los palestinos son insoportables para cualquiera que crea en los derechos humanos. Si son crímenes de guerra, contra la humanidad o genocidio no es lo más relevante. La justicia internacional tiene abierta una investigación por genocidio, y una comisión de la ONU la calificó del mismo modo, así que el término tiene base según los expertos.
La cuestión es qué se puede hacer para detenerlo. Cuando Pedro Sánchez anunció un decreto para el embargo total de armas a Israel, una medida que se aplicaba de facto, se refirió por primera vez al “genocidio” de Israel en Gaza. España es el país europeo más rotundo en su denuncia de las matanzas (cerca de 65.000 muertos), lo que es honroso.
El problema es que Europa carece de una voz capaz de influir en el conflicto, y países como Alemania vetan cualquier sanción a Israel. Y tampoco en España hay unanimidad: el PP titubea en este asunto, desde la ambigüedad de Feijóo al alineamiento con Netanyahu de Díaz Ayuso, que cree “antisemita” cualquier castigo. El caso de Sudáfrica demostró que la presión internacional, unitaria y sostenida, puede vencer al mal.
Un ‘piti’ en una terraza después de una jornada de 37,5 horas
La crónica de una muerte anunciada que fue la reducción de jornada se acerca a su fin. Es esta una muerte celebrada, como tantos otros acuerdos de los agentes sociales (del Gobierno y sindicatos) que se venden con alegría mucho antes de su aprobación. Los empleados cuyo convenio no lo prevea no podrán trabajar menos y, además, al salir del curro no podrán echarse un cigarro en una terraza. Todo apunta a que esta sí será una reforma que salga adelante, ya que a Feijóo, al contrario que a Rajoy, fumar no le parece una virtud. De hecho, ya lo prohibió en Galicia durante el covid.
La Casa Blanca quiere la cuadratura del círculo laboral
Las autoridades de EE UU detuvieron la semana pasada a 475 trabajadores surcoreanos de una fábrica de baterías para vehículos de Hyundai en Georgia, a los que acusa de usar visados de forma fraudulenta. Eso ha generado incertidumbre en las empresas (ya bastante mareadas por Donald Trump) que pretenden aumentar su inversión en EE UU, en parte para evitar los aranceles. A eso se suma que la cruzada migratoria está castigando a sectores como la construcción, donde faltan expertos en tejados y estructura básica, por ejemplo. Se supone que Trump acabará suavizando algo su dura estrategia: los adalides del movimiento MAGA deben admitir que no se puede hacer grande a América de nuevo sin abrir la puerta a los profesionales extranjeros especializados.
La frase
Debemos explorar y desarrollar la plataforma continental de gas. Somos una nación importante para Europa y su seguridad energética. Seguiremos siendo un socio fiable, pero también reduciremos las emisiones y cumpliremos con nuestras obligaciones climáticasJonas Gahr Store, primer ministro de Noruega en funciones
La computación y la programación tienen muchas madres
La computación puede tener un padre, John von Neumann, pero tiene muchas madres: todas las mujeres que se agolpaban con sus calculadoras en las salas de Los Álamos resolviendo sucesiones casi infinitas de pequeñas operaciones que resultarían en la bomba atómica. Estas inspiraron al matemático húngaro-estadounidense para desarrollar lo que sería el primer ordenador, y sin ellas no podría leer estas líneas, ni ser interrumpido por el zumbido del móvil en su bolsillo. De hecho, fueron las primeras programadoras, ese trabajo tan en boga, pero que los hombres despreciaban. La historia de la ciencia, y más concretamente de las matemáticas, está llena de mujeres más o menos tapadas que la profesora Marta Macho-Stadler ha recopilado en un libro.
