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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las claves: Trump no siempre se echa atrás, pero a veces sus amenazas no se cumplen

Subir los aranceles demasiado frenaría en exceso el comercio, y anularía parte del beneficioso efecto en el erario estadounidense

CINCO DÍAS

Donald Trump, presidente de EE UU, acudió el domingo a la final del Abierto de Estados Unidos de tenis, invitado por Rolex, que quiere hacer lobby para reducir los aranceles a Suiza, o al menos a sus relojes. El día anterior se había reunido con los grandes magnates de las tecnológicas, incluido Bill Gates; todos mostraron su pleitesía, aunque el que lo hacía con más naturalidad era Mark Zuckerberg, que sabe adaptarse mejor al zeitgeist. El viernes, también, Trump volvió a amenazar a Europa con más aranceles por la multa de casi 3.000 millones de euros a Google (una relativa demostración de fuerza de la UE, aunque con cuatro días de retraso). Igual que no había que minusvalorar su anuncio del día de la liberación, tampoco conviene exagerar el margen de EE UU para subir las tarifas. Hay que atender a los hechos consumados: en abril, la Casa Blanca anunció una tregua, pero mantuvo un mínimo de 10% para todos los países, que en la UE se sumaba a los ya en vigor, casi totalizando el 15% que finalmente se ha fijado. Subir los aranceles demasiado frenaría en exceso el comercio, y anularía parte del beneficioso efecto en el erario estadounidense. Trump no siempre se echa atrás, pero a veces sí.

Comprar bitcoin, como dar una capa de pintura a un coche viejo

Resulta que, siguiendo el ejemplo de Strategy, muchas empresas de todo tipo de pelaje se han lanzado a la compra de bitcoin para acumularla en su tesorería y dar un lustre especial. Tanto que pueda tapar algún manchurrón, como que su negocio principal no brille especialmente o que el signo de los tiempos lo esté mandando a pique. Así, no pocas firmas han visto cómo, después de colársela momentáneamente al mercado, sus acciones se han hundido en Bolsa. La estrategia no puede sino recordar a ciertos petro-Estados que, a la vista de que un día el crudo se pueda acabar, montan eventillos como el Mundial de fútbol.

Feijóo, la fruta y el “entender” de entender, no de comprender

Después de aquel “me gusta la fruta”, supuesta frase de Isabel Díaz Ayuso refiriéndose a Pedro Sánchez –¿qué querría decir?– y convertido en mantra de un PP a la deriva, su presidente ha añadido otro debate lingüístico: ¿Qué significa que el Rey diga que “entiende” una decisión como la de no acudir a la apertura del año judicial? Desde el partido dicen que por “entender” ha de entenderse (sic) un “acuse de recibo” y no una “comprensión”. Lo segundo supondría que Feijóo habría puesto en evidencia la rotura del deber de imparcialidad del monarca, pero... ¿comprender es abrazar? Es todo muy difícil en la interminable rueda política, aunque una cosa queda clara: es de esperar que, después de este lío en el que le han metido, Felipe VI no coja con gusto la próxima llamada del líder popular.

La frase

Si los europeos trazaran una línea y dijeran: “No vamos a comprar más gas ruso, no vamos a comprar petróleo ruso”. ¿Tendría eso una influencia positiva para que Estados Unidos se inclinara también de forma más enérgica [por las sanciones]? Por supuesto
Chris Wright, secretario de energía de EE UU

La vuelta al cole no cambia mucho con 10 o con 45 años

Una de las grandes mentiras constituyentes de la sociedad es que, cuando uno crece, el mundo es esencialmente diferente, más maduro y organizado. Este lunes, miles de niños de toda España vuelven al colegio pensando que los mayores tienen respuestas para sus preguntas, mientras otros miles de adultos vuelven al trabajo con la misma sensación de orfandad –o de ilusión, para los suertudos– que sus hijos. Allí, se pelearán con compañeros ya no por un juguete, sino por un informe, el orden de los destinatarios de un e-mail o cualquier otra tontería; sufrirán parecidas alegrías, envidias o cariños que sus vástagos, pero probablemente más ocultas o impostadas y desearán, como su prole, seguir de vacaciones. Las de los niños, eso sí, son más largas.

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