Las claves: EE UU y China encuentran una forma de seguir rivalizando sin pisarse la manguera, y los gimnasios en tiempos de Ozempic
Una de las claves de la negociación eran las tierras raras, cuya exportación dejará de restringir Pekín


Estados Unidos y China han llegado de nuevo a un acuerdo preliminar (ya es el segundo, al menos) en cuanto a aranceles y otros aspectos de la guerra comercial. Los detalles son por ahora lo suficientemente borrosos como para que Donald Trump lo venda como un gran éxito y haga las cuentas a su manera; pero, con todo, da la impresión, según los cálculos de Fitch o Yale, de que las tarifas de EE UU a los productos chinos son notablemente mayores que antes de su retorno a la Casa Blanca. En el intercambio, Washington ha incluido los visados para los estudiantes chinos. Se supone que a Pekín le importa, todavía, que sus ciudadanos se formen en el país rival, aunque China ya esté dando muestras de sobra que compite de igual a igual en tecnologías como el coche eléctrico.
Una de las claves de la negociación eran las tierras raras, cuya exportación dejará de restringir China. EE UU las necesita, pero el gigante asiático puede haber pensado que limitar demasiado los envíos podría acabar siendo contraproducente, si otros países hubieran descubierto la manera de independizarse de la cadena de suministro china.
La carestía de la vivienda no afecta solo a los que no pueden pagársela
Señala Unai Sordo, líder de CC OO, que la carestía de la vivienda es, y será más, un gran problema para que las empresas encuentren trabajadores, porque estos no podrán pagarse un techo para vivir. Ya ocurre en zonas como Baleares, donde construir nuevas casas es especialmente complicado. Sordo pone el foco en una cuestión importante: que el problema de la vivienda no solo afecta a quienes no pueden pagársela. También a los empresarios, y a todos los residentes (incluidos los que arriendan sus pisos, a precios razonables o no), que necesitan profesores, médicos y otros profesionales.
La tecnología de cobro y alarma de Zara augura un futuro aún más fascinante
Inditex cuenta que el autocobro en sus tiendas de Zara se dobló en el último ejercicio respecto al anterior. Los clientes se hacen la gestión solos en las cajas. Eso se suma al nuevo sistema de alarma de la compañía, que consiste en un chip casi imperceptible. Estos mecanismos se desconectan solos, por radiofrecuencia.
No sería raro que, en un futuro, los consumidores ni siquiera tengan que hacer la gestión de pagar: al salir por la puerta, un chip en la prenda se conecta directamente con su banco y ejecuta el cobro. Se acabarían así –a expensas de que los ladrones busquen nuevos métodos– los hurtos, y también se haría mucho más fácil –e imperceptible– pagar. Para los compradores compulsivos, sería una tentación demasiado fuerte.
La frase del día
“Hay muchos senadores preocupados. Apoyamos la dirección del proyecto de ley de presupuestos, simplemente no va lo suficientemente lejos [en recortar el gasto]”
Ron Johnson, senador de EE UU por el Partido Republicano
Gimnasios de lujo para mantener la clientela en los tiempos de Ozempic
Lo último en gimnasios es que te traten como una madre a un hijo (o, en aquellos hogares que pueden, la asistenta): dejar la ropa sucia y encontrársela limpia. Es lo que hace el del hotel madrileño Four Seasons. Aunque sobre la cinta de correr todos seamos iguales, sea cual sea nuestra clase social, lo que la rodea puede ser muy distinto: un café de especialidad, una máscara facial de luces infrarrojas... Todas esas comodidades son el premio para el sudor y el esfuerzo físico, y una forma de que los gimnasios mantengan su atractivo incluso en tiempos de Ozempic y otros fármacos antiobesidad, que cuestan un ojo de la cara, pero quizá no tanto como las instalaciones deportivas de lujo que intentan seducir a los bolsillos más adinerados.