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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Reconfigurando la IA en Europa: un plan de acción para una nueva era

Es esperanzador que Bruselas haya aprendido del relativo fracaso de la Ley de Chips para promover inversiones

El CEO de OpenAI, Sam Altman, con el presidente francés, Emmanuel Macron.

Europa no puede permitirse perder el tren de la inteligencia artificial (IA) y, sin embargo, existen indicios de que puede estar siendo así. De acuerdo con la edición del año 2025 del informe sobre el estado de desarrollo de la IA que elabora la Universidad Stanford, Europa solo produjo en 2024 tres modelos de lenguaje relevantes frente los 40 desarrollados en EE UU y los 15 publicados en China. El Viejo Continente también está por detrás de las otras dos grandes áreas económicas en lo referente al número de publicaciones científicas entre las 100 más citadas y en la cantidad de patentes aprobadas en el último año.

La situación de Europa en los índices globales de desarrollo de la IA, junto con la simultaneidad de la irrupción de DeepSeek con el inicio del segundo mandato de Trump, abre un nuevo escenario. Se exige una reconfiguración de las políticas europeas en este ámbito. Las instituciones comunitarias deben actuar sobre el triángulo conformado por la estrategia regulatoria, la política de alianzas internacionales y las capacidades industriales. El Plan de Acción para un Continente de Inteligencia Artificial, adoptado recientemente por Bruselas, es un primer paso no desdeñable en esta dirección, aunque tiene ambigüedades y carencias.

Comenzando por el ámbito regulatorio, la UE había proclamado su éxito en ser la primera área económica en dotarse de una legislación para un desarrollo responsable de la IA. Sin embargo, la esperanza de extender el marco legal europeo a EE UU se ha visto frustrada por la anulación por Trump de la orden para una IA segura aprobada por Biden y el Ministro de Ciencia y Tecnología de China ha llamado a despliegue “ordenado” que no ahogue la innovación. Ante la soledad europea en la urgencia normativa, existe el riesgo de un brusco movimiento pendular desregulatorio en la IA. En el marco del Plan de Acción, la Comisión Europea ha abierto una consulta pública que tiene entre otros objetivos identificar la necesidad de una simplificación administrativa de la Ley IA. Bruselas deberá clarificar cuanto antes sus intenciones regulatorias sobre la IA, pues tan inhibidora de la inversión es la incertidumbre jurídica como la supuesta sobrerregulación actual.

A pesar del agitado escenario geopolítico, el Plan de Acción dedica escaso espacio a la política de alianzas internacionales en la IA. La Comisión remite a la futura Estrategia Internacional para la Soberanía, la Seguridad y la Democracia Digitales, de publicación prevista en los próximos meses. La mayor urgencia en el relanzamiento de la diplomacia de la IA es revisar la condición de pilar central otorgado a la colaboración transatlántica, consolidada durante la Administración Biden dentro del Consejo de Comercio y Tecnología. Al igual que en otros ámbitos, EE UU ha dejado de ser un aliado fiable en el desarrollo de la IA. La UE tendrá que reforzar en esta área las alianzas tecnológicas abiertas con Japón, Corea e India, y abrirse a colaborar con otros damnificados de las estrategias trumpistas, como Canadá.

El triángulo de acción política de la Unión Europea en IA tiene que apoyarse en su capacidad industrial. La estrategia regulatoria y la diplomacia digital han de abordarse desde una posición de liderazgo tecnológico, por lo que Europa requiere de un ecosistema fuerte en esta área del que hoy carece, como bien señala Mario Draghi. El Plan de Acción establece una hoja de ruta para el desarrollo de una capacidad industrial en IA que ya había sido esbozada en Una brújula de competitividad para la UE”. Se reafirma en el plan el objetivo de movilizar 200.000 millones de euros de inversión en IA partiendo de un fondo público denominado InvestAI financiado con 20.000 millones, ya anunciado por la presidenta de la Comisión en la Conferencia de París.

La financiación que prevé movilizar Bruselas es juzgada como insuficiente por algunos expertos. Por un lado, estiman que son necesarios al menos 120.000 millones para aplicaciones IA y 200.000 millones para las infraestructuras necesarias que soporten su despliegue. De igual modo, señalan que la creación de un CERN IA necesitaría de 100.000 millones adicionales. En la implementación de las inversiones, para garantizar su efectividad, la Unión debería reforzar las competencias de coordinación de la Oficina IA de la Comisión, en particular para impulsar los proyectos comunes importantes de interés europeo (IPCEI, Important Projects of Common European Interest) que contempla el Plan de Acción.

Es esperanzador, sin embargo, que Bruselas haya aprendido del relativo fracaso de la Ley de Chips en las medidas para promover inversiones. En lugar de limitarse a buscar una forma de agilizar la aplicación de la normativa de ayudas de Estado, con la EU Cloud and AI Development Act se compromete a remover los obstáculos burocráticos que limitan el despliegue de centros de datos en la Unión. Entre otros objetivos que se marca para su propuesta legislativa se encuentra agilizar los permisos y las autorizaciones ambientales relacionadas para la construcción de un centro de datos en Europa y facilitar el acceso a las fuentes de energía. Pero aquí se echa de menos la falta de una apuesta clara por establecer requisitos de soberanía tecnológica en los centros de datos –basados por ejemplo en el porcentaje europeo de propiedad de las infraestructuras– e insistir en la potenciación del ecosistema fundacional de semiconductores.

Europa necesita más que nunca actuar con decisión y rapidez. La clarificación de las políticas regulatorias, el fortalecimiento de las alianzas internacionales y la movilización de recursos para la investigación y el desarrollo son cruciales para que la UE no se quede atrás en esta nueva era de la IA y profundice en su soberanía tecnológica, reduciendo las dependencias del tradicional aliado estadounidense. El futuro de Europa en el escenario tecnológico global dependerá de su capacidad para responder a este desafío con una estrategia integral y ambiciosa, completando en la implementación de su Plan de Acción las ambigüedades de su definición.

Emilio García García es ex director del Gabinete de la Secretaría de Estado de Telecomunicaciones y coautor del libro ‘Chips y Poder’.

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