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Para pensar
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Presidente, cerrar nucleares es un error innecesario

Mientras Europa y el mundo reactivan la energía nuclear, España se aferra a una hoja de ruta que podría poner en riesgo la seguridad energética

Central nuclear de Cofrentes (Valencia).

Así lo ha entendido Bélgica, cuyo parlamento ha derogado la ley que le obligaba a abandonar la energía nuclear este año. Así lo entendió Draghi cuando en su informe pidió expresamente no cerrar centrales nucleares, extendiendo su vida útil como están haciendo otros países del mundo, y así lo están entendiendo Dinamarca, Alemania o Italia, que las cerraron tras el accidente de Chernóbil y cuando la descarbonización no era una prioridad y, ahora, apuestan por su retorno en forma de nuevos minireactores de última tecnología.

Presidente, si el mundo ha cambiado tanto como para replantearnos la política de defensa, también lo ha hecho para darle un nuevo papel a la energía nuclear en su triple dimensión: complementaria de las renovables en la lucha contra el cambio climático (forma parte de la taxonomía limpia de la UE), precio competitivo, y parte de la autonomía estratégica de la UE. En palabras de la vicepresidenta de la Comisión, la española Teresa Ribera: la energía nuclear es necesaria para Europa, que debe apostar, además, por el despliegue de pequeños reactores modulares. Cuando Europa tiene 180 reactores nucleares operativos, en el mundo hay 62 nuevos reactores en construcción y hasta en la cumbre del clima COP28 se incluyó la construcción de nucleares como parte de la transición energética, España no puede ser el único país en el mundo que mantiene la idea de cerrarlas, sin que las razones para hacerlo sean claras, ni convincentes, ni compartidas por una inmensa mayoría de ciudadanos, según las encuestas.

A favor de no cerrarlas se ha pronunciado en España una mayoría de fuerzas parlamentarias, empresarios y sindicatos, comunidades autónomas (sobre todo, aquellas que tienen centrales) y expertos. Esto no va de poderosos lobbies minoritarios, ni debe ser terreno para la confrontación política, porque resulta imposible ver ideología detrás de las diferentes tecnologías generadoras de electricidad (incluso cerrar las de carbón se hizo para combatir el cambio climático, no porque fuera progre). Es más, debería ser un asunto en el que el Gobierno y tú personalmente asumierais el liderazgo y demostrarais a los polarizadores que, en democracia, se debe gobernar de otra manera: atendiendo al interés general, con razones y argumentos. Y hoy, presidente, las voces que siguen ancladas en el cerrar nucleares son minoritarias, con argumentos obsoletos, cuando no directamente equivocados (sitúa a nucleares y renovables bajo la misma presión impositiva, sin trampas artificiales, y verás que ambas tienen precios competitivos y rentables).

Pero quiero añadir un enfoque adicional en favor de una moratoria que, al menos, posponga el cierre: la prudencia, frente a un panorama incierto en el mundo energético, donde un error de cálculo o de tiempos afectará a la garantía de suministro. Lo que piensa el Gobierno sobre el futuro está recogido, hasta 2030, en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (Pniec), recientemente actualizado. Yendo al grano, la apuesta más relevante para lo que nos afecta es su creencia de que, en 2030, el 80% de la energía eléctrica procederá de fuentes renovables y la certeza de que, para entonces, cuatro de las siete instalaciones nucleares habrán dejado de funcionar. Si aceptáramos estos números, no encuentro razones para que el mix no pudiera ser 80% renovables, 20% nuclear (como ahora con las siete instalaciones), y ciclo combinado como garantía (retribuida) de reserva, dada la intermitencia de las renovables, que dependen de factores climáticos.

¿Qué pasa si, para entonces, las cuatro centrales nucleares no están operativas, pero NO se ha podido alcanzar todo el objetivo de renovables? Pues que tendremos que recurrir mucho más al ciclo combinado (gas), que emite CO2, y cuyo precio lo determina el mercado internacional, como hemos visto tras la invasión de Ucrania. ¿Hay elementos para pensar que los números y las previsiones del Pniec pueden no cumplirse? Sí. Muchos, y han sido puestos de manifiesto por expertos y asociaciones. Por empezar con un dato menor para este debate, el Pniec habla de que en 2030 habrá 5,5 millones de coches eléctricos (lo que refuerza una previsión muy optimista de consumo eléctrico global), cuando a fecha de hoy estamos en medio millón y con ventas anuales en el entorno de los 150.000. Otro dato optimista, este ya más importante para darle sentido al crecimiento previsto en renovables, es el de los 19 gigavatios (GW) de almacenamiento previstos, cuando hoy estamos a menos de la mitad y apenas empieza el Gobierno a regularlo. O las exportaciones previstas a Francia, que requerirían unas nuevas interconexiones de las que ni se ha empezado a hablar con el reticente país vecino.

La lógica detrás de estas previsiones tan optimistas es justificar algo difícil de creer: que para 2030 tengamos instalados 76 GW de fotovoltaica y 62 GW de eólica, cifras muy alejadas de los números de hoy, que son: 32 GW en fotovoltaica y poco más en eólica. Las asociaciones y los expertos consideran que, al ritmo actual y con las previsiones de mercado, la probabilidad de forzar la máquina hasta el punto de alcanzar esos objetivos es prácticamente nula, en esas fecha, al menos. Algo similar ocurre con las inversiones en redes, que deberían duplicar la actual inversión anual, si queremos cumplir con la ratio redes/renovables que aconseja la Asociación Internacional de la Energía.

Presidente, tanto tú como la vicepresidenta Aagesen os habéis manifestado estos días abiertos a escuchar y negociar propuestas de las empresas sobre una moratoria del cierre. Sensato por vuestra parte y positivo para un país sensibilizado, a la fuerza, frente a la energía. El actual calendario no puede ser lo único intocable en este escenario global tan líquido y, aunque solo sea por prudencia, ante el elevado riesgo de no cumplir los números del Pniec, alargar la vida útil de nuestras centrales es, hoy, la decisión más pragmática y prudente. Le corresponde al Gobierno liderar, como responsable de la política energética del país, cuyo mix no debe estar en manos de las empresas.

Jordi Sevilla es economista

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