El excepcionalismo de EE UU se vuelve una cuestión de perspectiva
Para los inversores nacionales, los activos del país pueden seguir avanzando, mientras les pasa lo contrario a los de fuera

Warren Buffett se hizo famoso aconsejando a sus seguidores que nunca apostaran contra Estados Unidos. Sin embargo, incluso el mayor admirador del Tío Sam se pregunta implícitamente si los días de rendimiento superior del país han llegado a su fin. Hace una semana, cuando el Oráculo de Omaha anunció sus planes de retirarse, Berkshire Hathaway estaba menos centrada que nunca en America SA, con más de la mitad de su cartera de inversiones en efectivo y su mayor ponderación histórica en activos no estadounidenses.
Pero, 48 horas después, en la Conferencia Global del Milken Institute, Scott Bessent tomó con entusiasmo el testigo de Buffett e instó a su audiencia a apostar por EE UU. Toda la historia económica del país, bromeó el secretario del Tesoro, se puede resumir en solo cinco palabras: “Al alza y a la derecha”. ¿En quién deben confiar los inversores: en Buffett o en Bessent? ¿Ha terminado la era del rendimiento superior de las inversiones estadounidenses, o ha llegado para quedarse?
La reciente caída del dólar plantea una tercera posibilidad: ambas cosas podrían ser ciertas al mismo tiempo. Para los inversores nacionales, que cuentan sus ganancias en dólares, los activos de EE UU podrían seguir avanzando, incluso aunque lo contrario pudiera ser cierto para los extranjeros, que están expuestos al riesgo cambiario. Al igual que en el extraño mundo de la física cuántica, donde las partículas no tienen una posición fija hasta que se observan, la existencia del excepcionalismo estadounidense puede depender cada vez más de la perspectiva del inversor.
La última década de dominio de la inversión estadounidense ha tenido tres motores subyacentes. El primero era sencillo: una generosidad fiscal sin precedentes. La Ley de Recortes Fiscales y Empleo de 2017 de Donald Trump redujo los impuestos. La Ley de Reducción de la Inflación de 2022 de Joe Biden aumentó el gasto. El resultado neto fue que el déficit presupuestario de EE UU pasó del 3,5% del PIB en 2015 a casi el 6% en 2019, según la medida del endeudamiento neto del gobierno general del Fondo Monetario Internacional, antes de repuntar de nuevo hasta casi el 7,5% del PIB en 2024. Con un 3,7%, el déficit medio de los demás miembros del G7 fue apenas la mitad del nivel de EE UU el año pasado.
Con la segunda llegada de Trump, la austeridad parece más lejana que nunca. Las resoluciones presupuestarias aprobadas por el Congreso a principios de abril implican recortes fiscales masivos y recortes del gasto relativamente insignificantes, lo que podría añadir 5,7 billones de dólares a la deuda federal durante la próxima década, según Reuters. El FMI calcula que el déficit de EE UU seguirá siendo del 5,6% del PIB en 2028, frente a una media del 3,4% para el resto del G7. Es importante destacar que el mercado del Tesoro estadounidense no se ha visto afectado: el rendimiento de la referencia a 10 años es inferior al de principios de año. Ni las autoridades ni los mercados se oponen a mantener el motor fiscal de EE UU en marcha.
El siguiente gran motor del buen comportamiento de EE UU ha sido su liderazgo en tecnología e inteligencia artificial, ejemplificado por las siete magníficas –Microsoft, Apple, Nvidia, Amazon, Alphabet, Meta y Tesla–, que suponen en torno a un tercio de la capitalización bursátil del S&P 500.
El argumento alcista para este tema es que la ventaja tecnológica de EE UU es sostenible y está llamada a tener profundos efectos macroeconómicos. El economista de la Universidad de Nueva York Nouriel Roubini sostiene que el país lidera al resto del mundo en 10 de las 12 “industrias del futuro”, desde la defensa hasta la energía de fusión, y que el actual auge de la inversión en inteligencia artificial hará que la tasa de crecimiento potencial de la economía se acerque al 4% en 2030, desde alrededor del 2% o 3% de los últimos años.
¿Burbuja?
Los escépticos ven más bien una burbuja. Jim Chanos, fundador de Kynikos Associates, firma especializada en ventas en corto, observa que, si bien el gasto en tecnología de EE UU contribuyó en la práctica con casi un punto porcentual al PIB en el primer trimestre, la última vez que lo hizo fue justo antes del pico de la burbuja puntocom a principios de 2000.
En contraste con el motor presupuestario, los mercados se están tambaleando últimamente en este segundo tema. Las acciones de EE UU han tenido un 2025 muy agitado. Las tecnológicas y Tesla se han visto especialmente afectadas. Pero el S&P 500 se ha recuperado con fuerza tras una caída de casi el 20% a principios de abril y ahora se sitúa solo un 4% por debajo de su nivel de finales de 2024. La fe en los siete magnifícos puede haberse visto mermada, pero aún hay pocos indicios de que el motor tecnológico del Tío Sam se haya detenido de forma ignominiosa.
Esto nos deja con el tercer motor del buen rendimiento de EE UU: la larga racha alcista del dólar. En la década anterior a marzo de 2024, se apreció casi un 30% frente al euro, lo que mejoró la rentabilidad de los inversores en euros que invirtieron en activos financieros de EE UU en casi 3 puntos porcentuales al año. Para los inversores en renta variable, estas ganancias cambiarias fueron un pequeño extra que completó la rentabilidad total anualizada del S&P 500 en dólares, del 13%, hasta el 16%. Para los inversores en renta fija, fueron el principal atractivo, dado que los rendimientos se encontraban en mínimos de varias décadas.
Pero, en 2025, este tercer potente motor del excepcionalismo de EE UU ha dado marcha atrás. El pasivo neto por inversiones internacionales del país ha alcanzado un máximo histórico de casi el 90% del PIB, y el flujo neto de ingresos procedentes de sus activos internacionales se ha agotado por completo. Por su parte, el índice del tipo de cambio efectivo real del Banco de Pagos Internacionales sitúa al dólar en su nivel más alto de los últimos 40 años. Esto, combinado con el respaldo abierto de la Casa Blanca a que la moneda se debilite, ha dado lugar a un giro brusco. El índice DXY del dólar ha caído un 8% este año. La fuerte depreciación de la moneda esta semana frente a varias monedas asiáticas sugiere que podría producirse una mayor debilidad.
¿Merece la pena invertir en los mercados de EE UU, aunque solo estén impulsados por dos de sus tres motores históricos? Depende de dónde esté. Los activos estadounidenses pueden comportarse bien en términos de dólares, impulsados por el liderazgo tecnológico del país y acelerados por nuevas medidas de estímulo presupuestario. Sin embargo, para los inversores extranjeros, serán menos atractivos si la caída del dólar les obliga a correr para mantenerse en el mismo sitio.
Esta confusa situación ya se ha dado en otras ocasiones. En los cinco años previos a abril de 2008, por ejemplo, el S&P 500 obtuvo una rentabilidad anual de algo más del 13% en dólares, igual que en la década anterior a 2024. Pero la moneda estaba en declive y perdió casi un tercio de su valor durante ese periodo. Para un inversor sin cobertura en euros, esos rendimientos excepcionales se redujeron casi a la mitad.
Por supuesto, los inversores de EE UU también pueden ponerse del lado correcto de la operación simplemente comprando activos extranjeros. El propio Buffett opinó hace una semana: “No querría tener nada que pensáramos que estuviera en una moneda que realmente se fuera al garete”. Esa puede ser una valiosa despedida del Oráculo.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías