Ir al contenido
_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Se pudo hacer más para evitar el apagón?

El sistema eléctrico español, en línea con el europeo, ha experimentado una revolución total en apenas unos años

Una tienda en Granada a oscuras tras el apagón del 28 de abril.

El riesgo cero no existe. Pero según hagas o no hagas, pueden incrementarse las probabilidades de que ocurra un cero eléctrico. Y a falta del informe técnico del operador del sistema eléctrico (me parece un error haber excluido a las empresas del grupo de trabajo) contando qué falló y por qué, vemos que se dibujan ya dos posiciones muy del momento polarizado actual: por una parte, se señalan culpables, más o menos a la carta, en todas direcciones; y dos, los responsables empiezan a quitarse culpas de encima por si acaso (me enterneció leer que la vicepresidenta de la Comisión reclamó más inversiones para nuestras redes eléctricas cuando fue ella, como ministra, quien después de un año de demora injustificada recortó al mínimo las propuestas que le hicimos desde REE, por razones poco razonadas).

Aunque sea para cubrir la necesidad de información existente, se puede ir ordenando un conjunto de datos, advertencias, visto desde ahora, que hemos ido conociendo hasta llegar a esas oscilaciones muy fuertes del flujo de tensión que se produjeron segundos antes del apagón y que provocan dos preguntas: ¿fueron algo totalmente inesperado y de causa desconocida? Y ¿por qué fallaron los cortafuegos previstos para evitar lo que pasó, una extensión del problema hasta un cero nacional (Francia sí que cortó su interconexión evitando el contagio)?

El sistema eléctrico español, en línea con el europeo, ha experimentado una revolución total en apenas unos años al cerrar las centrales de carbón, limitar las de gas y apostar, con mucha subvención pública por detrás, sobre todo por eólicas y fotovoltaica. Esto ha tenido dos impactos sobre el funcionamiento del sistema y de su operativa: se han multiplicado los puntos de generación conectados a la red de transporte, así como su distribución geográfica y, en segundo lugar, un sistema diseñado para gestionar energías síncronas ha tenido que adaptarse para integrar, en poco tiempo, un volumen importantísimo de energías no síncronas cuyas características físicas (tensión y frecuencia) son muy diferentes desde el punto de vista del equilibrio de la red. No estoy descubriendo nada nuevo, nada que no se supiera desde el principio y se advirtiera a quien tiene la responsabilidad de aprobar la política energética.

Todos los que apoyamos la opción de las renovables sabíamos y avisamos de su implicación sobre la garantía de suministro: exigía cambios importantes en las redes (más nudos y redes más inteligentes), en los criterios que rigen los estándares de protección del sistema y, también, mantener la suficiente energía síncrona de respaldo para que, combinada adecuadamente por el operador con las renovables, se garantizara la estabilidad y el suministro. Como el objetivo era reducir emisiones de CO2, muchos dimos por supuesto que entre las tecnologías de respaldo se mantendría la nuclear por ser considerada limpia por la Comisión. Todo ello, empezando por lo obvio: regular para las energías eólicas y fotovoltaicas la obligación de dotarse de tecnología (que existe) que les permita regular adecuadamente parámetros esenciales para el funcionamiento seguro del sistema (como la tensión).

La primera sorpresa fue cuando en el borrador de PNIEC se apostaba por un calendario de cierre de las nucleares, sin ninguna explicación y asumiendo un riesgo tan elevado como innecesario de cara al suministro, porque las renovables pintadas estaban lejos de estar aseguradas. La segunda fue el mencionado recorte en inversiones en redes cuando el ministerio aprobó la preceptiva planificación. La tercera, la estamos conociendo ahora, cuando se publica que las diferentes propuestas normativas que desde REE se han presentado para hacer obligatorio los inversores para eólica y fotovoltaica, duermen el sueño de los justos en los cajones del ministerio y de la CNMC que no lo han considerado urgente durante estos años. La última, el retraso en la imprescindible adaptación de los criterios generales de protección de la red a la nueva situación del mix. Además de eso, los retrasos en la regulación del almacenamiento, la necesidad de elevar las interconexiones y establecer los llamados pagos por capacidad como complemento al impulso de las renovables.

Nadie puede decir que no sabía que la integración masiva de renovables (objetivo loable y apoyado por casi todos) obligaba a cambios importantes en la normativa, en la inversión en redes y en los procedimientos del sistema y del operador si se quería seguir garantizando el suministro y reducir los riesgos de un apagón. Doy fe de que, al menos, los técnicos de REE han sido insistentes en ese sentido desde el principio. El informe conocido más reciente apunta que “la entrada masiva de generación renovable, mayoritariamente basada en electrónica de potencia, ha supuesto un cambio a la hora de establecer requisitos de equipamiento para el sistema de protecciones”. Y ya podemos decir que, en todo esto, en este acompañamiento imprescindible al crecimiento de las renovables, la lentitud de actuación por parte de quien corresponda ha sido excesiva. No digo que si se hubiera hecho todo lo requerido el apagón del 28 no se hubiera producido. No lo sé. Esperemos al informe oficial que, espero, no se demore mucho. Pero estoy seguro de que las probabilidades de tener inestabilidades, fluctuaciones de tensión y apagones, como los hemos tenido, se hubiera reducido mucho.

Jordi Sevilla es economista y expresidente de REE

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

_
_