Otra bomba racimo sobre el sistema financiero
Que la medicina de Trump pueda matar al paciente es, a cada día que pasa, un riesgo más acuciante


Con los inversores aún intentando recuperarse del huracán arancelario, Donald Trump ha añadido otro foco de incertidumbre en un apartado de la economía y de las instituciones estadounidenses que parecía blindado, al menos a ojos del mercado, la Reserva Federal. Buena parte de la comunidad inversora trabajó bajo la hipótesis de que el presidente de EE UU no tenía interés alguno en descarrilar la economía y hundir las cotizaciones... Hasta que hizo públicos los denominados aranceles recíprocos. Echó el freno cuando la marea empezó a hacer mella sobre el mercado de bonos. Ahora, las amenazas directas sobre el presidente de la Reserva Federal están acelerando la caída del dólar, ya en 1,15 unidades por euro, y las ventas se extienden tanto a la Bolsa como a la deuda, también ante la falta de avances en el ámbito arancelario.
En su primera comparecencia tras las elecciones, Jerome Powell dejó claro que no planeaba dimitir, y que legalmente no se le puede despedir. El director del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca dijo el viernes que están estudiando esa opción. Ayer Trump insistió en los ataques a Powell y en la petición de recortes de tipos preventivos. La ofensiva abierta contra la independencia del banco central trasluce evidentes ansias autocráticas que no deberían generar demasiada sorpresa. Pero las derivadas económicas son de gran calado. La combinación de medidas inflacionistas con un banco central complaciente es receta para una espiral alcista de los precios. Turquía es un buen ejemplo, con una inflación por encima del 40% y los tipos en el 46%.
Obviamente, Turquía no es EE UU. Pero los mercados de renta fija y de divisas ya están reflejando la erosión del estatus de EE UU como puerto seguro y ancla del sistema financiero, a causa de la deriva institucional y a una cada vez más patente falta de seriedad económica, especialmente en el plano comercial. Por más que el presidente considere deseable la caída del dólar, esta solo es un reflejo de la huida de los inversores extranjeros de la Bolsa y bonos de EE UU.
No sabemos hasta qué punto Trump llevará a término sus planteamientos. Pero sí sabemos que el mercado, caprichoso y voluble, no juega a la diplomacia. De la confianza de los inversores depende la riqueza de los hogares, la financiación del gigantesco déficit público del Tesoro y buena parte de su pujanza empresarial. Si Trump ha acertado en alguno de sus diagnósticos económicos es algo opinable. Que su medicina pueda matar al paciente es, a cada día que pasa, un riesgo más acuciante.