Washington se juega mucho más que el déficit comercial
Los mercados no están viendo el país, su deuda y su moneda como un refugio, sino como un lugar del que huir


Los vaivenes arancelarios del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, han subido a los mercados a una particular montaña rusa que apunta a alargarse, a pesar de la suspensión temporal de las tasas recíprocas. Aunque la Bolsa es la que ha acaparado más la atención esta semana, es en la deuda y en el mercado de divisas donde Trump se está jugando no solo la estabilidad financiera de su país, sino todo un cambio de paradigma que puede incluso hacer peligrar su hegemonía.
El billete verde, divisa de referencia del comercio internacional reconfigurado por el presidente de EE UU, se ha depreciado con fuerza en las últimas jornadas frente al euro. No se habían visto movimientos de este calado entre las dos monedas desde que cayera Lehman Brothers y desencadenara la Gran Crisis. Los inversores temen una recesión, que implicaría bajadas de tipos y, por tanto, un dólar más débil.
Aunque en principio buscado –Trump reclama por activa y por pasiva que la Fed baje el precio del dinero, para poder afrontar su ansiada reindustrialización con los costes de financiación más bajos–, existe el riesgo de que Washington se pase de frenada. Por el momento, los mercados no han comprado la tesis según la cual todos estos movimientos buscaban rebajar el precio de la acuciante deuda pública estadounidense.
La experiencia enseña que, en épocas de inestabilidad, los inversores institucionales se refugian en un puñado de valores. Y entre ellos destacan el dólar –la primera moneda del mundo– y la deuda estadounidense. Cuando el mundo tiembla, los mercados acuden al billete verde, cuyo valor sube, y a los bonos de la Fed, que ante la gran demanda, bajan. Ninguno de los dos se ha comportado estos días como debería.
Todo ello muestra, como ya han adelantado antiguos altos cargos de la Administración estadounidense, que los mercados no están viendo el país, su deuda y su moneda como un refugio, sino como un lugar del que huir. O, dicho en otras palabras: están tratándolo como a un mercado emergente.
Ejemplos recientes, como la caída de la exprimera ministra británica Liz Truss, evidencian que los países deben temer que se ponga en duda su estabilidad. Y, aunque sería arriesgado afirmar que Estados Unidos y su moneda han perdido definidamente el paso, por lo pronto sí se puede decir sin ambages que están perdiendo la confianza de los mercados. La distancia entre estos polvos y aquellos lodos no es tan grande.