España va bien, a pesar de sus políticos
Los de fuera nos ven de manera más positiva que nosotros mismos

Un 64% de españoles reconocen que su situación económica personal es buena o muy buena y el 71% considera que dentro de seis meses será igual o mejor, según refleja el CIS de manera persistente. Un sentimiento acorde con los datos macro de un país que, pese a todas las dificultades internacionales, ha cerrado el año creciendo un 3,2% (muy por encima de la media europea), con una inflación del 2,8%, una reducción del déficit público por debajo del 3% y la creación de medio millón de empleos lo que ha facilitado la integración de inmigrantes en el mercado laboral. La deuda pública, cuyo crecimiento durante la pandemia sigue pesando sobre las cuentas al haber superado el 100% del PIB, reduce su peso relativo con previsiones de continuar bajando.
El consumo de las familias ha sido el primer motor del crecimiento durante 2024, gracias al empleo, la recuperación del poder adquisitivo de los salarios tras el repunte de la inflación y la subida de pensiones un 8,5%. El beneficio neto de las empresas no financieras aumentó el año pasado un 12% según el Banco de España, en línea con los datos de la Agencia Tributaria según los cuales 2024 marcó un máximo en márgenes de beneficio empresariales: el impuesto de sociedades es la figura tributaria que más creció su recaudación el año pasado. A pesar de ello, la inversión privada sigue languideciendo, aunque con repuntes interesantes a finales de año en construcción.
No es que me haya vuelto panglosiano, de repente. Aunque la OCDE ha dicho que somos la economía avanzada que más crecerá este año, nuestra renta per cápita sigue atascada por debajo de la media de la eurozona. Tampoco creo en lecturas partidista. De hecho, me apunto a la frase expresada por el Presidente González en un debate sobre el estado de la nación (¿se acuerdan cuando se hacían estos debates?) al pedir a la oposición que reconociera las cosas que iban bien en España, añadiendo “digan, si quieren, que es a pesar del Gobierno y que con ustedes todavía iría mejor” pero reconozcamos nuestros méritos como país, aquellas cosas por las que sentirnos razonablemente orgullosos porque son las que nos dan fuerza y convicción para superar todas aquellas que todavía no funcionan: desde la pobreza infantil, hasta la escasa inversión en I+D+i o el fracaso de las políticas activas de empleo. Cuando, por ejemplo, el Ingreso Mínimo Vital solo llega a la mitad de los beneficiarios y la ayuda por hijo que lleva adjunta solo lo hace al 10% de los supuestos beneficiarios, es que algo funciona muy mal en nuestro sistema administrativo. Y debe reformarse con urgencia.
Lo que intento es corregir las tendencias catastrofistas a las que somos tan aficionados los españoles, al menos, desde 1898. Los de fuera nos ven de manera más positiva que nosotros mismos: España es el tercer país europeo en captación de inversión extranjera directa y el año pasado batimos un récord de turistas con 94 millones de viajeros que continúan mejorando su gasto aquí. Llevamos doce años reduciendo nuestro nivel de endeudamiento externo (45 puntos desde 2009 que marcó el máximo) gracias a los superávits por balanza de pagos. En el último Global Attractiviness Index (GAI), elaborado por TEHA, que mide el atractivo internacional para inversores de 146 países con base en una perspectiva multidimensional y cuatro grandes áreas macro, España ocupa el lugar 20, habiendo experimentado un avance importante entre los países de la eurozona.
Quiero, pues, situar el problema donde creo que está: la polarización partidista como principal lastre de país. Veámoslo con el último Barómetro y el estudio de tendencias sociales. Un 70% dice estar preocupado por el cambio climático (¡ojo, Feijóo con entregarte a los negacionistas!), un 62% opina que estamos viviendo importantes cambios tecnológicos, sociales y económicos frente al que son optimistas pese a que tendrán impacto negativo sobre el empleo. Para el 77% la elección de Trump representa un cambio mundial, que un 80% considera malo o muy malo por lo que un 75% considera que la UE debe aumentar su capacidad defensiva, incluyendo un ejército europeo. También señalan la vivienda como el primer problema actual para los españoles.
El CIS refleja, pues, cómo los españoles sitúan bien los problemas. Pero también expresan sus dudas respecto a los encargados de abordarlos: los políticos. Para más de un 53% de españoles, los partidos, los políticos, el Gobierno o lo que hacen todos ellos representa, sumado, el primer problema del país. El mismo resultado se comprueba cuando vemos que la confianza en los partidos, Gobierno y Parlamento es escasa y menor que hace cinco años o que ningún líder político nacional llega, ni de lejos, al aprobado en la valoración ciudadana. Dos datos más: el 70% dice tener cierto o mucho interés por la política (la despolitización como mito) y que las redes sociales – el medio polarizador por excelencia- son ya lo que más influye sobre las opiniones políticas (por delante de la televisión).
España va bien, con algunos problemas que arrastramos desde hace tiempo pero que tienen solución y los españoles, de forma muy mayoritaria, son conscientes de los cambios que se están produciendo en el contexto mundial tras la victoria de Trump, así como de algunas de las exigencias que se derivan para Europa de esa situación, incluso en el ámbito militar. Pero echan en falta una clase política a la altura de las circunstancias. Si quienes representan más del 75% del Congreso de los Diputados estuvieran dispuestos a llegar a acuerdos, solo en aquellos temas que no se pueden gestionar de otra manera, bien porque haya competencias distribuidas entre Gobierno central y Comunidades Autónomas. (vivienda), bien por tratarse de asuntos de estado (defensa), los extremos minoritarios dejarían de tener la capacidad decisiva que hoy tienen y, poco a poco, nuestra política se iría poniendo al nivel del país y de los españoles.
Jordi Sevilla es economista.