Los aranceles de Trump sumen al mundo en el abismo de una guerra comercial
No está claro cómo pueden los demás países satisfacer los objetivos contrapuestos de la Casa Blanca

Donald Trump está llevando el orden económico al límite. Los objetivos declarados de recaudar billones en ingresos mientras se obliga a fabricar en el país son irreconciliables, lo que complica cualquier intento de negociar una retirada. Mientras, el daño será significativo.
Las medidas fueron una sorpresa incluso después de los ataques previos. Según Fitch, el tipo arancelario efectivo de EE UU sobre todas las importaciones será ahora del 22% –frente al 2,5 % del año pasado–, en niveles similares a los observados por última vez en 1910. Los productores agrícolas, los fabricantes de automóviles, la Cámara de Comercio de EE UU y los sindicatos advirtieron del daño económico potencial de las nuevas barreras. No se les hizo caso.
De hecho, la letanía de quejas –desde aranceles directos sobre productos de EE UU hasta regulaciones avícolas y el IVA, lo que resulta en un cálculo confuso de los supuestos gravámenes de otras naciones– sube las apuestas. Pero, pese a que Trump aduce que EE UU ha sido sistemáticamente perjudicado por un orden de posguerra que ayudó a moldear, es probable que destruirlo lleve a su propio país a la recesión a menos que dé marcha atrás rápidamente.
En el peor de los casos, según Moody’s, los aranceles del 20% provocarán que el paro alcance un máximo del 7,3% a principios de 2027, desde el 4,1% de este febrero pasado, y que los mercados caigan un cuarto en el mismo periodo. Un arancel así, además de los ya impuestos, costaría al hogar medio de EE UU al menos 3.400 dólares, según el Laboratorio de Presupuestos de la Universidad Yale. Los consumidores y las empresas ya están asustados: la proporción de encuestados en el sondeo de confianza del consumidor de la Universidad de Míchigan del viernes que esperan un aumento del paro en el próximo año aumentó al 66% en marzo, la lectura más alta desde la crisis financiera.
Quizás EE UU no sepa lo que tenía hasta que realmente se haya ido: los compradores chinos están almacenando soja brasileña, y Canadá está fortaleciendo su asociación militar y económica con Europa. China, Corea del Sur y Japón están coordinando sus respuestas. Los consumidores de EE UU suponen hasta el 14% de las importaciones mundiales con solo el 4,2% de la población, según la Oficina del Representante de Comercio de EE UU y el Banco Mundial, por lo que la atracción de su mercado seguirá siendo fuerte. Y la amplitud de las políticas que Trump considera aranceles ilegítimos podría atraer a los socios a la mesa de negociación con una larga lista de ajustes ofrecidos para recibir indulgencia.
Pero la visión deja poco margen de maniobra. El asesor del presidente Peter Navarro dijo que los aranceles recaudarán 6 billones de dólares, un estímulo clave dado el enorme déficit presupuestario. Pero Trump también prevé que obliguen a los fabricantes de todo el mundo a trasladarse a EE UU. No está claro cómo pueden los demás países satisfacer estos motivos contrapuestos, lo que amenaza con una crisis mucho más duradera.
Los mercados tiran los dados
En la década de 1930, la tristemente célebre Ley Arancelaria Smoot-Hawley profundizó la recesión económica mundial y contribuyó a que el Dow Jones cayera más de un 30% en un año. Pero los inversores están adoptando una postura diferente esta vez. Hay muchas posibilidades de que las cosas empeoren.
En Europa, el Stoxx 600 bajó solo un 2%. Y no es porque todas las malas noticias se hubieran descontado ya. Antes del miércoles, las acciones europeas cotizaban a más de 14 veces las ganancias a 12 meses vista, cómodamente por encima de su promedio de dos años de 13, según datos de LSEG. El Topix de Japón fue el más afectado de los índices asiáticos, pero aún así cerró solo un 3% más bajo, similar a la caída implícita en los futuros de acciones de EE UU antes de la campana de apertura de ayer.
Los mercados de crédito tampoco están en pánico. El iTraxx Crossover de swaps europeos de cobertura por impago de crédito vinculados a deuda con calificación de bono basura, que indica el riesgo de quiebras corporativas, subió, pero sigue muy por debajo de los máximos de 2023. La venta masiva del dólar también fue contradictoria. Un índice de su valor frente a las monedas de los socios comerciales cayó un 2%. Los inversores esperan en general que el dólar se fortalezca.
Ayuda que los bancos centrales estén relajando la política. Los operadores de tipos asumen ahora una probabilidad del 90% de que el BCE recorte los tipos este mes. Los Gobiernos, especialmente Alemania y China, ya estaban preparando paquetes de estímulo presupuestario, lo que también podría aliviar el impacto económico.
Pero la explicación clave de la mínima reacción de los mercados es que los inversores creen que los planes de Trump no se convertirán en una realidad duradera. El miércoles dio señales de que otros países podrían reducir sus aranceles negociando. Europa y China contraatacaron ayer con palabras, pero no se intensificó en lo material. Trump también puede encontrarse con resistencia interna. Pero es poco probable que las negociaciones sean fluidas, y la Casa Blanca se ha comprometido a imponer muchos de los aranceles en cuestión de días. Para crear cierta influencia sobre Trump, los socios comerciales pueden considerar necesario tomar represalias antes de sentarse a la mesa de negociaciones, por ejemplo, golpeando las exportaciones de servicios de EE UU.
Si no se pueden alcanzar acuerdos, podrían producirse rápidamente guerras comerciales totales, y los países que antes exportaban a EE UU podrían intentar deshacerse de sus productos en otros mercados. Los economistas de UBS calculan que el crecimiento del PIB mundial podría caer 2 puntos porcentuales. En ese escenario, los ecos de 1930 podrían empezar a sonar más fuerte.
Asia, en el barco de China
Los aranceles golpearon a China con una subida de 34 puntos porcentuales, lo que eleva los nuevos gravámenes sobre las exportaciones del país a 54 puntos en las 10 semanas transcurridas desde que Trump asumió el cargo. Tampoco perdonó a aquellos que intentaron rendirse en lugar de tomar represalias. Algunos están peor que otros, pero Washington ha metido a toda Asia en el mismo barco arancelario.
Japón recibe un gravamen del 24%, pese a su papel como eje geopolítico de EE UU en la región y de la enorme inversión extranjera de gigantes como SoftBank; las numerosas bases del Ejército de EE UU en Corea del Sur no ayudaron a evitar un golpe del 26%; y ni el papel vital de Taiwán en los chips, ni la promesa de TSMC de invertir en fábricas en EE UU, impidieron un alza del 32%. Vietnam tendrá un arancel del 46%. Eso golpeará aún más a los exportadores chinos que habían crecido confiando en el desvío de mercancías a través del sudeste asiático e invertían en fábricas allí. Podría crear una oportunidad para India. Afronta un arancel más bajo, del 27%, y sus altas barreras a la inversión china pueden apoyar su atractivo como base de bajo coste para abastecer a EE UU. Pero es poco probable que la mayoría de las empresas globales den un giro a sus cadenas de suministro hasta que vean más estabilidad.
Todo esto parece jugar a favor de China, ya que Pekín busca consolidar su creciente papel regional y partidario implacable del libre comercio. Pero eso va de la mano con su necesidad de mantener su vital sector de exportaciones en funcionamiento, mientras su economía crece lentamente. El resto de Asia puede afrontar ahora una avalancha de productos chinos baratos que arrasarán las fábricas locales, y la difícil decisión de levantar sus propias barreras. No hay puerto seguro en Asia, y la tormenta ya ha llegado.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías