Europa tendrá dificultades para eludir la asfixia económica de EE UU
El continente depende de su otrora aliado en defensa, pero también en finanzas, tecnología y energía

En las dos últimas décadas, EE UU ha adquirido una gran habilidad para librar una guerra económica. Lejos de la primera línea de las batallas militares, funcionarios de bajo perfil han utilizado el dominio financiero y tecnológico de EE UU como potentes armas de política exterior. Ahora que Donald Trump ha regresado a la Casa Blanca, a los líderes europeos les preocupa que el presidente vuelva su fuego contra antiguos aliados. Si lo hace, poco puede hacer el continente aparte de amenazar con una escalada.
EE UU ha convertido en armas los llamados puntos de estrangulamiento de la economía mundial. Tras los atentados del 11-S, impuso sanciones financieras, aprovechando el predominio del dólar para cortar el paso a adversarios como Irán y Corea del Norte. Más tarde desplegó las mismas armas contra Rusia y castigó a empresas chinas como Huawei por eludir las sanciones a Irán. También ha limitado las exportaciones de chips.
Europa ha apoyado a menudo estas campañas y, en ocasiones, ha participado. Tras la invasión de Ucrania, la UE, Reino Unido y otros países se unieron a EE UU para lanzar un aluvión de sanciones y restricciones a la exportación, incluida la congelación sin precedentes de 300.000 millones de las reservas de divisas del banco central ruso. Al año siguiente, los líderes del G-7 declararon un enfoque común para “la resistencia y seguridad económica”. Esa armonía es un recuerdo lejano. En las semanas transcurridas desde su vuelta al poder, Trump ha prometido imponer un arancel del 25% a las importaciones procedentes del bloque, afirmando que “se formó para fastidiar a EE UU”. Su Administración ha puesto en duda el apoyo de EE UU a la OTAN y el lunes puso en pausa la ayuda militar a Ucrania.
No es la primera vez que la UE se enfrenta a la posibilidad de un conflicto financiero con la mayor economía del mundo. Durante el primer mandato de Trump, EE UU se retiró de su acuerdo nuclear con Irán y volvió a imponer sanciones, poniendo en un aprieto a las empresas europeas que habían vuelto. Los reguladores estadounidenses también han impuesto cuantiosas multas a prestamistas europeos como HSBC y BNP Paribas tras amenazar sus licencias. Esto ha convertido a los prestamistas internacionales en ejecutores de las sanciones de Washington. El control de las exportaciones es otro riesgo. En enero, Biden restringió las ventas de sofisticados chips de inteligencia artificial a todos los países excepto a 18.
Desde la perspectiva europea, estas tensiones representan el lado oscuro de la economía mundial interconectada que surgió tras la Guerra Fría. Aunque el libre comercio y los flujos financieros fomentaron el crecimiento y la innovación, también crearon la base para el conflicto. Edward Fishman, exdiplomático estadounidense y profesor adjunto de la Universidad de Columbia, afirma que los responsables políticos se enfrentan a una “trinidad imposible” de interdependencia económica, seguridad económica y competencia geopolítica: “Pueden existir dos de ellas, pero no las tres”.
Esto plantea un grave dilema a los líderes europeos. Han respondido comprometiéndose a ser más autosuficientes en defensa. Pero la UE sigue siendo susceptible a la presión en otras áreas, sobre todo en energía, tecnología y finanzas. La dependencia europea de la energía estadounidense es relativamente nueva, pero está creciendo rápidamente. Después de que el bloque se alejara del gas ruso en 2022, EE UU dio un paso al frente. En 2023, casi una quinta parte de las importaciones de gas del bloque llegaron a través del Atlántico, frente a sólo el 6% dos años antes, según Bruselas. De hecho, Trump ha hablado de la posibilidad de enviar más gas natural licuado a Europa.
En tecnología, el servilismo es casi total. Tres gigantes tecnológicos estadounidenses –Amazon, Alphabet y Microsoft– acaparan dos tercios del mercado europeo de computación en nube. El continente carece de una alternativa creíble al iPhone o al software de los teléfonos inteligentes, y depende de la importación de semiconductores. Y las enormes sumas que las grandes firman están invirtiendo en IA parecen destinadas a ampliar su ventaja.
En el sector financiero, prestamistas estadounidenses como JPMorgan dominan el mercado de servicios bancarios al por mayor, mientras que gigantes de la gestión de fondos como BlackRock supervisan gran parte de las inversiones europeas. El continente envía una proporción cada vez mayor de sus ahorros a EE UU, que representa más de dos tercios del valor mundial de las acciones. El acceso al sistema del dólar es casi imprescindible para el Banco Santander, el Deutsche Bank y otros prestamistas locales.
¿Qué puede hacer Europa? Lograr una auténtica autosuficiencia es una tarea de décadas, si es que es posible. Reducir la dependencia de la energía importada requiere años de inversión sostenida en energías renovables. Las sugerencias de que la UE podría construir un EuroStack de tecnologías propias son vagas y fantasiosas. Y aunque las payasadas de Trump pueden debilitar el atractivo del dólar como divisa internacional, no está nada claro que el euro, que representa alrededor de una quinta parte de las reservas, sea el principal beneficiario.
Sin embargo, Europa puede identificar y explotar sus propios puntos de estrangulamiento. Tras el enfrentamiento sobre Irán, por ejemplo, investigadores del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores sugirieron que la UE exigiera a los bancos extranjeros licencias que podrían retirarse si esos prestamistas participaban en sanciones contra prestatarios europeos. En 2023, Bruselas adoptó un instrumento contra la coerción que, en teoría, otorga al bloque amplios poderes para imponer aranceles, restringir el comercio de servicios e incluso los derechos de propiedad intelectual si se ve atacado.
Los líderes de Bruselas, París, Londres y Berlín solo pueden esperar que la perspectiva de una guerra económica en toda regla sea demasiado aterradora incluso para que Trump la contemple, similar a la doctrina de la destrucción mutua asegurada que mantuvo a raya a los rivales nucleares durante la Guerra Fría. Sin embargo, el enfoque impredecible del exmagnate inmobiliario crea un equilibrio incómodo. “En cuanto el Gobierno o los líderes empresariales llegan a considerar una dependencia económica como una vulnerabilidad, no pueden dejar de verla”, escribe Fishman. Ese es el dilema al que debe enfrentarse ahora Europa.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Pierre Lomba Leblanc, es responsabilidad de CincoDías.

