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La tribuna de los fondos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

DeepSeek y la fragilidad del ‘statu quo’: una lección sobre riesgo y concentración

La disrupción de la IA china ha materializado un escenario que pocos anticipaban y que, hecho realidad, parece obvio

Un 'trader' consulta una gráfica en la Bolsa de Nueva York.
Un 'trader' consulta una gráfica en la Bolsa de Nueva York.Brendan McDermid (REUTERS)

Vivimos en una era de bombardeo informativo constante, desde redes sociales hasta notificaciones interminables. Las redes sociales, en particular, han potenciado como nunca antes un fenómeno psicológico que afecta a millones de personas: el FOMO (Fear of Missing Out, o miedo a perderse algo). Más que una sensación pasajera, se ha convertido en una fuerza poderosa que impacta nuestra toma de decisiones, nuestra percepción de éxito y nuestro bienestar mental.

El FOMO activa una respuesta emocional arraigada en nuestra necesidad de pertenencia y validación. Esa sensación de que otros están viviendo experiencias más emocionantes, alcanzando logros mayores o disfrutando de oportunidades que estamos dejando pasar genera ansiedad, insatisfacción y obsesión por estar siempre “en la jugada”.

Annie Duke es una exjugadora profesional de póker, autora y experta en la toma de decisiones bajo incertidumbre, reconocida por su enfoque en la aplicación de la teoría de probabilidades y la gestión del riesgo. En sus libros enseña a evaluar decisiones por la calidad del proceso, no solo por el resultado. Su enfoque destaca la importancia de eliminar sesgos emocionales y centrarse en escenarios probabilísticos para tomar decisiones más racionales y estratégicas. En “Abandona”, destaca la importancia de saber cuándo abandonar decisiones que ya no generan valor (en cualquier entorno). Hace mucho hincapié en la percepción que la sociedad tiene de persistir, una virtud alabada que no siempre es la mejor decisión. ¿Como saber cuándo abandonar es mejor? ¿Cómo desistigmatizar este concepto? Superar el FOMO requiere ese mismo enfoque: evaluar objetivamente si una inversión tiene fundamentos sólidos o es solo una moda pasajera.

En los últimos años, la gestión pasiva se está llevando el gato al agua. Los ETF pasivos, por su bajo coste, destacada rentabilidad y la percepción de ser una alternativa de bajo riesgo, han ido ganando terreno implacablemente, mermando los activos bajo gestión de muchos gestores activos. Pero esta tendencia, que parece imparable, también conlleva riesgos que no siempre están en el radar de los inversores. Uno de los factores que alimenta este fenómeno es el FOMO, fuerza psicológica que retroalimenta la inversión en índices. Un ejemplo claro es el creciente peso de algunas compañías estadounidenses en estos índices, que está erosionando el potencial diversificador que, en el pasado, ofrecían.

¿Está esta concentración justificada? En gran parte, sí. Muchas grandes compañías han logrado rentabilidades extraordinarias gracias a beneficios sobresalientes y su calidad como negocios. Tienen barreras de entrada imponentes y beneficios prácticamente a prueba de balas -hasta ahora-, disponen de una posición de caja envidiable, capaz de sostener inversiones en inteligencia artificial, repartir dividendos y mantener su liderazgo.

Pero no todo es tan positivo. Uno de los principales problemas radica en las valoraciones actuales y el peso desproporcionado sobre los índices. Si las analizamos basándonos en probabilidades, como recomienda Duke, debemos centrarnos en escenarios realistas. Aunque son empresas excepcionales, sus valoraciones asumen que la perfección de sus cuentas será eterna, un riesgo que no podemos ignorar.

¿Qué podemos hacer? ¿Cómo enfrentarnos a unas rentabilidades pasadas espectaculares tan seductoras? La clave es mirar hacia adelante, priorizar el análisis de probabilidades y dejar fuera las emociones. Debemos preguntarnos: ¿qué riesgos estamos asumiendo y qué alternativas ofrecerían mayor seguridad en el largo plazo?

Esta semana, sin ir más lejos, hemos vivido un acontecimiento que ilustra perfectamente la fragilidad de ciertas certezas del mercado y la rapidez con la que el statu quo puede verse alterado. Una, hasta ahora, desconocida startup china de inteligencia artificial, DeepSeek, ha irrumpido con fuerza arrolladora. En unos días, ha sacudido los mercados estadounidenses, desplazando a ChatGPT como la aplicación gratuita más descargada en iPhone en Estados Unidos, China y otros países. Y ha generado un auténtico seísmo bursátil.

Lo que hace especialmente disruptivo el avance de DeepSeek es su capacidad para desarrollar modelos de IA con chips menos potentes y una inversión significativamente menor. Esta innovadora aproximación desafía el modelo de negocio de Nvidia, poniendo en entredicho la sostenibilidad de las ingentes inversiones que las grandes tecnológicas han destinado a adquirir sus semiconductores.

El mercado asumía que, aunque los márgenes extraordinariamente altos de Nvidia incentivaban a la competencia y a sus propios clientes a desarrollar alternativas, su ventaja tecnológica acumulada durante años hacía que este riesgo se percibiera como limitado. Sin embargo, la disrupción de DeepSeek ha materializado un escenario que pocos anticipaban y que, una vez hecho realidad, parece inevitablemente obvio. Si se confirmara los resultados que anuncia DeepSeek, no solo habría irrumpido como un actor inesperado, sino que habría redefinido cómo se conciben los modelos de lenguaje en IA, reduciendo drásticamente la necesidad de procesamiento y consumo energético.

Las consecuencias en el mercado no han tardado en reflejarse. El 27 de enero, en una jornada de intensa volatilidad, Nvidia se desplomó un 17%, lo que supone perder 600.000 millones de dólares de capitalización bursátil. El impacto ha sido inmediato y ha sacudido la confianza de los inversores, que se enfrentan a la posibilidad real de que el dominio de la compañía no sea tan inquebrantable como se creía.

Este episodio pone de manifiesto un riesgo latente en los mercados financieros: el potencial diversificador de un índice se diluye cuando unas pocas compañías ganan peso desmesurado, convirtiéndose en riesgos sistémicos difíciles de cuantificar. En muchos casos, estas empresas alcanzan valoraciones que descuentan un futuro casi utópico. Cuando una irrupción inesperada como la de DeepSeek desafía este optimismo desmesurado, las correcciones pueden ser abruptas y dolorosas. En un entorno de constante innovación, no dejarse llevar por las emociones y las modas es el mejor consejo para evitar pérdidas y gestionar mejor el riesgo.

Javier Navarro es gestor de fondos de Abante.

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