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La tribuna de los fondos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La sequía de OPV: ¿síntoma de algo más estructural?

Hay más opciones de inversión, algunas gestoras grandes han renunciado, y la Bolsa española está anclada a la ‘vieja economía’

La Bolsa de Madrid.
La Bolsa de Madrid.Altea Tejido Sánchez (EFE)

Un año más, el número de empresas que se barajaba que iban a salir a cotizar en este 2024 ha quedado reducido a la mínima expresión. Después de unos años desoladores, tan solo Puig y Cox Energy (recortando el tamaño de su oferta pública inicial) se han atrevido a dar el paso, con el resultado en cotización por todos conocido: -23% y -10%, respectivamente. El resto de las compañías –Europastry, Volotea, Tendam, Hotelbeds, Cirsa, Consentino u Ok Mobility, entre otras– han cancelado o pospuesto sus intenciones, muchas de ellas con el argumento de que no se daban las condiciones adecuadas de mercado.

La pregunta que nos surge es si algún día se darán las condiciones adecuadas de mercado; sobre todo, en la Bolsa española.

Echando un vistazo a los datos de Inverco, el patrimonio que ahora mismo se gestiona en renta variable nacional (cliente fundamental en este tipo de operaciones, ya que desde 2015 no se hacen colocaciones en Bolsa española dirigidas al público minorista) apenas alcanza el 0, 7% del total del dinero de las gestoras domiciliadas en España, concretamente 2.761 millones de euros, con un retroceso del 11% en lo que va de año.

A lo anterior habría que sumar el importe de los planes de pensiones, de los productos mixtos, de algún family office y de la inversión de vehículos domiciliados fuera de España. Pero lo que es innegable es que la cifra ha ido a la baja (en el año 2000 había 7.800 millones de euros en fondos de renta variable española, y casi 1.000 millones más en 2007). La conclusión es clara: el apetito o interés por la Bolsa española ha ido disminuyendo de forma dramática con el paso de los años.

Las razones son varias:

-Existen más alternativas de inversión (ETF, fondos de inversión internacionales, criptomonedas, activos alternativos, etc), a las que se puede acceder de manera fácil y sencilla.

-Las fuertes revalorizaciones del sector tecnológico (estadounidense, fundamentalmente) en los últimos años han derivado el interés de los inversores hacia este segmento, del cual carecemos en la Bolsa española.

-Algunas gestoras grandes han renunciado el mundo de la gestión y análisis para potenciar la comercialización de fondos de terceros. Más fácil y barato.

-El mercado español es un fiel reflejo de la vieja economía: bancos, eléctricas, energía y telecos, lo cual no es malo per se, pero, salvo momentos puntuales, ha perdido el interés de los inversores.

Lo anterior ha tenido sus consecuencias. Los volúmenes de negociación del Ibex se han reducido drásticamente en los últimos años, y suponen en la actualidad casi la mitad que hace 15 años. Y esto, a su vez, tiene otra derivada y es la de la liquidez; muchas instituciones tienen prohibido, por normativa interna, invertir en compañías que negocien menos de un importe determinado al día (normalmente un millón de euros). Esto hace que las OPV de menor tamaño tengan una difícil entrada en muchos fondos de inversión, y deban buscarse las habichuelas en otro tipo de cliente.

Tampoco hay que desdeñar las forzadas valoraciones con la que han salido las últimas colocaciones en Bolsa, dejando escaso potencial de revalorización a los compradores. Y eso crea un precedente peligroso, que desincentiva a los inversores potenciales en futuras colocaciones. Una vez escuché la frase: “El dinero es como el agua: por donde pasa, moja. Algo queda” y la sensación es que “el agua” se está quedando en todos los intervinientes de la parte colocadora. Se echa de menos algo más de realismo y generosidad que facilite la entrada de accionistas estables y con ánimo de permanencia.

Por lo demás, tampoco ha ayudado, bajo nuestro punto de vista, la sensación de falta de seguridad jurídica que impregna al mercado español de un tiempo a esta parte. La necesidad de financiación del Estado está haciendo que se busquen diferentes y creativas vías de ingresos a través de la tasa Tobin o directamente a través de impuestos a diferentes sectores que, en un principio, iban a ser temporales. Se está cumpliendo a pies juntillas la máxima de Milton Friedman: “Nada es tan permanente como un plan temporal del Gobierno”. El problema es que se puede extender la idea en las empresas de que mañana me puede tocar a mí y eso, obviamente, no contribuye a la estabilidad necesaria para los inversores.

¿Y quién es el gran beneficiado de todo esto? Ante las dificultades para salir a Bolsa, muchas compañías están acudiendo al capital riesgo (Primafrio en 2021 es claro ejemplo de ello), que ofrece múltiplos más elevados y, en un primer momento, menos complicaciones. Como hemos comentado anteriormente, el alza de los vehículos alternativos entre los inversores, a los que no les importa tener el capital inmovilizado unos años y vivir placenteramente sin un valor liquidativo, ha incrementado sensiblemente la potencia de fuego de estas entidades.

Por lo tanto, creemos que la escasa actividad de salidas a Bolsa de cierto calado en los últimos años podría ser síntoma de un problema más estructural que coyuntural, en la que los diferentes actores del mercado tenemos nuestra parte de culpa.

Alfonso de Gregorio es director de inversiones de Finaccess Value


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