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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Están justificados los temores a una desdolarización?

La influencia de China puede provocar una pérdida moderada y progresiva de peso del billete verde

Xi Jinping y Vladimir Putin, en la cumbre de los BRICS de Kazán (Rusia), en octubre.
Xi Jinping y Vladimir Putin, en la cumbre de los BRICS de Kazán (Rusia), en octubre.Maxim Shemetov (REUTERS)

En los últimos tiempos se ha evidenciado una creciente brecha entre las principales potencias mundiales. Estamos siendo testigos de una agrupación en dos bloques cada vez más distanciados, algo que a su vez se traslada también al campo financiero. En paralelo al encuentro de octubre en Washington sostenido por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, en la ciudad rusa de Kazán se celebraba la reunión de los BRICS, liderada por Rusia y China y con nuevos miembros asistentes, como Irán, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía o Turquía. Dicha conjunción demuestra una adhesión al bloque disidente que va a más. El realineamiento global tiene importantes repercusiones sobre el sistema financiero actual, y esto siempre supone una tribulación para el dólar como moneda de reserva.

Haciendo un breve repaso a la historia reciente, tras la ruptura de Bretton Woods en 1971, cuando el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, cerró la ventanilla del oro, el sistema monetario y financiero continuó conformado en torno al dólar como eje. El billete verde ya tenía relevancia, pero cuando EE UU logró convencer a Arabia Saudí de que vendiera su petróleo solo en dólares, se desvaneció la posibilidad de que otras monedas le quitaran algo de protagonismo. La consecuencia directa fue un aumento de la demanda de moneda estadounidense por parte de los países para poder adquirir el petróleo saudí, al tiempo que se incentivaba que las reservas de dólares se invirtieran también en activos como la deuda pública americana.

Algunos empezaron a llamar a esta alianza el “petrodólar”. No menospreciemos la importancia de exportar una materia prima en una denominada moneda y no en otra. Precisamente, algo que no es muy conocido fue que, en el cambio de milenio, el presidente iraquí, Sadam Husein empezó a comercializar crudo en el recién creado euro. La iniciativa perdió vigencia a raíz del conflicto bélico que EE UU sostuvo contra Iraq en 2004.

En los últimos años, las amenazas al dólar como moneda de reserva han sido escasas, y a pesar de que se ha venido especulando con que el yuan podría ganar relevancia en el escenario internacional, lo cierto es que esto no se ha dejado sentir hasta ahora. Actualmente, la divisa estadounidense sigue siendo la principal moneda mundial, al componer el 60% de las reservas de los bancos centrales, y está involucrado en casi el 90% de las operaciones que se cruzan en el mercado de divisas.

A diferencia de años atrás, ahora existen más motivos para pensar que el dólar pueda perder parte del terreno, aunque en todo caso esto será de forma gradual. Solo puede ser a través de un proceso lento, ya que la desdolarización requeriría que innumerables exportadores, importadores, prestatarios, prestamistas y operadores de divisas en todo el mundo decidieran de manera independiente usar otras monedas.

Generar una demanda en la divisa requiere de una confianza alta de los agentes económicos tanto sobre la propia moneda como en el país emisor, cosa que por ahora parece compleja de alcanzar. China, Brasil, Rusia o India aún no ofrecen la seguridad jurídica necesaria como para que los activos denominados en sus monedas puedan resultar atractivos a modo de reserva. Los mercados de capitales en estos países también carecen del desarrollo necesario como para alimentar la demanda de activos denominados en esas monedas sin generar volatilidad.

Lo que sí juega a favor de una mayor desdolarización son los lazos comerciales sobre los que China ha estado trabajando. El país asiático ha consolidado su posición como mayor socio comercial bilateral de África, alcanzando en 2023 un valor total de 282.100 millones de dólares. La relación cada vez es menos bidireccional, y el déficit comercial de África con China se amplió el año pasado hasta 64.000 millones, lo que supone un 36% más que en 2022. La consolidación comercial de China en África también engloba inversiones estratégicas que pueden traducirse en acuerdos que impliquen el uso y el comercio con el yuan como moneda vehículo.

También, en la misma dirección a favor de un sistema monetario más divergente, están las incorporaciones de Irán, Emiratos Árabes, y Egipto, y la posible unión de Arabia Saudí. Dicha conglomeración convertiría al nuevo grupo en un peso pesado de las exportaciones energéticas más allá del petróleo, si tenemos en cuenta que los citados tres países representarían el 42% del suministro mundial de crudo. Pero no solo hablamos de petróleo. El bloque ampliado poseería el 75% del manganeso mundial, el 50% del grafito, el 28% del níquel y el 10% del cobre.

Con China como la segunda mayor potencia global, la posible recuperación de la demanda interna sería un impulsor para el consumo de petróleo. China se encuentra inmersa en un proceso de electrificación que llevará tiempo que consolide, y esto hace que las materias primas fósiles sigan jugando un rol importante. Esto es el principal argumento para pensar que la demanda internacional del yuan aumente.

Por último, los integrantes del grupo BRICS llevan un tiempo diseñando un nuevo sistema de liquidación del comercio que prescinda del Swift, lo cual se intensificó a raíz de la expulsión de Rusia del sistema tras la invasión de Ucrania. Por eso, creemos que ahora sí existen factores para pensar en una moderada y progresiva pérdida de peso del dólar. La influencia de China sobre las economías en vías de desarrollo podrá ser muy creciente, y esta es la baza que jugará el gigante asiático, considerando que la penetración en economías desarrolladas es más compleja.

Rodrigo Floro Soler es analista macro en Intermoney SA


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