La salida de Tavares, aviso de los retos de la automoción
La reconversión verde de la automoción no tiene nada de fácil
La reconversión verde de la automoción no tiene nada de fácil. Lo ha comprobado Carlos Tavares, que ha dejado su puesto de CEO de Stellantis, pese a un decenio de éxitos que solo últimamente estaba dejando que desear en cuanto a resultados y cotización.
Manejar una multinacional así no es sencillo. Hay que compaginar intereses contrapuestos: la italianidad de la empresa, propiedad de los Agnelli, explica que siga fabricando en Italia, en lugar de en países donde los costes son menores. El energético, por ejemplo, empieza a ser más atractivo en lugares como España; y la mano de obra es más barata en Marruecos o Polonia. Ese es uno de los conflictos que han llevado al cese de Tavares.
Pero hay más problemas, que vienen de todos los extremos del mundo, y que se resumen en la guerra comercial. La competencia de las compañías chinas, subvencionadas por Pekín, pero sobre todo muy avanzadas en tecnología, hizo a Tavares defender que la Unión Europea endureciera los aranceles a las importaciones del país asiático. Pero luego optó por unirse a su adversario, en vez de luchar contra él, y se alió con la china Leapmotor. Las represalias de Pekín, sin embargo, pueden frenar las inversiones de las firmas chinas en Europa, algo que puede pesar especialmente a los planes de producción de Stellantis.
Del otro lado del Atlántico, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha prometido imponer un arancel del 25% a los productos hechos en México, tras criticar explícitamente a las automovilísticas que producen en el país vecino, entre las cuales está la firma de los Agnelli.
Y, en casa, en la UE, la industria del motor afronta en 2025 las sanciones de Bruselas por no cumplir con los objetivos de descarbonización. Tavares había amenazado incluso con reducir la producción de vehículos de combustión para que la cuota relativa de eléctricos aumentara. Varios países, entre ellos Alemania e Italia, han pedido a la Comisión Europea que retrase el calendario.
Los Agnelli tendrán que atinar con el nuevo CEO para que no acaben echando de menos al portugués. Luca de Meo, jefe de Renault, parece uno de los mejores candidatos para el puesto. Tampoco cabe descartar que, dada la situación del sector, se busque incluso una fusión, quizá con la propia compañía francesa. El elegido deberá, en cualquier caso, hablar idiomas, al menos el de la política, para conseguir concesiones de Trump, Ursula von der Leyen o Xi Jinping.