La IA tiene pocas opciones de provocar una reacción nuclear en cadena
Hay que superar grandes retos económicos y de gestión de proyectos antes de que se construyan nuevos reactores
La inteligencia artificial se ha vuelto nuclear. La enorme demanda energética del aprendizaje automático ha llevado a Estados Unidos a autorizar la reapertura de una central atómica inactiva en la tristemente célebre Three Mile Island (Pensilvania), a la que seguirá otra que se volverá a poner en marcha en Míchigan el año que viene. Estas señales del mercado y del Gobierno han creado un gran interés por la reaparición de esta controvertida fuente de energía, pero hay que superar grandes retos económicos y de gestión de proyectos antes de que se construyan nuevos reactores.
El Departamento de Energía de EE UU calcula que el país necesitará un 20% más de electricidad en los próximos 10 años. Es una cifra muy lejana al aumento de los años 60, cuando el consumo se duplicó, pero representaría, sin embargo, un alza espectacular respecto al estancamiento de las dos décadas anteriores. Las instalaciones remotas utilizadas para analizar y almacenar datos, y su tamaño cada vez mayor, son solo una de las razones del crecimiento. El auge de la construcción de fábricas gigantes es otra. La alimentación de casi todo lo que utiliza combustibles fósiles y el auge de la IA auguran una demanda aún mayor.
Generar el suministro necesario, y de forma limpia, será difícil. El reactor de Three Mile Island, por ejemplo, producirá más de 800 megavatios de energía. Sam Altman, cofundador de OpenAI, habla de construir una serie de megacentros de datos que consumirían 5 gigavatios (GW) cada uno, igual a seis de los reactores gestionados por Constellation Energy.
Para ponerlo todo en contexto, EE UU cuenta con unos 1.200 GW de generación eléctrica a gran escala, según la Administración de Información Energética del país. La nueva energía para los centros de datos tiene que estar disponible las 24 horas del día, y la mayoría de los desarrolladores tecnológicos prefieren que sea verde. La hazaña se complica a medida que aumenta la demanda.
Si se construyera un centro de datos de 5 GW, necesitaría unos 10 millones de paneles solares para funcionar con la eficiencia habitual. La cantidad de terreno necesario, en zonas densamente pobladas, sería asombrosa por sí sola. Pero es el componente 24/7 el que resulta aún más problemático.
La eólica y la solar dependen de la madre naturaleza y, aunque las baterías pueden almacenar esta energía errática, los caros desajustes a largo plazo entre la oferta y la demanda serán cada vez mayores si los clientes siguen pidiendo más. Las alternativas son instalar contaminantes turbinas de gas o levantar cinco centrales de separación de átomos que produzcan 1 GW cada una. Estos simplistas cálculos son una de las razones por las que el jefe de Nvidia, Jensen Huang, afirmó hace poco que es imposible ganar la carrera de la IA sin energía nuclear.
Si tiene razón, tendrán que cambiar muchas cosas. Las centrales nucleares son una enorme fuente de energía libre de carbono y mucho más seguras que el carbón, pero los temores sobre los residuos de larga duración de las centrales y los accidentes similares a los de Chernóbil y Fukushima hacen que la industria sea menos popular que la eólica o solar. 35 años de Homer Simpson trabajando como inspector de seguridad en una instalación nuclear probablemente tampoco han ayudado a la imagen del sector. Peor aún, a los inversores les preocupan los sobrecostes y los largos retrasos. La electricidad derivada de la nuclear no ha crecido desde 2006, según el Energy Institute.
Dados los riesgos que entraña y la falta de demanda de grandes fuentes de energía nuevas, pocas utilities estaban dispuestas a asignar el capital necesario. Las que se atrevieron sufrieron. Los reactores Vogtle de Georgia son los más recientes del país. Tardaron unos 15 años en construirse y costaron aproximadamente el doble de los 14.000 millones de dólares previstos inicialmente.
En cambio, los gastos de capital de los proyectos solares y eólicos cuestan mucho menos. Además, se incorporan a la red más rápidamente y con menos sorpresas. Los analistas de Lazard estiman que el coste nivelado de la energía, es decir, los gastos de construcción y funcionamiento de una central a lo largo del tiempo, ascienden a 190 dólares por megavatio hora (MWh) en el caso de las nuevas centrales nucleares. Es menos de un tercio para las dos energías renovables más populares. Esta disparidad, y la continua reducción de los precios de la energía verde, hacen que la solar sea la opción por defecto siempre que sea posible.
Centrales inactivas
Encender centrales nucleares inactivas es competitivo. Aunque construir reactores es caro, su funcionamiento es relativamente barato. Lazard lo estima en 32 dólares por MWh, al mismo nivel que las nuevas iniciativas solares y la mitad del precio de las centrales de carbón existentes.
Constellation calcula que la reactivación de Three Mile Island costará 1.600 millones. Los problemas de seguridad son mínimos, teniendo en cuenta que funcionó durante 40 años tras la fusión parcial de 1979 que cerró su reactor hermano. Los créditos fiscales del Gobierno podrían suponer unos 100 millones al año. Además, Microsoft comprará la producción a un precio que oscilará entre 110 y 115 dólares el MWh, según los analistas de Jefferies, que estiman que esto generaría una tasa de rentabilidad apalancada para Constellation superior al 30%.
Solo hay otras pocas centrales sin utilizar en EE UU. Después de eso, más nuclear significa nuevas construcciones. Los emplazamientos existentes reducirían al menos algunos costes, gracias a la infraestructura disponible y a unas autorizaciones públicas probablemente más rápidas. Después, habría que empezar de cero.
Para que eso ocurra, las utilities querrían mayores garantías de que existe demanda a largo plazo. Después de todo, casi 40 centrales nucleares aprobadas en EE UU se cancelaron en los 80, cuando el crecimiento fue más lento de lo previsto. Los constructores también buscarían préstamos de miles de millones a tipos de interés razonables. Estas limitaciones dependerían de que las empresas firmaran contratos a largo plazo, los Gobiernos asumieran parte de los riesgos de financiación, los fondos de infraestructuras y los bancos se subieran al carro, y se aseguraran un mayor apoyo público.
Hay algunas señales alentadoras: la apuesta de Microsoft, Amazon y Google, un préstamo de 1.500 millones del Departamento de Energía para el reactor de Míchigan y el respaldo de 14 de las mayores instituciones financieras, entre ellas Goldman Sachs y Brookfield, a la idea de triplicar la energía nuclear mundial para 2050. Es más progreso en un mes y pico del que el sector ha experimentado en una década, pero también sigue siendo decididamente insuficiente.
Un mayor impulso vendría de la estandarización. Contratar a miles de trabajadores y enseñarles técnicas especializadas para un gigantesco proyecto único a medida sería una receta para más constructores y financieros frustrados. Acordar un modelo de reactor y comprometerse a construir varias centrales reduciría drásticamente los costes de construcción. Las versiones en miniatura pregonadas por algunos empresarios aún no han sido testadas, lo que significa que la convergencia en torno a diseños más grandes y establecidos es un resultado más probable. La intervención del Gobierno para forzar el consenso sería ideal, pero también es probable que sea políticamente insostenible en EE UU.
Si de algún modo todo encajara, el Departamento de Energía dijo el mes pasado que el coste de la nuclear podría bajar hasta 60 dólares por MWh. A ese precio, sería más cara que la solar, pero más barata que el gas natural. Sin embargo, la coordinación necesaria puede ser tan difícil de gestionar como la propia fisión.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías