Sin inversión privada Europa no logrará sus objetivos
La fiscalidad es solo una parte del problema: hay muchos aspectos pendientes, empezando por que no existe un mercado único
Más allá de si logra, al menos parcialmente, sus objetivos principales, el plan Draghi sí ha conseguido situar los grandes retos de Europa en el centro del debate: el Viejo Continente está, una vez más, en el diván. Las propuestas de Draghi han puesto cifras sobre la mesa, y vienen acompañadas de un hecho irrefutable: hace falta mucho dinero para que Europa recupere terreno. Y, aunque los mecanismos de financiación europeos, incluida la mutualización de deuda, son condición necesaria para pagar los ambiciosos objetivos del plan, no son ni mucho menos suficientes para afrontar el reto inversor.
No es falta de capacidad; Europa es un continente rico, y en 2022 los hogares europeos generaron más ahorro que Estados Unidos, en torno a 1,4 billones de euros. Pero el perfil de los ahorradores inmoviliza gran parte de estos capitales en el sector bancario. El mecanismo de transmisión hacia la economía real pasa, sobre el papel, por los depósitos bancarios y de ahí a los créditos. Pero ni los bancos necesitan liquidez para dar préstamos, ni la financiación exclusivamente bancaria sirve para afrontar las necesidades de inversión del continente.
Es muy difícil cambiar la propensión al ahorro o a la inversión de los ciudadanos; una de las escasas vías posibles (si no la única) para movilizar una fracción de estos fondos hacia la economía productiva son los incentivos fiscales. Sobran ejemplos de ventajas impositivas que acaban generando los beneficios fiscales previstos, pero sin contribuir a los efectos finales deseados. Pero también iniciativas en las que fijarse, como las cuentas de ahorro suecas, que engloba las participaciones directas en empresas con las suscripciones de fondos de inversión. El producto paga una tasa fija en función del volumen total de activos, independientemente de si el resultado de las inversiones es positivo o negativo, lo que da más visibilidad a las inversiones y mueve al inversor a buscar rendimientos más altos.
Pero la fiscalidad es solo una parte del problema: para que el mercado financiero europeo pueda mirar de tú a tú al estadounidense, hay muchos aspectos pendientes, empezando por que no existe un mercado único. La propuesta española para crear versiones a escala de la unión de capitales europea es, en este sentido, un posible avance que, siendo bienvenido, no deja de reflejar un problema de fondo de mucho más calado, como es la falta de voluntad política para un proyecto de importancia crítica.