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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Donald Trump puede mellar pero no destronar al Rey Dólar

La divisa de EE UU seguirá siendo la de referencia, pero su fortaleza tiene los días contados en cualquier caso

J.D Vance y Donald Trump
Donald J. Trump (derecha) y J. D. Vance, en un mítin en Atlanta (Georgia, EE UU), el 3 de agosto.EDWARD M. PIO RODA (EFE)

Donald Trump dice que quiere revertir la política de dólar fuerte que ha sustentado el marco económico de Estados Unidos desde principios de los noventa. “Tenemos un gran problema de divisas”, dijo el expresidente en una entrevista con Bloomberg publicada el 16 de julio.

Su elección para vicepresidente, J. D. Vance, va aún más lejos. El senador por Ohio también quiere deshacerse del papel del dólar como moneda mundial de facto. “El dólar fuerte es una especie de vaca sagrada del consenso de Washington”, explicó en 2023, “pero cuando examino la economía de EE UU, y veo nuestro masivo consumo de importaciones en su mayoría inútiles, por un lado, y nuestra base industrial vaciada, por otro, me pregunto si el estatus de moneda de reserva también tiene algunas desventajas.”

La sabiduría popular sostiene que una segunda Administración Trump tendría dificultades para cumplir cualquiera de las dos misiones. Esa opinión es correcta en lo que se refiere al estatus de reserva mundial del billete verde, pero más cuestionable en lo relativo a un tipo de cambio más débil.

Una disminución del papel global del dólar no es completamente inverosímil. De hecho, varios acontecimientos recientes han hecho que ese trascendental cambio sea más probable que en décadas anteriores.

El primero es que el Tío Sam ha esgrimido agresivamente su moneda como arma contra rivales geopolíticos, entre los que destaca la congelación de las reservas de dólares de Rusia tras la invasión de Ucrania en 2022. Esto ha llevado a los bancos centrales a diversificar sus tenencias, reduciendo la cuota del dólar en las reservas mundiales de divisas al 59%, frente al 73% de 2001.

Mientras, los organismos internacionales han intensificado sus intentos de desarrollar alternativas viables al sistema de pagos basado en el dólar del que depende el comercio mundial. El Banco de Pagos Internacionales (BPI) está ensayando un sistema de este tipo, el Proyecto Agorá, para conectar siete sistemas de pagos gestionados por miembros de la OCDE. Otro, mBridge, pretende ofrecer liquidaciones sin fisuras utilizando las monedas digitales de los bancos centrales, incluido el renminbi chino.

Una tercera razón para tomarse en serio la perspectiva de un cambio de régimen monetario mundial es que el sistema actual es bastante nuevo. No fue hasta 2022 cuando los reguladores financieros completaron la migración del crédito mundial de un modelo basado en préstamos no garantizados y cuyo precio se basaba en el líbor a otro basado en préstamos garantizados y el nuevo Secured Overnight Financing Rate (SOFR). Una de las consecuencias es que la financiación mundial está ahora más estrechamente vinculada a la oferta de garantías en dólares de alta calidad. Este nuevo régimen aún no se ha puesto a prueba en una crisis.

En última instancia, sin embargo, el Rey Dólar sigue siendo único en demasiados aspectos importantes. Los mercados financieros de EE UU son, con diferencia, los mayores y más líquidos del mundo. Una proporción abrumadora de las facturas del comercio internacional están en dólares. Y lo que es más importante, la Reserva Federal está dispuesta a y es capaz de respaldar las finanzas mundiales denominadas en dólares, como demostró recientemente cuando la pandemia sacudió los mercados en 2020. Incluso un vicepresidente Vance tendría dificultades para desbancar al dólar de su estatus de refugio preferido en una tormenta financiera.

El valor del dólar en relación con otras divisas es una cuestión diferente. No cabe duda de que el dólar está históricamente fuerte. En términos reales, ponderados por el comercio, se ha apreciado más de un 30% en la última década y está cerca de su mayor riqueza en 40 años, calcula el BPI.

A primera vista, las políticas propuestas por Trump harían poco por invertir esta tendencia. Empecemos por el comercio. El expresentador de reality show ha hablado de imponer un arancel del 10% a todas las importaciones, que aumentaría hasta el 50% o el 60% para los productos procedentes de China. De aplicarse, probablemente reforzaría el dólar, ya que el encarecimiento de las importaciones frena la demanda de bienes y servicios extranjeros y, por tanto, de las divisas necesarias para adquirirlos. También es probable que avive la inflación, incitando a la Fed a mantener altos los tipos y atrayendo así más entradas de capital.

Los futuros planes fiscales de Trump podrían empeorar aún más las cosas. El expresidente ha prometido renovar los recortes fiscales introducidos durante su primer mandato y reducir el impuesto de sociedades. Esta generosidad estimularía la demanda, lo que llevaría a una política monetaria aún más restrictiva y, por tanto, a un dólar aún más fuerte.

Por estas contradicciones, los partidarios de Trump discuten estrategias compensatorias menos convencionales. El expromotor inmobiliario ha sugerido imponer controles de capital para frenar la demanda de activos de EE UU por parte de inversores extranjeros, y los dólares necesarios para comprarlos. El Programa 2024 del Partido Republicano parece sugerir incluso una prohibición total de las adquisiciones chinas de inversiones directas en capital o bienes inmuebles.

Aliados de Trump han discutido la posibilidad de limitar la independencia de la Fed para frenar los tipos, informó el Wall Street Journal en abril, citando a fuentes cercanas, aunque la campaña restó importancia a la información. El mandato del presidente de la Fed, Jerome Powell, se renovará en 2026: un sustituto podría ser más proclive a bajar los tipos. Otra opción sería negociar un acuerdo monetario internacional para debilitar el dólar, siguiendo el modelo del Acuerdo Plaza de 1985, que depreció la moneda frente al yen y el marco alemán. La teoría es que la amenaza de aranceles podría sentar a la mesa a China y Japón.

Estas heterodoxas medidas son arriesgadas. La sabiduría popular sostiene que los beneficios de un dólar más débil no son históricamente lo suficientemente amplios como para obtener un apoyo suficiente. Aunque algunas partes de la economía nacional saldrían ganando con un billete verde más barato, al sector financiero le gusta la solidez monetaria. Tampoco está claro por qué los países acreedores de Asia aceptarían ayudar a su mayor deudor a devaluar su moneda.

Sin embargo, gran parte de esta historia está desfasada. En el nuevo régimen de financiación garantizada, por ejemplo, el sistema crediticio mundial depende de que EE UU mantenga déficits fiscales para proporcionar una oferta adecuada de garantías a los prestatarios. Esto convierte el dinero fácil en un requisito para el crecimiento robusto del crédito y significa que los intereses de los consumidores y las élites de las finanzas están más alineados. Los aliados de EE UU en el mundo emergente, por su parte, son generalmente deudores en dólares que se beneficiarían de un billete verde más débil. A más corto plazo, la ralentización del crecimiento permitirá a la Fed bajar los tipos de todos modos, aliviando la presión alcista sobre la divisa estadounidense.

Estas nuevas realidades significan que los esfuerzos por debilitar el dólar pronto podrían estar empujando a una puerta abierta. Aunque el papel del billete verde como moneda mundial está aquí para quedarse, los días de fortaleza del dólar están contados, independientemente de quién gane las elecciones de noviembre.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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