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A fondo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Aranceles de EE UU sobre chips chinos: de nuevo la presión sobre los aliados

El impacto de las nuevas medidas será limitado, y puede ser solo fuego de artificio por las elecciones a la Casa Blanca

chips china eeuu
Chip entre banderas de China y EE UU.FLORENCE LO (REUTERS)

Decíamos en enero que “todo apuntaba a una nueva ronda de restricciones en el comercio entre China y Estados Unidos, esta vez en el ámbito de la importación de chips maduros”. Y ha sido así. La Administración Biden, tras hacer la revisión cuatrienal de la investigación de la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974 sobre las leyes, políticas y prácticas de China relacionadas con la transferencia de tecnología, la propiedad intelectual y la innovación, ha decidido ampliar los aranceles sobre la importación de determinados productos chinos, vigentes desde 2018. Conforme a esta decisión, los actuales aranceles del 25% sobre los semiconductores se elevarán hasta el 50% a comienzos de 2025.

El objetivo de la herramienta utilizada por el Gobierno de EE UU es garantizar la seguridad económica del país, en particular, acabar con “las prácticas comerciales injustas de China en torno a la transferencia tecnológica, la propiedad intelectual y la innovación”, que “amenazan a las empresas y trabajadores estadounidenses”. El Departamento de Comercio juzga que China no ha eliminado totalmente las prácticas anticomerciales, que además están teniendo como segundo efecto que “China está inundando los mercados globales con exportaciones de precios artificialmente bajos”. ¿Qué efecto pueden tener los nuevos aranceles en el mercado de los semiconductores tanto en EE UU como en China?

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Belén Trincado Aznar

Conviene comenzar clarificando el alcance de aplicación de la herramienta dentro del extenso y complejo sector de los semiconductores. Los nuevos aranceles se aplican solo sobre importaciones directas de una serie de productos enumerados, no sobre elementos industriales que los contengan ni sobre maquinaria o productos que sirvan para su fabricación. Estos productos se identifican mediante códigos de Aranceles Armonizados (Harmonized Tariff Schedule, HTS). En el caso de los semiconductores, aunque el objetivo son los chips de arquitecturas maduras, las categorías que se leen en el listado son diodos, transistores y circuitos integrados, entre otras.

Hecha la aclaración sobre el alcance, las estadísticas de la Organización Mundial de Comercio nos sirven los indicadores necesarios para obtener el impacto de la ronda inicial de aranceles de la Sección 301 impuesta en 2018, y, partiendo de ella, predecir el efecto de su reforzamiento: como veremos, potencialmente escaso. Desde el lado estadounidense, se puede apreciar que la subida de los aranceles de 2018 tuvo un efecto inmediato de reducción de las importaciones de semiconductores desde China, en más del 50% en los dos primeros años, pero que el impacto se diluye en los dos años siguientes (los 3.920 millones de dólares de importaciones en 2018 bajaron hasta 1.470 millones en 2020, pero se recuperaron en 2022, alcanzando 2.430 millones).

Y todo parece indicar que las importaciones no realizadas desde China no fueron sustituidas por producción interna, sino en gran medida por las hechas desde Taiwán, que se incrementaron en un 97% (desde los 4.350 millones a los 8.570 millones de dólares).

Si nos situamos desde la perspectiva china, descubrimos un impacto aún menor de los aranceles impuestos en 2018 sobre el global de sus exportaciones de semiconductores. En primer lugar, el gigante asiático incrementó sus exportaciones globales un 78% entre 2018 y 2022, desde los 56.970 millones de dólares hasta los 101.590 millones. En segundo lugar, y más importante para predecir el efecto aún menor de la nueva ronda de sanciones, el peso de EE UU como destino de las exportaciones chinas de microelectrónica se ha visto reducido a un 2,39%.

Si es previsible un efecto limitado en el ámbito de los semiconductores del reforzamiento de los aranceles, la pregunta ha de ser por qué se impone y precisamente ahora. Como para el resto de los sectores abarcados en la revisión de la Sección 301, los nuevos aranceles tienen poco que ver con la economía y cobran sentido en el marco de la campaña electoral para la elección presidencial, con encuestas que revelan el apoyo de los ciudadanos a medidas de este tipo para la protección de la industria local.

Los nuevos aranceles suponen, por tanto, una señal de la intención de continuar con la línea dura en la guerra de los chips, que hay que interpretar también como una llamada a los aliados estadounidenses para que adopten medidas similares. Los aliados de EE UU son los grandes importadores de semiconductores chinos, principalmente Corea del Sur (25,17%) y Taiwán (22,12%), y en segundo plano Malasia (10,77%) y la Unión Europea (10,70%).

Al igual que sucedió con las medidas de control de venta a China de chips de arquitecturas avanzadas y de las herramientas para fabricarlos, EE UU prefiere que sus aliados se unan voluntariamente al incremento de los aranceles, aunque dispone de alguna herramienta de coerción. El botón nuclear sería recurrir a la sección 232 de la Ley de Expansión Comercial de 1962, que le permitiría establecer aranceles sobre los productos que usan semiconductores chinos para proteger la seguridad nacional. Esto supondría encarecer una buena parte de las exportaciones de dispositivos y productos de todo tipo desde Corea, Taiwán, Malasia y la UE a EE UU. También podría acudir a la prohibición de compra en toda institución pública de productos con semiconductores chinos, no solo en el ámbito de la defensa y la seguridad nacional como hasta ahora.

En resumen, el aumento de aranceles impuesto por EE UU sobre determinados productos chinos tendrá un impacto limitado en el sector de semiconductores. Por sí mismo, tendrá poco efecto, y será poco efectivo sobre el global de la exportación china de chips maduros, si no se elevan también sus aranceles de sus grandes importadores, a su vez aliados económicos estadounidenses. Al igual que sucedió tras octubre de 2022, cuando EEUU inició las restricciones sobre chips de arquitecturas avanzadas y de las herramientas para fabricarlos, esperan meses frenéticos en que se desplegará todo el aparato negociador de la Casa Blanca para presionar a sus aliados. La incógnita es si asestar este golpe sobre China es un objetivo real o solo parte de los fuegos de artificio ante las elecciones de noviembre.

Emilio García García es exdirector de gabinete de la Secretaría de Estado de Telecomunicaciones y miembro del consejo asesor de la Asociación Española de la Industria de Semiconductores (Aesemi)

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