Especialización y evolución de la eficiencia productiva española
España cuenta con una diversidad productiva significativamente más amplia. Aunque es cierto que enfrentamos brechas con respecto a otros países líderes en Europa
Todos los años les planteo la misma pregunta a mis estudiantes que se adentran por primera vez en el estudio de Economía Aplicada y en concreto al de la economía española: ¿Cuál creen que es la principal exportación española? ¿En qué piensan que estamos especializados? ¿Cuáles son las principales industrias de nuestro país? Las respuestas suelen ser variadas, por decirlo amablemente. Desde menciones a los pepinos y a las naranjas, pasando por el jamón hasta el aceite de oliva o el turismo como casi el único sector presente en nuestro tejido productivo. Por las respuestas, que se repiten año tras año, es evidente que demuestran un importante desconocimiento sobre nuestra propia economía, una situación que, lamentablemente, no se limita únicamente a la juventud.
Sin menospreciar la importancia de estos productos o sectores, es fundamental señalar que, si nuestras ventajas comparativas estuvieran extraordinariamente centradas en ellos al nivel que se cree, nuestro nivel de vida sería notablemente diferente, muy inferior. En el caso de especializarnos en sectores de bajo valor añadido o con retornos escasos, nuestros ingresos y nivel de vida serían significativamente inferiores.
Sin embargo, España cuenta con una diversidad productiva significativamente más amplia. Aunque es cierto que enfrentamos brechas con respecto a otros países líderes en Europa y más allá de nuestro continente, no debemos subestimar una economía que guarda más similitudes con la de Francia o Italia que con la de países del entorno tropical.
Sin embargo, y dicho esto, como bien sabemos, al analizar los últimos treinta años las principales variables asociadas a la complejidad y eficiencia de nuestra economía, nos enfrentamos a noticias desalentadoras. Es evidente que la eficiencia, medida de manera agregada por la Productividad Total de los Factores (PTF), no ha evolucionado de forma satisfactoria. Las consecuencias de este hecho se reflejan en no pocas variables vinculadas a ella, como son los ingresos de los hogares o la precariedad en el empleo, las cuales también han evolucionado de manera decepcionante.
Recordemos que la PTF es un indicador clave en economía, ya que mide la eficiencia con la que se combinan los factores de producción (trabajo y capital) para generar producción en una economía. En términos simples, representa el progreso tecnológico, la innovación y la eficiencia en la asignación de recursos. Un aumento en la PTF significa que la economía puede producir más con la misma cantidad de factores de producción, lo que se traduce en un crecimiento económico sostenible a largo plazo y afecta a múltiples variables asociadas al bienestar de la población.
Por otro lado, una disminución en la PTF puede indicar un estancamiento en la innovación o ineficiencias en la asignación de recursos. Esto implica que o bien no estamos utilizando adecuadamente estos factores o estamos asignando recursos en exceso a actividades con retornos escasos, lo cual tiene un coste de oportunidad relevante.
Se han realizado numerosos análisis sobre la economía española en este sentido, y parece que estamos enfrentando una situación preocupante, con una evolución negativa o estancada de la PTF. Sin embargo, en un mundo en constante transformación y en el que España ha participado de diversas formas a través del impulso de ciertos sectores y actividades en las que nuestro país es puntero, resulta simplista sostener esta idea sin considerar la necesidad de enriquecer el análisis. Por lo tanto, si es cierto que la PTF ha tenido un desempeño deficiente mientras, durante el mismo tiempo, hemos observado mejoras en ciertas actividades, ¿qué argumentos necesitaríamos para conciliar ambas cuestiones? La respuesta es compleja, pero una de ellas que debe estar presente es que la composición y especialización hacia sectores de bajo valor añadido han desempeñado un papel relevante en esta situación.
En las figuras que presento junto a este texto se reflejan dos aspectos fundamentales que arrojan luz sobre la economía española en las últimas décadas. La primera figura, representada con barras, ilustra la contribución al crecimiento de la PTF desde 1995 hasta 2019 de los diversos sectores económicos del país (la suma sería el crecimiento de la PTF total). Estos datos son reveladores por sí mismos. Durante el auge de la burbuja inmobiliaria, la especialización en la construcción restó crecimiento a la PTF. Asimismo, otros sectores de bajo valor añadido, como la hostelería y el comercio, tuvieron un efecto similar al elevar su participación, también en los años posteriores al estallido de la burbuja. Así, aunque más de la mitad de los sectores contribuyeron al crecimiento, sus esfuerzos resultaron insuficientes para contrarrestar el impacto de los sectores de menor valor añadido. Entre estos sectores podemos citar a la construcción, a la hostelería o a los servicios públicos.
La segunda figura ofrece una perspectiva adicional sobre esta cuestión. Los sectores situados más a la izquierda y hacia arriba tuvieron un significativo efecto negativo en la evolución de la PTF, mientras que aquellos ubicados más hacia la derecha tuvieron un mayor efecto positivo. Destaca el papel que tuvo la construcción, al que se le unieron sectores como los servicios públicos, la hostelería o la industria agroalimentaria. Resulta sorprendente el comportamiento de las actividades científicas, lo cual podría estar relacionado con su importante asociación al sector público. Lo llamativo es que los sectores de mayor peso, en general, tuvieron un peor comportamiento.
No obstante, el análisis no termina aquí. A nivel territorial, se observan además grandes disparidades que merecen atención. Regiones altamente especializadas en sectores como el turismo muestran una evolución más desfavorable en la PTF. Por ejemplo, Canarias y Baleares han experimentado un deterioro en su PIB per cápita en las últimas tres décadas, algo que no ha sido común a todas las regiones, y que es principalmente explicado por su dependencia en el sector turístico. En contraste, regiones con economías más diversificadas han tenido un desempeño económico más favorable.
Por lo tanto, al hablar de PTF, eficiencia y productividad, es crucial profundizar en estas variables y comprender sus dinámicas internas. La composición de la actividad productiva en España, especialmente el sesgo continuado hacia actividades de bajo valor añadido, es el verdadero desafío al que nos enfrentamos. El estudio de los incentivos que nos han llevado por este camino adquiere una gran relevancia, especialmente en aquellas regiones atrapadas en una trampa de crecimiento. Solo mediante un análisis exhaustivo de estas cuestiones podremos encontrar soluciones efectivas para mejorar la competitividad y el desarrollo económico del país a largo plazo.
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