Claves: las guerras de Pepsico, y la rentable pesadilla de Bill Ackman
Pepsico sufre el conflicto con Carrefour... mientras no boicotea a Rusia
A partir de julio, los supermercados tendrán que indicar si los paquetes de los productos han perdido tamaño, manteniendo el precio. En realidad, muchas veces son los propios distribuidores los interesados en señalar con el dedo esta práctica, para beneficiar a sus marcas blancas. Lo hizo Carrefour en Francia con Pepsico, en una guerra abierta que llevó incluso a que aquella retirara los artículos de esta. Ya han hecho las paces, se supone que reajustando el reparto de los beneficios, pero las semanas de conflicto hicieron que las ventas de la multinacional de EE UU en el primer trimestre cayeran un 10% en el país. A cambio, disfrutó de un crecimiento de dos dígitos en Rusia, país del que no se ha marchado la compañía, a pesar de toda la retórica de la Casa Blanca en pos del aislamiento del invasor de Ucrania. Es discutible que irse de un país sea la mejor forma de atacar a sus dirigentes, pero sorprende que Washington sea tan exigente con Alemania y otros antiguos amigos de Moscú, mientras las empresas privadas de EE UU siguen haciendo negocio al otro lado del otrora telón de acero.
Las lecciones de la crisis de 2008 aún se dejan notar en la deuda privada
Ya se empiezan a notar por fin las subidas de tipos en los costes financieros de las empresas y los hogares. El desplazamiento de la deuda, en particular las hipotecas, hacia la de tipo fijo, ha hecho que el impacto de las medidas monetarias tarde en afectar a la economía real. En 2023, compañías y particulares pagaron en España un 80% más de intereses que en 2022. Afortunadamente, su posición financiera está bastante saneada. La crisis de 2008 fue lo suficientemente dura como para que unos y otros aprendieran la lección, y explica que la morosidad bancaria se mantenga en niveles históricamente bajos.
La pesadilla que hizo ganar miles de millones a Bill Ackman
Ahora resulta más que obvio, pero hasta tan solo unos días antes de decretarse los estados de alarma y similares en Occidente, en marzo de 2020, sus habitantes y sus políticos se resistían a aceptar que en ellos se iba a extender el virus de forma tan abrumadora como en China (y los pocos que sí avisaban del desastre eran objeto de burla). Se confiaba en que los sistemas sanitarios de los países ricos pararían el golpe, y en que no se tomarían medidas drásticas contra el movimiento de las personas. Pero algunos sí lo vieron venir, como el inversor Bill Ackman, que se protegió contra el hundimiento de las Bolsas comprando swaps de incumplimiento crediticio, CDS. Ackman atribuyó su atinado pesimismo a una pesadilla sobre el virus. Esas cosas no se pueden enseñar en los cursos de inversión.
La frase del día
“La oficina de Hamás en Doha se estableció en coordinación con EE UU y otros países a fin de lograr algún tipo de éxito respecto a Gaza. No hay justificación para poner fin a esa oficina. Los líderes de Hamás pueden ir donde quieran, pueden volver cuando quieran”
Majed al Ansari, ministro de Exteriores de Qatar
En los trenes de alta velocidad, la película se desarrolla de otra manera
En Estados Unidos, el país de los viajes por carretera y las películas de ídem, el transporte ferroviario de pasajeros es casi residual. Eso está empezando a cambiar, en parte por la preocupación por el medioambiente, pero también porque la alta velocidad es más rápida que el coche (aunque el viajero pierde la libertad que tanto se valora en ese país).
De la mano de las subvenciones federales, se están desarrollando líneas entre, por ejemplo, Las Vegas y los alrededores de Los Ángeles. Empresas españolas como Renfe, ACS y Ferrovial participarán en estos proyectos. Quizá con el tiempo vuelvan a hacerse películas de Hollywood localizadas en trenes; aunque, a alta velocidad, las películas se desarrollan de otra manera.
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