La decadencia del catastrofismo, y la elección entre lo malo conocido y lo raro por conocer
El precio del petróleo no asusta, pese a la guerra de Oriente Próximo
El catastrofismo ya no es lo que era. Se ha pasado de negar la pandemia hasta el último minuto (los Gobiernos aseguraban que lo que había colapsado los hospitales del vecino no iba a suceder en sus países), a ponerse en lo peor con las sucesivas guerras en suelos clave para el suministro energético, sin que las más terribles consecuencias, por suerte, se hayan materializado. Fue el caso en Ucrania, donde, sin minusvalorar la tragedia que supone, no se tradujo en hechos la retórica nuclear; ni está sucediendo en Oriente Próximo, aunque Irán siga diciendo, con la boca pequeña, que los ataques de Israel sobre Palestina pueden acabar extendiendo el conflicto. Una cierta inestabilidad en la zona se da por descontada, y los mercados la observan con mucha indiferencia. De ahí que el precio del petróleo no se haya disparado, sino todo lo contrario: está de bajada ante la previsión de una caída de la demanda. El principal problema que atenaza las economías mundiales es el alto endeudamiento acumulado en una década de ligereza monetaria, que obliga ahora a una resaca traducida en inflación y estancamiento económico. Hay razones para el pesimismo, no para el pánico.
Los países de la UE aún no son capaces de unificar los mercados de capitales
Christine Lagarde, presidenta del BCE, señaló el viernes una obviedad: la conveniencia de la unidad de los mercados de capitales europeos, que serviría para aumentar la liquidez de las operaciones y frenar la fuga de salidas a Bolsa a Estados Unidos. En concreto, defendió que la autoridad del mercado, la ESMA, sea un verdadero equivalente de la SEC estadounidense.
Eso evitaría, de paso, conflictos como el del traslado de la sede social de Ferrovial a Países Bajos. No deja de ser irónico que se mire a Reino Unido un poco por encima del hombro por el Brexit, cuando los europeos tampoco se ponen de acuerdo en cuestiones básicas.
Argentina elige entre lo malo conocido y lo raro por conocer
Los argentinos tendrán que optar, en las elecciones presidenciales del domingo, entre lo malo conocido y lo raro por conocer. Los candidatos son el peronista (otro más) Sergio Massa, que ganó la primera vuelta con el 37% de los votos, y el ultraliberal Javier Milei, que obtuvo el 29%. La caótica situación de la economía del país es el motivo principal del sorprendente éxito del segundo, que promete medidas radicales como la dolarización.
Argentina es el único país que fue de ingresos altos y ha acabado en el montón de en medio. El descontrol del gasto público (tampoco los países de Occidente pueden tirar muchas piedras, en todo caso) no ha redundado en la prosperidad de los ciudadanos, sino que ha creado un mero sistema clientelar.
La frase del día
“El conflicto entre Hamás e Israel ha disminuido la entrega de armamento a Ucrania. Así es la vida y es normal, porque todos luchamos por sobrevivir. Los proyectiles de 155 milímetros que necesita nuestro ejército son los mismos que reclaman las fuerzas israelíes”
Volodimir Zelensky, presidente de Ucrania
La hípica, una excusa para socializar... e incluso ver las carreras
Mientras Las Vegas acoge por primera vez en 40 años un Gran Premio de Fórmula 1, poniendo énfasis en el espectáculo, hay un tipo de carreras más clásicas que siguen acogiendo a la flor y nata de la sociedad –como se decía antes. Son las hípicas, que poseen un glamur y un encanto propicios para atraer a un turista con alto poder adquisitivo, además de a los aficionados a los caballos (y a apostar). Como deporte, es mucho menos elitista de lo que parece (como tampoco lo es el golf).
A veces ocurre, eso sí, que en los ambigús (los palcos y mesas VIP) de este tipo de eventos –véase el Masters de tenis de Madrid– se presta más atención a los contactos sociales que a la propia competición. Seguramente hay tiempo para todo.
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