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A fondo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El impacto económico indiscriminado de la guerra de Israel contra Hamás

En los años setenta dos conflictos en la región desataron crisis económicas internacionales: la guerra de Yom Kippur en 1973 y la revolución iraní en 1979

Guerra Israel- Hamás
Restos del campo de refugiados de Jabalia, en el norte de la Franja de Gaza.Anas al-Shareef (STRINGER/REUTERS)

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha advertido que la campaña militar contra Hamás en Gaza será larga. Así se responde a la matanza de más 1.400 habitantes de diversos kibbutzim por parte de Hamás. Los bombardeos israelíes ya se han cobrado la vida de más de 8.800 palestinos, 3.648 de los cuales son niños. Entran muy pocos camiones con ayuda en Gaza, donde se hacinan 2,3 millones de personas en 365 kilómetros cuadrados. El gobierno israelí insiste en que la guerra contra Hamás continuará hasta su eliminación. Estas circunstancias hacen prever que el conflicto dure semanas e incluso meses.

La mayoría de las aerolíneas han suspendido sus vuelos a Israel, que junto con Jordania y quizás Egipto sufrirán la cancelación de viajes. El turismo no juega ningún papel en Siria, país aún destruido después de la brutal guerra civil que ha padecido desde 2011. Pero hasta mayo sí se había recuperado en Jordania, con 2,48 millones de visitantes y una subida del 69% respecto a 2022. Aporta el 12% del PIB de Jordania, cuya economía sigue muy lastrada por la dificultad de absorber 1,3 millones de refugiados sirios. En 2022, once millones de turistas visitaron Egipto y 2,6 millones Israel. Al Líbano le costó mucho recuperarse de su mortífera guerra civil (1975-1990). La devastadora explosión en el puerto de Beirut en 2020, el desplome de su moneda y la incapacidad de formar Gobiernos estables entre sus distintas etnias han acrecentado su fragilidad económica. Hezbollah, además de milicia armada, es uno de los partidos políticos destacados del Líbano. Consciente de dicha debilidad, es improbable que quiera enzarzarse en una guerra en toda regla contra Israel. Sin embargo, Siria, Líbano y Jordania dependerán aún más de la ayuda internacional y de la que les proporcionan distintas potencias: Irán y Rusia en el caso de Siria, EEUU, Arabia Saudita y otras potencias suníes del Golfo en el caso de Jordania y Líbano. Turquía puede ser un destino turístico alternativo mientras dure la contienda.

Israel goza de una economía avanzada y un sector tecnológico punta. Pero también sufrirá, aunque sea temporalmente, de las hostilidades. A medida que aumenta el saldo de víctimas palestinas, crecerán y quizás fraguarán algunas llamadas a boicotear sus productos. Chevron ha recibido instrucciones del ministerio de Energía israelí de cerrar sus operaciones en el yacimiento de gas natural de Tamar. Unas 25 multinacionales occidentales han suspendido temporalmente su actividad en Israel.

Los inversores tampoco acuden a Oriente Medio porque durante muchos años Arabia Saudita, otras potencias suníes del Golfo y Egipto, por un lado, e Irán, por otro, libraron una guerra geopolítica. Irán promovía las acciones violentas de Hamás, Hezbollah y los hutíes (todos chiíes) no solamente contra Israel, sino también en el Líbano, Yemen y la propia Arabia Saudita. Riad fue derrotada por los hutíes cuando se inmiscuyó en la guerra civil del Yemen (2014-2022).

La inversión directa extranjera (IDE) en 2022 de 15 países del norte de África y Oriente Medio (excluyendo Israel y países del Golfo) fue de solo 15.700 millones de dólares. Aunque ha ascendido levemente desde 2018, en 2010 alcanzó 25.932 millones. En 2022 lideró el grupo Egipto (11.399 millones de IDE), seguido de Marruecos (2.177), Jordania (1.137) y Túnez (713).

Arabia Saudita (7.900 millones en 2022), los Emiratos Árabes Unidos (23.000), Baréin (1.950), Catar y Kuwait han continuado atrayendo inversión extranjera a pesar de la hostilidad suní-chií y la tensión con Irán. Lógicamente, sus reservas petrolíferas las inmunizan en cierta medida a la violencia que padece la región. Sus líderes han desplegado programas de modernización económica para reducir su dependencia de la exportación de hidrocarburos. Los EAU se han convertido en un hub de aviación internacional. Ha crecido asimismo el patrocinio y celebración de deportes de élite en los países del Golfo. Catar acogió el Mundial de fútbol de 2022 y Arabia Saudita lo hará en 2034.

Mediante los acuerdos de Abraham en 2020, Israel estableció relaciones diplomáticas con los EAU y Baréin, además de un pacto de normalización con Sudán. EEUU había avanzado hacia la consecución de un tratado mediante el cual Washington hubiera ofrecido una garantía de seguridad a Riad. A cambio, Arabia Saudita hubiera establecido relaciones diplomáticas con Israel. Los terroristas de Hamás pretendían dinamitar dicho proceso. Arabia Saudita se ha distanciado de Occidente. Ha aceptado a Rusia en OPEP +, recortado la producción de petróleo, se incorporará al grupo de los BRICS en 2024 y restableció relaciones diplomáticas con Irán en marzo. El atentado perpetrado por Hamás ha resaltado que Israel no podrá normalizar relaciones con más países árabes sin avances en el bienestar de los palestinos.

Cuánto más tiempo duren las hostilidades, no solamente habrá menor afluencia de turistas e inversión a la región. También se encarecerá asegurar las transacciones comerciales. Si el conflicto se extiende más allá de Gaza, flujos de emigrantes significan más dependencia de la ayuda humanitaria y menos remesas de trabajadores palestinos.

Cuatro semanas de conflicto ya han elevado el precio del barril de petróleo hasta los 84,92 dólares (Brent), 80,71 (WTI) y de valores refugio como el oro (1.978 dólares por onza) y el dólar. Los bonos del Tesoro de EEUU tradicionalmente también son un valor refugio. El alza de su precio es inversa a su rentabilidad, que al decrecer atenúa la fuerte subida de tipos efectuada por la Reserva Federal desde marzo de 2022. Pero un petróleo y dólar más altos pueden amenazar el retroceso de la inflación, especialmente fuera de EEUU, porque una gran parte de la adquisición de crudo se realiza en dólares.

Todas las partes deberían estar interesadas en un cese duradero de las hostilidades. En los años setenta, en dos ocasiones (guerra Yom Kippur en 1973, revolución iraní en 1979) conflictos en la región desataron crisis económicas internacionales.

Alexandre Muns es profesor de EAE Business School

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