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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los vientos de cola de la energía verde soplan en sentido contrario

La fractura de las cadenas de suministro y la subida de los tipos ponen a prueba a consumidores y Gobiernos

Rishi Sunak
El primer ministro británico, Rishi Sunak, el miércoles en Londres, anunciando la reducción de sus objetivos verdes.POOL (via REUTERS)

El auge de la energía verde afronta nuevos vientos en contra. La caída de los costes, el abaratamiento del capital y el apoyo de los políticos contribuyeron a impulsar una carrera desenfrenada hacia las renovables. Ahora, la fractura de las cadenas de suministro y la subida de los tipos hacen subir los precios y ponen a prueba la determinación de consumidores y Gobiernos.

El mundo tardó en darse cuenta de la necesidad de sustituir los combustibles fósiles. Sin embargo, en los últimos cinco años, más o menos, el impulso para sustituir la electricidad generada quemando carbón y petróleo por energía solar y eólica se convirtió en una precipitada carrera. La inversión mundial en energías limpias entre 2019 y 2023 superará los 7 billones de dólares, según la Agencia Internacional de la Energía, superando el gasto en combustibles fósiles.

La amenaza cada vez más urgente del calentamiento global proporcionó el principal impulso. Pero tres factores ayudaron. El primero fue la caída de los precios. El coste de la electricidad generada por paneles solares en 2020 era menos de un quinto del de una década antes. El coste por megavatio hora de la energía eólica se redujo a menos de la mitad en el mismo periodo, según la Agencia Internacional de Energías Renovables. Segundo, los ultrabajos tipos de interés animaron a más inversores privados a financiar nuevos y ambiciosos proyectos.

Por último, la caída de los costes para alcanzar las emisiones netas de carbono cero –que el organismo de control presupuestario de Reino Unido estimó en solo el 0,4% del PIB anual hasta 2050– convenció a los Gobiernos de que el cambio a las renovables podría impulsar la actividad económica y el empleo. La invasión de Ucrania ofreció otra razón urgente para depender menos de los combustibles fósiles importados. Las tendencias se combinaron en la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) de 2022 del presidente de EE UU, Joe Biden, que destina unos 400.000 millones de dólares al gasto en clima y energía durante la próxima década.

Estas ayudas se han convertido ahora en desventajas. El coste de la eólica ha subido desde 2019, principalmente debido al mayor precio del acero usado para fabricar las aspas de las gigantescas turbinas. Las baterías de iones de litio que alimentan la mayoría de los vehículos eléctricos también han dejado de ser más rentables. Al tiempo, el alza de los tipos elevó el coste del capital, lo que llevó a los inversores a reevaluar los proyectos energéticos existentes y a exigir mayores retornos de los nuevos. Las acciones de Orsted, el grupo energético danés de 25.000 millones de dólares que en su día fue el ejemplo europeo de energía renovable, han caído la mitad en menos de dos años. Una reciente subasta de derechos del Gobierno británico para desarrollar nuevos parques eólicos marinos no atrajo a ningún licitador.

Las crecientes tensiones geopolíticas complican aún más la situación. A medida que se deterioran sus relaciones con China, Europa y EE UU están cada vez más preocupados por el control que ejerce el país asiático sobre partes de la cadena de suministro de la energía verde. Por ejemplo, más del 80% del polisilicio usado en los paneles solares procede de la República Popular, que también fabrica el 70% de los módulos acabados, según el think tank internacional Comisión de Transiciones Energéticas, con sede en Londres.

China posee hasta el 90% de la capacidad de refinado de los elementos tierras raras utilizados en motores eléctricos, generadores de turbinas eólicas y otros productos de energía verde. Este proceso es significativamente caro y sucio, lo que ayuda a explicar por qué solo hay cinco refinerías de tierras raras fuera de China, dice Jared Cohen, codirector de la Oficina de Innovación Aplicada de Goldman Sachs.

Ninguno de estos obstáculos es insuperable. En recientes mesas redondas moderadas por Breakingviews a ambos lados del Atlántico, los participantes se mostraron optimistas sobre el impulso de la inversión en energía verde. Es probable que los proyectos de eólica se reanuden cuando los Gobiernos ajusten el precio garantizado de la energía, lo que permitiría a los operadores obtener una mayor rentabilidad del capital. La fabricación de paneles solares y baterías para coches eléctricos podría trasladarse a países desarrollados o a socios más amistosos como Vietnam o México. En algunos casos, las consideraciones comerciales pueden prevalecer sobre las preocupaciones geopolíticas: sirva como ejemplo la reciente decisión de Ford de invertir 3.500 millones de dólares en una planta de baterías en EE UU que usará tecnología de la china Contemporary Amperex Technology (CATL).

Las empresas podrían adaptarse al aumento de los costes perfeccionando las tecnologías existentes o desarrollando otras nuevas. El encarecimiento de materias primas como el cobre y el litio podría impulsar nuevos proyectos mineros y fomentar el reciclaje. Y la normalización de los tipos podría contribuir a atraer una financiación a largo plazo más estable.

Pero la mayoría de estas soluciones conllevan importantes advertencias: llevarán tiempo y tendrán un precio. El incremento de los costes tendrá dos consecuencias. O bien las empresas los repercutirán en los consumidores, o bien los contribuyentes tendrán que desembolsar más en subvenciones. Ambas cosas pondrán en entredicho el apoyo público a la transición energética.

La reacción ya está en marcha. La decisión adoptada esta semana por el primer ministro británico, Rishi Sunak, de retrasar la fecha límite para la eliminación de los motores de combustión en Reino Unido es un primer indicador de cómo algunos políticos pueden tratar de explotar las objeciones del público respecto al coste de la transición ecológica.

Un test mayor serán las elecciones de EE UU del año que viene. La ley IRA ha desatado un bum de la energía verde. En los 12 meses transcurridos hasta junio, la inversión estadounidense en fabricación limpia, como baterías y vehículos eléctricos, se duplicó con creces hasta alcanzar los 39.000 millones de dólares, según cifras recopiladas por Rhodium Group y el Centro de Investigación sobre Energía y Política Medioambiental del MIT (Massachussets Institute of Technology).

Dado que muchos de estos proyectos crean empleo en zonas de voto tradicionalmente republicano, el apoyo a las subvenciones ecológicas de Biden podría sobrevivir a un cambio de administración. Sin embargo, la preocupación por el impacto en el déficit del país podría provocar un contraataque de los halcones fiscales. El Modelo Presupuestario Penn Wharton de la Universidad de Pensilvania calcula que el coste de las subvenciones climáticas y energéticas de IRA rondará el billón de dólares en la próxima década, más del doble de la estimación oficial.

El mundo no puede permitirse relajar su apuesta por la energía verde. Según la Comisión de Transición Energética, para reducir las emisiones de carbono a cero en 2050, el consumo mundial de electricidad deberá cuadruplicarse en las próximas tres décadas, y más de tres cuartos de esa cifra procederán de la energía eólica y la solar. El auge inversor de los últimos años es solo el principio. Pero para seguir adelante tendrá que luchar contra fuertes vientos en contra.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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