Récord de ocupación laboral, aunque con señales de fatiga
El motor de la creación de empleo está comenzando a perder velocidad, lo que constituye un signo de fragilidad que no se debería subestimar
Los datos de afiliación a la Seguridad Social del mes de junio, conocidos ayer, acercan a España un poco más a la cifra mágica de los 21 millones de ocupados, pero evidencian también que el motor de creación de empleo está comenzando a mostrar signos de desaceleración, lo que constituye una señal de fragilidad que no se debería subestimar. La afiliación ha registrado un nuevo récord histórico, que eleva el listón hasta los 20,86 millones de ocupados, pero los nuevos empleos en junio ascienden solo a 54.000, la mitad de los creados en el mismo mes el año pasado y la cifra más baja desde 2015. Para poder hacerse una idea de lo que supone en términos de enfriamiento del ritmo de creación de empleo, basta comparar esos 54.000 puestos con la media de los generados en junio durante los 10 años precedentes: casi 89.000. El paro ha descendido, además, en 50.268 personas, un poco más que en junio de 2022, pero lejos también de los 90.000 de media registrados en ese mismo mes en los últimos diez años.
La industria turística se sitúa como la principal fuente de puestos de trabajo en el sexto mes del año, y no solo porque junio es uno de los períodos de fuerte actividad en el sector, sino por la potente recuperación que ha experimentado el mercado, con cifras récord en visitantes y en reservas, y con unos márgenes que han dejado atrás el túnel de la pandemia y ofrecen ya una rentabilidad bruta sobre ventas superior al 20%.
Con todo, es importante estar atentos a la evolución del mercado laboral en general, cuyos signos de debilidad se producen en el marco de una economía con una tasa de inflación sustancialmente más moderada que la que soportan otros países de la UE, pero que no puede sustraerse a los efectos adversos del endurecimiento de la política monetaria del BCE. Fráncfort se muestra favorable a mantener las alzas de tipos por la presión inflacionaria que persiste en la eurozona, alimentada por unos costes salariales que están creciendo y por una tasa de desempleo que ha descendido incluso por debajo del 6% en varias economías comunitarias.
La tasa de paro de España, que duplica la de la zona euro, no solo está lejos de ser un factor inflacionista, sino que constituye una seria asignatura pendiente en una economía cuyas constantes vitales funcionan de modo razonable, pero que debe lidiar con un entorno monetario adverso que daña a la actividad y, por tanto, un mercado laboral que funciona, aunque no al mismo ritmo.
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