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A fondo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Inflación: ¿será la subida de tipos eficaz en algún momento?

Irwin Fisher sostenía que las alzas son inefectivas si no se trasladan al interés que la banca abona por los saldos a sus clientes

Christine Lagarde
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, en Colonia (Alemania), el pasado 16 de mayo.THILO SCHMUELGEN (REUTERS)

Hace más de 30 años, en concreto desde 1990, que España no arrojaba un Índice de precios al consumo (IPC) como el que publica el INE en la actualidad. Frente a la pugna entre quienes defienden que se trata de una inflación de demanda y quienes, criticando esta postura, sostienen que se trata de una inflación con origen en la oferta, lo que está claro es que, en economía, como en la vida misma, nada es ni blanco ni negro.

La subida de tipos de interés por los bancos centrales lejos de reducir la escalada de precios evidencia una subida del índice y del subyacente.

Para autores como Milton Friedman, la inflación es siempre un fenómeno monetario y, por ende, controlando la cantidad de dinero en circulación se puede controlar la inflación. Subiendo el tipo de interés se desalienta el consumo, y si efectivamente estamos ante una inflación de demanda, podría llegar a controlarse esta. Pero la realidad es que en las economías modernas solo alrededor del 15%-20% del consumo utiliza financiación ajena y, sin embargo, la mayoría de las inversiones que realizan las empresas en bienes de capital, inmovilizado e incluso circulante se financian de una u otra manera, con lo que la subida de los tipos de interés tiene un efecto directo en la subida del coste de producción de sus bienes o servicios que al final se acaba trasladando al precio.

Irwin Fisher analizó el efecto de los tipos de interés centrado en los saldos y depósitos bancarios, argumentando que las subidas de los tipos de interés son inefectivas frente a la inflación si no se traslada al interés que las entidades de crédito abonan por los saldos a sus clientes. Dicho todo de otro modo: el interés que cobran los bancos actúa como látigo del consumo y el que pagan por los saldos de sus clientes, como zanahoria del ahorro. Los dos son necesarios para una efectiva política monetaria. Uno empuja y el otro estira, ambos en el mismo sentido.

Es fácil de ver con un ejemplo. Si dispongo de 100 euros en el banco, hoy puedo salir a cenar con mi pareja en un restaurante de 50 euros por comensal. Dentro de un año, con la subida de precios, ya no podré. Lo que sucede es que la expectativa de subida de precios alienta todavía más el consumo. ¿Qué sucede si las entidades financieras comienzan a retribuir los saldos? Pues que la expectativa de pérdida de poder adquisitivo y el incentivo al consumo inmediato desaparecen al aparecer un elemento nuevo en la ecuación: el coste de oportunidad que supone la retribución de nuestros ahorros líquidos. Esa retribución si supera o iguala las subidas de precios me permitirá sin duda cenar en ese mismo restaurante dentro de un año. Cuánto subirán los precios, no lo sabemos, es cuestión de expectativa. Esta expectativa es la que compararemos con la retribución, esa sí conocida de nuestro ahorro líquido.

El contexto económico y social que vivimos hoy es diferente en muchos aspectos respecto del que había a principios del siglo pasado, cuando se plantearon las políticas de subidas de tipos para combatir la inflación. Esto nos hace dudar de si las recetas de entonces siguen siendo válidas y eficaces hoy, y esa duda además condicionará esa expectativa de subida de precios que forma parte de nuestra ecuación de consumo. En cualquier caso, de entre esos muchos aspectos que mencionaba, hay uno innegable y que me interesa destacar, que es el de la concentración de las entidades de crédito.

Las diferentes fusiones y absorciones de bancos y cajas de ahorro acaecidas en de las últimas décadas han sido necesarias para garantizar la solvencia y estabilidad del sistema financiero y para la subsistencia de algunas de ellas, con el consiguiente reforzamiento de la confianza en los mercados. Pero el hecho es que hoy se trata de un sector más oligopolista que en el pasado. Es un sector mucho más rígido y más lento de reacción. La dimensión de los operadores dominantes y su peso relativo es mayor, y a mayor tamaño, menor flexibilidad. Si ponemos la mirada en nuestro país, lo que hoy son las tres entidades de crédito de mayor tamaño eran treinta y ocho entidades diferentes en 2008.

El oligopolio de la banca tiene un comportamiento de seguimiento al que ya estamos acostumbrados. Cuando los intereses eran negativos, hubo un primer banco que empezó a cobrar por los saldos en efectivo, los demás siguieron su ejemplo al poco tiempo. Con los precios de las hipotecas hemos visto ese mismo comportamiento, y es de esperar que en la retribución de saldos suceda lo mismo.

Después de un año de escaladas de tipos de interés, ninguna de las entidades con peso específico ha comenzado a retribuir, todavía, los saldos de efectivo. Tan solo bancos de pequeña dimensión y menor renombre lo hacen en la actualidad. Ninguno de estos pequeños bancos es suficientemente conocido, ni tiene dimensión suficiente como para obligar a las grandes entidades de crédito adoptar la misma estrategia. Es de esperar, que no tarde mucho alguna de ellas en dar el salto, y el resto en seguir su ejemplo. Esperemos que ese día llegue pronto, no solo como ahorradores, sino en pro a una mayor efectividad de la política monetaria en cuanto al componente de demanda de la inflación, cáncer de la economía moderna. Todos los consumidores, profesionales y empresarios lo agradeceremos.

Juan José de Palacio es notario de Madrid

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