La nacionalización de la banca, realidad o ficción
Podemos quiere imponer más tasas a los bancos y Paramés, un emblema del mercado, las considera “entidades muy peligrosas” en las que mejor no invertir
En las últimas semanas se han podido escuchar propuestas y afirmaciones sobre la banca tan llamativas y desde ideologías muy distantes, que habrá quien piense que quizás estamos en la fase de construcción del argumentario para su nacionalización. Por un lado, Podemos acaba de proponer duplicar el impuesto extraordinario a los bancos hasta el 9,6% de sus ingresos. Por otro, Francisco García Paramés, el gestor de fondos que acertó tanto en sus inversiones hace dos décadas que mereció el apodo del Warren Buffett español, ve a los bancos como “entidades muy peligrosas”, de manera que prefiere mantenerse lejos de ellas como inversor. Podemos y Paramés tienen poco o nada que ver, por eso llama la atención que desde mundos tan diferentes se esté cuestionando a este sector.
En los últimos años, los dirigentes de Podemos han cambiado de actitud. Ahora, en lugar de pedir la nacionalización, que implicaría que el Estado pague un justiprecio a los accionistas de los bancos para hacerse con la propiedad y la gestión, promueven una opción más inteligente: la expropiación del beneficio vía impuestos. Los bancos ya soportan un impuesto de sociedades del 30%, que es cinco puntos más que el tipo general, medida aprobada por el Partido Popular de Mariano Rajoy. Además, el Gobierno actual liderado por el PSOE les ha colocado un impuesto extraordinario del 4,8% sobre el margen de intereses con el que espera recaudar 3.000 millones de euros en dos años. Pedro Sánchez lo presentó como un impuesto temporal, pero Podemos ya ha propuesto que sea permanente y duplicarlo. Esa recaudación adicional la destinaría, dicen, a ayudar a pagar la hipoteca y alquileres a particulares, autónomos y pymes.
Las propuestas de Podemos sobre la banca sorprenden poco, puesto que enraízan en las posiciones que el Partido Comunista de España o Izquierda Unida han defendido históricamente. Eduardo Garzón Espinosa, economista y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, que ha asesorado a IU y Ahora Madrid, lo explica en ¿Por qué la banca debería ser pública?, una exposición de calidad muy mejorable, fácil de encontrar en internet.
El hermano del ministro de Consumo, Alberto Garzón, resume su opinión así: “La banca privada existe y sobrevive porque el sector público permite que así sea a través de ayudas directas de todo tipo, de condonaciones de impuestos, de garantías sobre los depósitos y de inyecciones masivas de liquidez. La pregunta es: ¿qué sentido tiene que haya gente haciendo negocio en un sector que por su propia naturaleza necesita el apoyo público para sobrevivir, no sería mejor que la banca fuese directamente pública y que sirviera directamente al interés general y no solo a unos cuantos millonarios que se aprovechan de lo público para hacer negocio?”.
Francisco García Paramés, presidente y CEO de Cobas Asset Management, empleó argumentos comunes en la VII Conferencia Anual de Inversores de su compañía. En su opinión, “los bancos son complicados de gestionar. Tienen un balance de 100 y un capital de 10. Un capital muy bajo. No es que estén endeudados, pero tienen un pasivo que se les puede ir en cualquier momento, entonces son entidades peligrosas. La confianza en un banco es la confianza que tengas en el país donde reside. Al final, los bancos son entidades cuasi estatales o para estatales. Como se está viendo, sin la garantía del Estado no se podría mantener la estructura financiera que se tiene ahora en Estados Unidos y Europa. El grado de regulación y control por parte de las autoridades es tan grande que no sé si tiene sentido ser accionista de un banco.” También hay un amplio gap de mejora en fondo y forma.
Eduardo Garzón y Francisco G. Paramés ven al Estado detrás de los bancos. Eso sí, mientras que para el primero un banco es un negocio facilísimo que sirve para que se forren “unos cuantos millonarios”, para el segundo, se trata de una actividad complicada de gestionar de la que no sabe “si tiene sentido ser accionista”, porque lo que teme es que pierdas toda o parte de la inversión.
Lo que dice Garzón se escucha casi a diario a dirigentes de Podemos como Pablo Echenique o Ione Belarra. Es ideología vestida con apariencia de razonamiento económico y financiero. Sin embargo, lo que señala Paramés, que sigue a la escuela austríaca de economía, es pragmatismo metódico. Para él, la actividad de la banca se ha complicado tanto que con todas las opciones de inversión que hay en el mercado, para qué empeñarse en comprar acciones de bancos, pudiendo comprar Meliá, como literalmente dijo. El problema está en que si todos los inversores profesionales e institucionales, que son los que mueven y controlan el capital de la banca, pensaran como Paramés, la conclusión es que las entidades financieras, cuya actividad es imprescindible, acabarían nacionalizadas por falta de inversores privados que pongan capital. Es el sueño comunista: presenciar el suicidio del capitalismo.
Aquellos que crean que la nacionalización de la banca es el nirvana, que repasen la experiencia francesa. En 1981 el socialista François Mitterrand alcanzó el gobierno con el apoyo del Partido Comunista (¿suena?) y en 1982 nacionalizó, entre otros, 36 bancos, que representaban el 96% de los depósitos totales. La reacción de la clase acaudalada fue llevarse el dinero a la banca suiza y luxemburguesa, lo que provocó una fuerte caída en la recaudación de impuestos, y encima no supuso ninguna mejora para la financiación de las empresas y además empeoró la gestión. En 1986 el conservador Jacques Chirac gana las elecciones a la Asamblea Nacional, se convierte en primer ministro y promulga la Ley de Privatizaciones, que Miterrand tuvo que firmar como presidente de la República. En 1987 se privatizó Société Générale; en 1993, la BNP, y en 1999 Crédit Lyonnais, que necesitó una inyección del Estado de 15.240 millones de euros para evitar su quiebra.
La conclusión es sencilla: el capital y la gestión públicos no garantizan nada per se, como bien se ha visto en España con las cajas de ahorros, donde hay ejemplos de corrupción (Caja Madrid o Bancaja) y de buena gestión (CaixaBank o BBK). Las personas hacen los modelos.
Aurelio Medel es Doctor en Ciencias de la Información. Profesor de la Universidad Complutense
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