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A fondo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El ‘Pánico de 1907′ o cómo aprender de los errores del pasado

Simplificar la realidad, amplificar posibles debilidades de los bancos o crear alarma puede provocar un caos que daña a casi todos, salvo unos pocos

Jerome Powell
Jerome Powell, presidente de la Fed.LEAH MILLIS (REUTERS)

El científico Charles Darwin sentenció: “La historia se repite. Ese es uno de los errores de la historia”. Los acontecimientos de las últimas semanas en torno a la banca guardan inquietantes similitudes con el conocido como pánico de 1907, del que mucho podemos aprender.

Por aquel entonces, la obtención de fondos se encarecía con tipos de interés al alza, y los mercados arrastraban caídas en el valor de las acciones y bonos. En ese contexto, F. Augustus Heinze lideraba un grupo especulador que llevaba tiempo acaparando el máximo número de acciones de United Copper (UC) para ofrecerlas, obviamente a precios superiores, en la liquidación de las ventas en corto que acumulaba el valor. Entre sus socios se encontraba Charles W. Morse, despiadado empresario que guarda un gran parecido con la silueta del juego del Monopoly y en quien dicen se inspiraron sus creadores.

Heinze se había hecho con el control del respetado Mercantile National Bank de Nueva York. Utilizaba recursos del banco para (re)financiar sus acciones en UC. Al poco, el desplome de la entidad en octubre de 1907 generó tensiones de liquidez en el Mercantile, los clientes de la entidad corrieron en masa a retirar sus depósitos y el banco tuvo que ser rescatado por la Asociación de Cámaras de Compensación.

Sin embargo, lejos de quedar el problema aislado, el miedo se trasladó inmediatamente a otra entidad, el Knickerbocker Trust. El detonante fue la amistad del presidente de dicha entidad con Morse, según quedó publicado en los medios de la época. El temor a operaciones irregulares en Knickerbocker generó, también en esta entidad, salidas masivas de depósitos. Lamentablemente, el Knickerbocker no pertenecía a la Asociación de Cámaras de Compensación y esta no acudió, inicialmente, al rescate de la entidad.

El pánico se adueñó del mercado y se trasladó a muchas otras entidades financieras, no en vano Heinze/Morse tenían posiciones destacadas en seis bancos nacionales, diez estatales, cinco trusts y cuatro aseguradoras. Los mercados financieros registraron caídas del 50% y retrocedieron a precios vigentes diez años atrás. Lógicamente, estos sucesos causaron una contracción severa de los créditos e inversión durante años, que impactó en muchos otros sectores distintos del financiero.

Afortunadamente, los acontecimientos recientes en torno al sector bancario quedan lejos de los de 1907. Sin embargo, la estrategia de los bancos centrales de combatir la inflación con subidas de tipos (recientemente hemos conocido que la inflación subyacente en la zona euro marcó récord) de forma continuada, junto a una salida de depósitos principalmente en entidades de tamaño medio, podría generar un nuevo episodio de alarma en el sector financiero.

La gran cuestión estas semanas ha sido si existen otras entidades financieras en una situación similar a la de SVB, Signature, First Republic o Credit Suisse, por su riesgo de contagio. El consenso es que los mayores bancos europeos y americanos tienen posiciones de liquidez y solvencia muy robustas, y una estructura en balance más saludable a los anteriores, que les proporciona mayor estabilidad (peso significativamente superior de depositantes particulares, o ratio promedio de 1 en préstamos/depósitos en la banca española, por ejemplo). Adicionalmente, una hipotética (y muy remota) necesidad de liquidez en el corto plazo exigiría a los bancos vender productos que en su mayoría están contabilizados a valor razonable y aquellos que no lo están (bonos HTM) apenas deteriorarían sus ratios de capital.

Otro aspecto interesante es la velocidad de propagación del efecto contagio. El episodio de 1907 se sirvió de prensa y su impacto fue nacional. Estas semanas a los medios de comunicación se le ha sumado una multitud de voluntarios anónimos sentenciando en Twitter quiebras en cadena y escenarios apocalípticos.

Adicionalmente, a diferencia de 1907, contamos con un nuevo (desde los años 90) instrumento financiero (credit default swap) cuya cotización, no exenta de acción especulativa, escenifica en tiempo real la cercanía de quiebra de un banco, país, etc., para beneficio de algunos inversores, dicho sea de paso. Este instrumento tiene un poder atroz para mover (a la baja) la acción del valor al que se asocia (cotización del banco).

La velocidad en estos dos frentes –redes y mercados– ha sido de tal magnitud que el contagio bien podía haber desembocado en pánico. No olvidemos que una situación descontrolada del sistema financiero traería consecuencias dramáticas para empresas y trabajadores de muchos sectores durante un largo periodo de tiempo, como sucedió en 1907 o, sin ir tan lejos, en 2008.

En cuanto a la intervención de autoridades, en 1907 intervino la Cámara de Compensación y la crisis fue uno de los detonantes que motivaron la creación de la Reserva Federal (Fed) en 1913. También jugó un papel muy importante un destacado banquero de nombre John Pierpont (J. P.) Morgan, que acudió al rescate de varios bancos y empresas afectadas. La actual intervención de la Fed y cinco bancos centrales (junto a 11 bancos norteamericanos en auxilio de First Republic, y First Citizens adquiriendo SVB, o el suizo UBS comprando Credit Suisse) han contribuido a relajar el nerviosismo y suavizar la presión sobre otras entidades.

Seguiremos atentos a la evolución de los bancos, pero sobre todo deberemos actuar con información fiable y de forma racional, para evitar que Darwin vuelva a acertar y nos pase lo mismo que en 1907, cuando distintas auditorías posteriores demostraron que el Mercantile no estuvo en peligro de quiebra –sino que tenía amplias reservas y era un banco solvente– y que las sospechas sobre más de la mitad de los 12 bancos nacionales quebrados durante la crisis eran infundadas.

Simplificar la realidad, amplificar posibles debilidades de entidades financieras o crear alarma y promover contagios gratuitos en mercados y redes pueden provocar una situación descontrolada que acabarán pagando principalmente empresas y particulares, para beneficio solo de unos pocos inversores.

Santiago Mínguez es profesor de Finanzas y director de ‘executive masters’ de Esade

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